lunes, 15 de mayo de 2023

EL INDIGNADO MÁS INDIGNADO (1ª PARTE)

Manuel era un hombre normal y corriente, con una vida normal y corriente. Trabajaba como contable en una empresa de seguros, estaba casado con una mujer que le quería y tenía dos hijos que le hacían feliz. No se metía en política ni en problemas, solo quería vivir tranquilo y disfrutar de su familia.

Pero todo cambió el día que vio por la televisión las imágenes de miles de personas acampando en la Puerta del Sol de Madrid, protestando contra el sistema político y económico que les había dejado sin futuro. Manuel sintió una extraña mezcla de curiosidad, admiración y envidia por aquellos jóvenes que se atrevían a alzar la voz y a reclamar sus derechos. ¿Qué estaría dispuesto a hacer él por cambiar las cosas? ¿Qué le impedía unirse a ellos?

Así que, sin pensarlo dos veces, cogió una mochila con lo imprescindible, dejó una nota a su mujer diciéndole que volvería pronto y se subió al primer tren que salía hacia Madrid. Quería ser parte de aquel movimiento ciudadano que había nacido el 15 de mayo de 2011 y que se llamaba a sí mismo "los indignados".

Lo que Manuel no sabía es que su indignación iba a ser tan grande que iba a superar a la de todos los demás. Y que su presencia en la Puerta del Sol iba a desencadenar una serie de situaciones cómicas, absurdas y surrealistas que le harían pasar por el indignado más indignado de la historia.

Cuando Manuel llegó a la Puerta del Sol, se quedó boquiabierto al ver la cantidad de gente que había. Había carpas, pancartas, megáfonos, asambleas, talleres, conciertos... Era como una pequeña ciudad dentro de la ciudad. Manuel se sintió abrumado y emocionado al mismo tiempo. Se acercó a un grupo de personas que estaban sentadas en el suelo, formando un círculo.

- Hola, ¿puedo unirme a vosotros? - preguntó Manuel con timidez.

- Claro, hombre, pasa. Aquí somos todos bienvenidos - le respondió una chica con el pelo teñido de verde y un piercing en la nariz.

- Gracias. Me llamo Manuel y vengo de Valencia. He venido a apoyar el movimiento.

- Pues bienvenido, Manuel. Yo soy Laura y estos son mis compañeros: Pedro, Sonia, Alberto y Marta. Somos de Madrid y llevamos aquí desde el primer día.

- Encantado de conoceros. ¿De qué habláis?

- Pues estamos debatiendo sobre las propuestas que vamos a llevar a la asamblea general de esta tarde. Queremos que se aprueben medidas concretas para mejorar la situación del país.

- Ah, muy bien. ¿Y qué medidas proponéis?

- Pues mira, por ejemplo, queremos que se reforme la ley electoral para que haya más proporcionalidad y representatividad. Que se elimine el Senado, que es una cámara inútil y cara. Que se reduzca el número de diputados y que se les baje el sueldo. Que se acabe con los privilegios de los políticos, como los coches oficiales, las dietas o las pensiones vitalicias. Que se prohíba el transfuguismo y la financiación ilegal de los partidos. Que se establezca una democracia participativa y directa, donde los ciudadanos puedan decidir sobre los asuntos que les afectan.

- Vaya, eso suena muy bien. ¿Y qué más?

- Pues también queremos que se garantice el derecho a una vivienda digna y asequible para todos. Que se paralicen los desahucios y que se sancione a los bancos que especulan con el suelo y con las hipotecas. Que se promueva el alquiler social y la rehabilitación de viviendas vacías. Que se cree un parque público de vivienda protegida.

- Muy interesante. ¿Y qué más?

- Pues también queremos que se defienda el estado del bienestar y los servicios públicos. Que se invierta más en educación, sanidad, cultura y ciencia. Que se garantice el acceso universal y gratuito a estos servicios. Que se reviertan los recortes y las privatizaciones que han deteriorado la calidad y la equidad de estos servicios. Que se potencie la investigación y la innovación como motores del desarrollo.

- Muy necesario. ¿Y qué más?

