AGUAS DE SANGRE
El agua roja se deslizaba silenciosa por las grietas entre las rocas. Su color, normalmente cristalino, ahora lucía un tono sombrío, casi maligno. Una sangre que no había cesado de correr desde aquel fatídico día.
Me acerqué cautamente a las rocas. Aún podía verme a mí mismo entre las sombras de las piedras, el cuchillo ensangrentado en mi mano, el cuerpo inerte a mis pies. El río se había llevado todas las pruebas físicas de mi terrible crimen, pero yo sabía que mi alma jamás encontraría la paz.
Acaricié con los dedos las frías texturas de la piedra. Pude sentir las huellas imborrables de mi aflicción talladas en cada poro. Contemplé cómo las aguas seguían su curso, arrastrando consigo el castigo que me acompañaría el resto de mis días.
Ahora el río era un espejo de mi interior, teñido por el dolor de un recuerdo que, aunque el tiempo lo borrara de la memoria de los demás, siempre perduraría en la mía, renovando cada día mi tormento. Las aguas de hierro continuarían fluyendo, imperturbables, eternas, al igual que mi remordimiento.
"El verdadero amor es como los fantasmas, que todo el mundo habla de él pero pocos lo han visto." (Eduardo Zamacois, nacido el 17 de febrero de 1876 a veces veía fantasmas)
Y que cumplas muchos más de los 35 de hoy y que en ese camino puedas quedarte con algo más que unas huellas.
El que em queda de tu
Va obrir el calaix amb l'esperança de trobar una vella fotografia, una targeta, qualsevol cosa que alleugés el dolor. Però tot el que quedava era la pols i les empremtes dactilars sobre la fusta llisa. A mesura que passaven els anys, fins i tot els records s'esvaïen. Tot el que quedava eren preguntes sense resposta, un cor aferrat a una forma invisible i una aclaparadora sensació que faltava alguna cosa. Va tancar el calaix, sabent que els únics rastres que romanen són els que es graven en les nostres ànimes per l'amor i la pèrdua
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