domingo, 14 de mayo de 2023

EL ESPEJO DE LA VERDAD


Había una vez un rey que era muy poderoso y temido por sus enemigos. Sin embargo, también era muy vanidoso y arrogante, y le gustaba rodearse de aduladores que le halagaban constantemente. El rey creía que era el mejor en todo: el más sabio, el más valiente, el más justo y el más bello. Nadie se atrevía a contradecirle, por miedo a su ira.  

Un día, el rey recibió la visita de un misterioso comerciante que le ofreció un regalo muy especial: un espejo mágico que mostraba la verdad. El comerciante le dijo al rey que el espejo era capaz de revelar la verdadera naturaleza de las personas y las cosas, sin importar lo que dijeran o aparentaran. El rey, intrigado y curioso, aceptó el regalo y le pagó al comerciante una gran suma de oro.  

El rey llevó el espejo a su palacio y lo colocó en su habitación privada. Al principio, se miró en él y se quedó maravillado al ver su propio reflejo. Se vio a sí mismo como siempre se había imaginado: un hombre joven, fuerte, noble y hermoso. El rey sonrió satisfecho y pensó que el espejo era una maravilla.  

Sin embargo, al cabo de unos días, el rey empezó a notar algo extraño. Cada vez que se miraba en el espejo, su reflejo cambiaba ligeramente. Su rostro se volvía más viejo, más arrugado, más pálido. Sus ojos se tornaban más fríos, más duros, más crueles. Su boca se curvaba en una mueca de desprecio y soberbia. Su cabello se caía y su barba se encanecía. Su cuerpo se encorvaba y se debilitaba. El rey no podía creer lo que veía. 

Pensó que el espejo estaba roto o embrujado. Llamó al comerciante para reclamarle, pero nadie supo dar con él. El rey ordenó a sus sirvientes que le trajeran otros espejos para compararlos con el mágico. Pero todos los demás espejos le mostraban lo mismo: un hombre viejo, feo y malvado. El rey entró en pánico y en furia. Destrozó todos los espejos del palacio y prohibió que nadie le hablara de su aspecto. Se encerró en su habitación con el espejo mágico y se obsesionó con él. Quería encontrar una forma de revertir el hechizo o de engañar al espejo. Pero nada funcionaba. El espejo seguía mostrándole la verdad.  

El rey se dio cuenta de que el espejo no mentía. Que él era realmente así por dentro. Que sus años de poder y gloria habían corrompido su alma y su cuerpo. Que sus súbditos le temían y le odiaban. Que sus aliados le traicionaban y le envidiaban. Que sus enemigos le desafiaban y le humillaban. El rey cayó en una profunda depresión y se aisló del mundo. Dejó de gobernar su reino y de cuidar de su pueblo. Solo se miraba en el espejo y lloraba amargamente. Un día, el rey murió solo y olvidado en su habitación. Nadie lloró por él ni le echó de menos. Su cuerpo fue enterrado sin honores ni pompas. Su reino fue invadido por sus enemigos y saqueado por sus propios súbditos.

Solo quedó el espejo.

"La verdad suele verse, rara vez oírse" (Robert Greene, nacido el 14 de mayo de 1959 una vez le vendió un espejo a un rey y ya no se supo nunca nada más del rey ¡Felicidades Robert! Tu contribución a la república está siendo muy valiosa) 

Y hoy cumple las bodas de plata en la habitación de al lado Frank Sinatra que estará amenizando al personal con su "VOZ". Sempre és un plaer escoltar-lo... hi ha tant mediocre solt.



No hay comentarios:

Publicar un comentario