- Pues también queremos que se luche contra el desempleo y la precariedad laboral. Que se cree un plan de empleo público y social que garantice un trabajo digno para todos. Que se fomente el cooperativismo y la economía social y solidaria. Que se reduzca la jornada laboral y se reparta el trabajo y la riqueza. Que se establezca una renta básica universal que asegure unas condiciones de vida dignas para todos.

- Muy justo. ¿Y qué más?

Manuel seguía preguntando "¿y qué más?" cada vez que sus nuevos amigos le contaban una propuesta diferente. Estaba tan indignado con la situación del país que quería cambiarlo todo. No le bastaba con lo que le decían, quería más y más.

Así pasaron varias horas, hasta que llegó el momento de ir a la asamblea general. Manuel se levantó del suelo con entusiasmo y siguió al grupo hasta la plaza central, donde había una gran multitud reunida.

La asamblea empezó con un repaso de las actividades realizadas durante el día y con un informe de las comisiones de trabajo. Luego se abrió el turno de palabra para que los participantes pudieran expresar sus opiniones, propuestas o preguntas.

Manuel no se lo pensó dos veces y levantó la mano para pedir la palabra. Cuando le llegó el micrófono, se puso de pie y empezó a hablar con voz firme y decidida.

- Hola, me llamo Manuel y vengo de Valencia. He venido a apoyar el movimiento porque estoy muy indignado con la situación del país. Creo que tenemos que cambiarlo todo, desde la raíz. No podemos conformarnos con lo que hay, tenemos que exigir lo que queremos. Y lo que queremos es una democracia real, una economía justa y una sociedad solidaria.

Manuel empezó a enumerar todas las propuestas que había escuchado durante el día, pero no se quedó ahí. Añadió otras muchas más, que se le iban ocurriendo sobre la marcha. Quería que se aboliera la monarquía y se proclamara la república. Que se saliera de la Unión Europea y del euro. Que se nacionalizara la banca y las grandes empresas. Que se repudiara la deuda pública y se hiciera una auditoría ciudadana. Que se legalizara el aborto, el matrimonio homosexual y la eutanasia. Que se despenalizara el consumo y el cultivo de cannabis. Que se cerraran las centrales nucleares y se apostara por las energías renovables. Que se reconociera el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Que se aboliera el ejército y se declarara la neutralidad. Que se implantara la educación laica y gratuita en todos los niveles. Que se fomentara el uso del transporte público y de la bicicleta. Que se prohibiera el uso de animales para el espectáculo, la experimentación o el consumo...

Manuel no paraba de hablar. Cada vez que terminaba una propuesta, empezaba otra. No le importaba si sus ideas eran realistas o utópicas, si tenían consenso o no, si eran aplaudidas o silbadas. Solo quería expresar su indignación y su deseo de cambio.

La gente que estaba en la asamblea no daba crédito a lo que oía. Algunos le escuchaban con atención y asentían con la cabeza. Otros le miraban con incredulidad y negaban con gestos de desaprobación. Otros le interrumpían con gritos de protesta o de apoyo. Otros simplemente pasaban de él y seguían a lo suyo.

La asamblea se convirtió en un caos. Nadie podía controlar a Manuel ni hacerle callar. El moderador intentó cortarle el micrófono, pero Manuel lo esquivó y siguió hablando. Los compañeros de Manuel intentaron acercarse a él para calmarle o quitarle el micrófono, pero Manuel les rechazó y siguió hablando. Los medios de comunicación que estaban cubriendo el evento enfocaron sus cámaras y micrófonos hacia Manuel, que se convirtió en el protagonista absoluto del movimiento.

Manuel habló durante más de una hora, sin parar ni un segundo. Expuso todas las propuestas posibles e imposibles que se le ocurrieron para cambiar el país y el mundo. Cuando terminó, estaba exhausto y sudoroso, pero también satisfecho y orgulloso.

- Y esto es todo lo que tengo que decir - concluyó Manuel -. Gracias por escucharme.

 Y entonces hizo algo que nadie esperaba: lanzó el micrófono al aire con fuerza y gritó:

- ¡Viva la revolución!

