miércoles, 24 de mayo de 2023

 ASALTO AL BANCO CENTRAL: LA CAJA 156 (II)


Barcelona, 24 de mayo de 1981

La noche había caído sobre la ciudad y el asedio al Banco Central seguía sin resolverse. Los atracadores habían rechazado todas las ofertas de las autoridades y se mantenían firmes en sus exigencias. Los rehenes habían pasado más de doce horas encerrados en el edificio, sin apenas comida ni agua. Algunos habían sufrido ataques de pánico o de ansiedad. Otros habían intentado escapar o rebelarse, sin éxito. Los atracadores no habían dudado en disparar al aire o amenazar con matarlos si no se cumplían sus demandas.

El Rubio estaba cada vez más nervioso y desconfiado. No entendía por qué nadie venía a recoger los documentos que le habían encargado. ¿Acaso le habían tendido una trampa? ¿O se habían arrepentido de su plan? ¿O quizás habían encontrado otra forma de conseguirlos? No podía dejar de pensar en el contenido de esos papeles, que guardaba celosamente en una funda de cuero. ¿Qué pasaría si los hacía públicos? ¿Provocaría un escándalo político? ¿O una guerra civil? ¿O tal vez nadie le creería?

Mientras tanto, en el exterior, la policía seguía intentando negociar con los atracadores. El inspector jefe Ramón García era el encargado de hablar con ellos por teléfono. Era un hombre experimentado y profesional, que había resuelto muchos casos difíciles. Pero este era diferente. No sabía quiénes eran los asaltantes ni qué querían realmente. Tampoco sabía cómo actuar ante sus peticiones. ¿Debía ceder a sus demandas y liberar a los militares golpistas? ¿O debía mantenerse firme y esperar a que se rindieran? ¿O quizás debía aprovechar cualquier oportunidad para asaltar el banco y liberar a los rehenes?

Para complicar más las cosas, García tenía que lidiar con las presiones e interferencias de otros organismos. Por un lado, el gobierno central, representado por el ministro del Interior Juan José Rosón, que le exigía una solución rápida y pacífica. Por otro lado, el gobierno autonómico catalán, presidido por Jordi Pujol, que le pedía que respetara la competencia de la policía autonómica. Y por último, el ejército y la guardia civil, que le vigilaban con recelo y desconfianza.

García se sentía solo y frustrado. No podía confiar en nadie. Ni siquiera en su propio equipo, formado por agentes jóvenes e inexpertos. Solo contaba con el apoyo del fiscal Alejandro del Toro, que había sido apartado de la investigación por sus superiores. Del Toro era el único que compartía su opinión de que se trataba de un robo común y no de una acción política. Y el único que le había proporcionado una pista importante: la existencia de un posible infiltrado entre los atracadores.

Según Del Toro, uno de los asaltantes era en realidad un agente del CESID, el servicio secreto español. Se llamaba Luis García y había sido captado por el Rubio para participar en el asalto. Su misión era asegurarse de que los documentos llegaran a manos del CESID, que los había encargado al Rubio sin saber que eran falsos. Los documentos eran en realidad una trampa ideada por un grupo de militares descontentos con el resultado del 23F, que pretendían desacreditar al gobierno y al rey y provocar una nueva intentona golpista.

Del Toro había descubierto la identidad de García gracias a una llamada anónima que había recibido en su despacho. El informante le había dicho que García era un agente doble y que tenía un contacto en el exterior del banco: un hombre llamado Emilio Alonso Manglano, subdirector del CESID.

García no sabía si creer o no a Del Toro. ¿Cómo podía estar seguro de que esa información era cierta? ¿Y si era otra maniobra de distracción o desinformación? ¿Y si había más infiltrados entre los atracadores o entre los rehenes? ¿Y si todo era una conspiración mucho más grande y compleja de lo que imaginaba?

Lo único que tenía claro era que tenía que actuar pronto. Antes de que fuera demasiado tarde...

“La libertad debe establecerse a través de la violencia. Ha llegado el momento de organizar el despotismo de la libertad contra el despotismo de los reyes” (Jean-Paul Marat, nacido el 24 de mayo de 1743 para hacer la Revolución francesa y cambiar con ello de Era a la Humanidad)

Y hoy se nos ha ido a la habitación de al lado Tina Turner. No sé si "the best" pero bastante buena si que lo era. Havia posat una altra cançó i un aniversari però el deixo per a l'any que ve...si estem en aquesta part de la casa, clar.







 

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