martes, 30 de abril de 2024

 LA NUEVA MASCULINIDAD


El sol caía a plomo sobre la terraza del bar, bañando a los cuatro amigos en una luz dorada que contrastaba con la frescura de la cerveza que compartían. Entre ellos, Marcos, con su sempiterna sonrisa pícara, acababa de relatarles la última travesura de su hijo pequeño.

—El otro día me dice: "Papá, ¿los dinosaurios son de verdad?", y yo, sin pensarlo dos veces, le respondo: "Claro que sí, hijo, pero ahora están disfrazados de abogados y políticos". ¡No has visto su cara! - exclamaba Marcos entre risas.

Sus amigos le aplauden con complicidad, contagiados por su contagiosa alegría. Entre ellos está Tomás, un hombre de mirada tranquila y barba incipiente, que reflexiona sobre las palabras de Marcos.

—La verdad es que a veces me pregunto si estamos haciendo las cosas bien con los niños - comenta Tomás, tomando un sorbo de su cerveza-. Les llenamos la cabeza de historias de superhéroes y hombres rudos, cuando lo que realmente necesitan son ejemplos de hombres reales, hombres que sepan expresar sus emociones, que no tengan miedo de llorar o de pedir ayuda.

—¡Totalmente de acuerdo! - responde David, un joven con el pelo rizado y mirada inteligente-. La masculinidad tradicional nos ha hecho mucho daño a todos. Nos ha enseñado a reprimir nuestros sentimientos, a competir constantemente y a no mostrar debilidad bajo ninguna circunstancia.

—Pero las cosas están cambiando - afirma Marcos con optimismo-. Cada vez somos más los hombres que estamos cuestionando esos estereotipos y buscando una nueva forma de ser hombres. Una forma más sana, más humana y más compasiva.

—Exacto - añade Tomás-. Una masculinidad que no se defina por la fuerza bruta o la dominación, sino por la empatía, la responsabilidad y el respeto hacia los demás.

La luz dorada del atardecer bañaba la plaza mientras los cuatro amigos, con sus sombras alargándose sobre el adoquinado, compartían risas y anécdotas. Las palabras fluían como el vino de la botella que pasaban de mano en mano, cada sorbo un brindis por los cambios que estaban viviendo.

Carlos mostró con orgullo la foto de su hija recién nacida, sus ojos brillando con una ternura recién descubierta. Jorge, con una sonrisa, contó cómo había aprendido a cocinar para darle una sorpresa a su pareja, desafiando los roles tradicionales. Miguel, siempre el más serio, compartió su experiencia en una marcha contra la violencia de género, su voz firme reflejando su compromiso.

Y allí, entre el murmullo de la gente y el susurro de las hojas, se tejía una complicidad masculina nueva, libre de las cadenas del pasado. No había lecciones, solo experiencias vividas que hablaban más que mil palabras.

Cuando el sol se despidió, dejando tras de sí un cielo de tonos púrpura y rosa, los cuatro se fundieron en un abrazo que era más que un simple gesto. Era el sello de una promesa, la certeza de que cada uno, a su manera, estaba redefiniendo lo que significaba ser hombre.

"Los españoles teníamos aún una conquista que lograr; que ya no cumplía a España ir surcando mares en busca de tierras desconocidas, al encuentro de razas a las que sojuzgar; que no teníamos que poner el ímpetu desbordante del genio español al servicio de las armas en la conquista de países extranjeros; pero que teníamos otra magna conquista que realizar. ¿Cuál? Conquistar a España." (Indalecio Prieto, nacido el 30 de abril de 1883 y fallecido en el exilio el 12 de febrero de 1962. Perteneció y dirigió al PSOE en una época difícil –cuando los socialistas eran socialistas- y una de las dos Españas le heló el corazón)

Y que cumplas muchos más de los 37 de hoy y que te llenen de besos de fresas.

Petons de maduixa

En el sostre de la seva habitació, la Júlia comptava estelles i somiava amb el noi del carreró de darrere. Els seus petons sabien a maduixa, un sabor dolç i fugaç com el seu amor d'estiu. Cada nit, tancava els ulls i se'l imaginava al seu costat, ballant sota la llum de la lluna. Però quan el sol sortia, la realitat tornava a picar a la porta: ell era un somni, un record impossible de capturar. I així, nit rere nit, la Júlia continuava comptant estelles i esperant el dia que els petons de maduixa fossin més que un simple somni.

 

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