El micrófono cayó al suelo con un estruendo y provocó un silencio sepulcral en la plaza.

Después del silencio, se desató una reacción en cadena. Algunos de los presentes empezaron a aplaudir y a vitorear a Manuel, como si fuera un héroe o un líder. Otros empezaron a abuchearle y a insultarle, como si fuera un loco o un traidor. Otros empezaron a discutir entre ellos, defendiendo o criticando las propuestas de Manuel. Otros empezaron a reírse, tomándose todo aquello como una broma o una performance.

La plaza se llenó de ruido y de movimiento. La asamblea quedó suspendida y se formaron varios grupos de personas con opiniones diferentes. Algunos querían seguir el ejemplo de Manuel y radicalizar el movimiento. Otros querían desmarcarse de Manuel y moderar el movimiento. Otros querían ignorar a Manuel y continuar el movimiento. Otros querían abandonar el movimiento y volver a sus casas.

Manuel se quedó solo en el centro de la plaza, rodeado de miradas y comentarios. No sabía qué hacer ni qué decir. Se sentía confuso y abrumado. Había venido a apoyar el movimiento, pero lo había puesto patas arriba. Había expresado su indignación, pero había generado más indignación. Había querido cambiar el país, pero había cambiado el movimiento.

Entonces sintió una mano en el hombro. Era Laura, la chica del pelo verde y el piercing en la nariz que le había acogido en su grupo.

- Hola, Manuel - le dijo Laura con una sonrisa -. ¿Qué tal te sientes?

- Hola, Laura - le respondió Manuel con una mueca -. Pues la verdad es que no lo sé. Creo que me he pasado un poco.

- No te preocupes, hombre. Has sido valiente y sincero. Has dicho lo que pensabas y sentías. Has hecho historia.

- ¿Historia? ¿De qué hablas?

- Pues de que has sido el indignado más indignado de todos los tiempos. El que ha puesto sobre la mesa todas las propuestas posibles e imposibles para cambiar el país y el mundo. El que ha provocado una reacción en cadena en el movimiento y en la sociedad. El que ha salido en todos los medios de comunicación y ha dado la vuelta al mundo.

- ¿En serio?

- Sí, en serio. Mira - dijo Laura señalando su teléfono móvil -. Tu discurso se ha hecho viral en las redes sociales. Hay miles de comentarios, vídeos y memes sobre ti. Te han puesto un montón de apodos: el megáfono humano, el revolucionario total, el indignado supremo...

- ¿Y eso es bueno o malo?

- Pues depende de cómo lo mires. Hay gente que te admira y te apoya. Hay gente que te odia y te ataca. Hay gente que se ríe de ti o contigo. Hay gente que te ignora o te olvida.

- Vaya...

- Pero lo importante es que has hecho algo que nadie había hecho antes. Has expresado tu indignación sin límites ni miedos. Has sido fiel a ti mismo y a tus ideas.

- Bueno, supongo que sí...

- Así que no te arrepientas ni te avergüences de lo que has hecho. Estoy segura de que muchos se sentirán identificados contigo y seguirán tu ejemplo.

- ¿Tú crees?

- Sí, yo creo. Y yo soy una de ellas.

Laura le dio un beso en la mejilla a Manuel y le cogió de la mano.

- Vamos - le dijo -. Te invito a un café.

Y se fueron juntos de la plaza, dejando atrás el caos y el ruido.

 "Me gustas democracia pero estás como ausente" (Uno de los lemas de aquél 15 de mayo de 2011 y que intentaba parafrasear a un celebrado verso de Pablo Neruda. Viendo hoy con la perspectiva del tiempo aquél movimiento la frase que propongo sería "¿Democracia? Ni está, ni se le espera". Mañana la continuación del relato) 

Y que cumplas muchos más de los 21 añitos de hoy. Creo que es la cantante más "baby" que he puesto en estas páginas. A més d'un indignat i indignada portava jo a l'habitació del pànic... o, cosa que és el mateix, a l'estadi de Cornellà-El Prat.



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