jueves, 22 de febrero de 2024

 EL JUEZ MENTIROSO


El juez mentiroso se sentía muy orgulloso de su barriga. Era el símbolo de su poder y de su astucia. Con sus mentiras para beneficiar a sus amigos había logrado ascender en la carrera judicial, manipular a los testigos, absolver a los culpables y condenar a los inocentes. No le importaba la verdad, solo le importaba su beneficio.

Un día, el juez mentiroso tuvo que juzgar a un hombre acusado de robar una gallina. El hombre era pobre y tenía hambre, pero el juez mentiroso no tuvo compasión. Le dijo al hombre:

—Te condeno a diez años de cárcel por robar una gallina. Y no me mientas, que yo sé cuando alguien miente.

El hombre se quedó atónito y le respondió:

—Señor juez, yo no he robado ninguna gallina. Le juro que es la verdad.

—No me engañes, que yo soy el juez y tengo una prueba irrefutable de tu delito. - Dijo el juez mentiroso y sacó de debajo de su toga una gallina viva. - Esta es la gallina que robaste. La encontré en tu casa cuando fui a registrarla.

—Pero señor juez, esa gallina no es mía. Yo nunca la he visto. Usted se la ha traído para incriminarme. - Protestó el hombre.

—No seas insolente, tengo un testigo que te vio robar la gallina. - Dijo el juez mentiroso y señaló a un hombre que estaba en la sala. - Este es el dueño de la gallina. Él te reconoce como el ladrón.

—Pero señor juez, ese hombre no es el dueño de la gallina. Yo no lo conozco de nada. Usted lo ha sobornado para que mienta. - Dijo el hombre.

—No seas descarado, que tengo una confesión firmada por ti. - Dijo el juez mentiroso y mostró un papel. - Aquí está tu confesión. La escribiste con tu propia mano.

—Pero señor juez, esa confesión es falsa. Yo no he escrito nada. Usted ha falsificado mi firma. - Dijo el hombre.

—No seas terco, que tengo una grabación de tu voz. - Dijo el juez mentiroso y puso un reproductor. - Aquí está tu voz. La grabé cuando me confesaste el robo.

—Pero señor juez, esa voz no es la mía. Usted ha modificado el sonido. - Dijo el hombre.

—No seas necio, que tengo una foto de tu cara. - Dijo el juez mentiroso y enseñó una foto. - Aquí está tu cara. La tomé cuando te detuve.

—Pero señor juez, esa foto no es la mía. Usted ha cambiado el rostro. - Dijo el hombre.

—Basta ya tengo una prueba definitiva de tu culpa. - Dijo el juez mentiroso y se levantó de su asiento. - Esta es la prueba definitiva. - Dijo y se abrió la camisa. - Esta es mi barriga. La barriga del juez mentiroso. La barriga que crece cada vez que miento. Y como puedes ver, mi barriga está plana como una tabla. Eso significa que no he mentido ni una sola vez. Eso significa que tú eres el ladrón de la gallina y te condeno a diez años de cárcel.

El hombre se quedó sin palabras y el juez mentiroso se rió a carcajadas. Pero lo que el juez mentiroso no sabía era que su barriga no crecía solo cuando mentía, sino también cuando decía la verdad. Y como había dicho la verdad al decir que era el juez mentiroso, su barriga había crecido tanto que había reventado los botones de su camisa y había quedado al descubierto. Y así fue como el juez mentiroso quedó al descubierto y fue destituido de su cargo y encarcelado por sus mentiras. Y así fue como el hombre fue liberado y se quedó con la gallina, que resultó ser una gallina de los huevos de oro. Y así fue como el juez mentiroso perdió su barriga y el hombre ganó una fortuna.

Y colorín colorado este cuento, que lo es, no ha acabado con ningún juez.

"No hay amigos: hay momentos de amistad." (Jules Renard, nacido el 22 de febrero de 1864 no tuvo un millón de amig@s, pero si un millón de momentos de amistad. Extraordinaria verdad, por cierto)

Y que cumplas muchos más de los 33 de hoy  componiendo esas bonitas canciones.


 Bonica

Camina sola en fosquejar, perduda en els seus pensaments. La llum pàl·lida l'afavoreix però també la fa invisible. Conforme s'allarguen les ombres, els seus defectes són perdonats, les seves imperfeccions purificades. Quan apareguin les estrelles, també ella brillarà? O desapareixerà de nou amb el sol? Vacil·la, no llista perquè el seu breu moment acabi, volent arrencar una mica més de calma abans de la nit solitària que s'acosta.

 

 

 

 

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