sábado, 1 de febrero de 2025

 EL ARTE DE LA INFIDELIDAD


Nunca es un buen momento para que te descubran. Hay un código de honor en el arte de la infidelidad, y no es el de la fidelidad alterna o la sinceridad a destiempo, sino el de la gestión elegante del secreto. Sin embargo, hay algo más importante que no ser descubierto, y es entender por qué se hace.

Tomás llevaba tres meses viendo a Laura en horarios intermedios, en los silencios de su agenda, en los momentos donde su vida con Julia, su esposa, se desdibujaba en un ruido monótono de cenas, reuniones y trivialidades que antes parecían vitales. No se consideraba un hombre malo, solo un hombre atrapado entre el amor que había prometido y el deseo que lo arrastraba.

“¿Por qué soy infiel?”, se preguntaba mientras observaba su reflejo en la pantalla del móvil, justo antes de escribirle a Laura que la vería esa tarde. ¿Era la monotonía? ¿Era la ilusión de la clandestinidad? ¿Era porque en el fondo amaba a Julia y el miedo a perderla lo llevaba a la necesidad de otra piel para recordarse vivo? Quizá, en la respuesta a esa pregunta, se escondía la verdadera clave de la infidelidad.

No es que Julia sospechara. En realidad, sospechar era demasiado esfuerzo para ella, que prefería creer en la comodidad de la confianza. Sin embargo, existía esa terrible herramienta, ese artefacto posmoderno que arruinaba cualquier secreto: el algoritmo.

Un día, Julia dejó su teléfono sobre la mesa con la pantalla encendida y, como si fuera un personaje de Dostoievski, Tomás sintió un escalofrío al leer el título de un artículo sugerido: "Cómo saber si tu pareja te pone los cuernos con estas 10 señales inconfundibles".

Era una trampa digital. Un conjunto de datos recopilados que detectaban movimientos anómalos en la rutina, patrones en la mensajería, tiempos de respuesta en WhatsApp, ubicación en Google Maps. No era Julia la que sospechaba, era el mundo digital que, con su vigilancia silenciosa, se lo gritaba al oído.

Esa noche, en la cama, Tomás la observó dormir. Se preguntó qué significaba realmente la lealtad. Si era la ausencia de deseo por otros cuerpos o simplemente el acto de no ser atrapado. Pensó en Laura y en lo que ella representaba: la posibilidad de ser otro, de reinventarse lejos del peso de su matrimonio.

Por la mañana, Julia estaba extrañamente amable. Le sirvió el café con una sonrisa inusual, de esas que Tomás no veía desde hacía tiempo. Sospechó. ¿Había leído el artículo? ¿Había empezado a notar las señales? Pero no. El verdadero golpe llegó cuando Julia, con un tono ligero pero cargado de una profundidad inquietante, le dijo:

—Cariño, vi un artículo interesante anoche. ¿Cómo saber si tu pareja te es infiel? No lo leí, claro. Pero me hizo pensar... ¿Tú crees que hay señales infalibles?

Tomás sintió que el café se le atascaba en la garganta. Miró a su esposa con la sonrisa más neutral que pudo encontrar y, con un tono calculado, respondió:

—No lo sé. Tal vez la única señal real es cuando alguien empieza a buscar señales.

Julia sostuvo la mirada un momento y luego rió. Una risa suave, genuina, que lo descolocó por completo.

—Tienes razón —dijo ella, levantándose de la mesa—. Voy a darme una ducha. No olvides que hoy cenamos en casa de mi hermana.

Tomás asintió, viéndola alejarse. En su teléfono, una notificación de Laura: “Te extraño. ¿Nos vemos hoy?”. Se pasó la mano por el rostro, sintiendo la ironía perforarle la conciencia.

No respondió. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que el peligro real no estaba en ser descubierto, sino en no saber si Julia, en el fondo, también había dejado de buscar señales.

«La vida es corta y a menudo mezquina; deleita al corazón con lo que anhela, sin crueldad, y deja que el mundo se maraville» (Reynolds Price, nacido el 1 de febrero de 1933 para tener una vida que hoy, a mi edad, diría que fue corta -78 años- aunque lo suficiente para saborearla con deleite y probar la mezquindad)

Hoy hubiese cumplido 88 años pero nos dijo "Bye Bye Love" a los 84. Si, si, la canción es de 1957 aunque la popularizaron aquél dúo tan conocido que tod@s sabéis quiénes son... al menos los de mi generación.

Adéu, amor meu

Sota el llum tènue d'un fanal, els seus ulls s'apagaven com dos estels que s'enfonsen en la nit. Les seves mans, abans entrellaçades, ara penjaven inertes al seu costat. Cada paraula era una punyalada al cor, un adéu que es resistïa a ser pronunciat. La pluja, com llàgrimes invisibles, bategava al vidre, acompanyant la melodia d'un tren que s'allunyava cap a un horitzó desconegut. I en aquell últim adeu, va entendre que l'amor, com una estació, té un inici i una fi.


 

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