jueves, 19 de junio de 2025

LO QUE FLUYE ENTRE NOSOTROS

 

No sabíamos cuándo empezó. Quizás en aquel recreo en que me regalaste la mitad de tu bocata de Nocilla o cuando te quedaste a dormir en mi casa después de que tu padre se fuera. No importa. La amistad no empieza con una fecha; empieza con un gesto que te descoloca y luego ya no puedes vivir sin él.

Fuimos inseparables. El tipo de inseparables que irrita a las parejas, desconcierta a las madres y hace sospechar a los psicólogos. Pero nosotros no necesitábamos definiciones. Éramos dos cuerpos con un solo código genético emocional: el del apoyo incondicional. Nos bastaba una mirada para decidir que sí, que íbamos a hacer eso aunque fuera una locura.

Y luego vino la verdadera locura.

La maldita palabra. Leucemia. Dicha por una hematóloga que no alzó la vista del papel ni una vez. Como si eso la protegiera. Como si a nosotros no nos estuviera partiendo por dentro.

Tú lloraste. Yo no. Tú perdiste peso. Yo gané nervios. Hasta que me pidieron la médula y dije sí. Sin preguntar, sin leer, sin consultar. Porque el cuerpo se ofrece cuando no acepta la idea de que el otro desaparezca.

La operación fue un éxito. Te levantaste del hospital con cara de niño que ha sobrevivido a una guerra y yo me sentí héroe sin capa. Brindamos con Aquarius y patatas de bolsa. Volvimos a reírnos. Hasta que empecé a cansarme sin motivo. A sudar sin calor. A notar que algo fluía dentro de mí con la dirección equivocada.

La misma doctora, el mismo despacho, el mismo maldito diagnóstico. Leucemia. Pero esta vez la mirada sí se levantó. Me dijeron que era un caso rarísimo. Que probablemente la mutación dormida había viajado conmigo. Que había sido el acto más noble… y más cruel.

No dije nada. No me enfadé contigo. ¿Cómo podría? Tú no habías pedido nada. Yo ofrecí. Fue mi elección. Mi médula. Mi amor por ti, convertido en cóctel biológico.

Lo más jodido no fue la enfermedad. Fue verte a ti, curado, vivo, llorando por mí. Como si lo nuestro hubiese cambiado de dirección. Como si ahora fueras tú el que debía salvarme. Pero no se trata de salvar. Nunca fue eso.

Se trata de permanecer. Aunque duela. Aunque se tuerza la historia. Aunque el final no sea justo.

Porque si algo aprendimos en todos estos años es que lo que fluye entre nosotros no es culpa ni deuda. Es amistad. Y eso, hermano, no se contagia: se elige.

«El verdadero prisionero no es el que está tras las rejas, sino quien ha renunciado a pensar por sí mismo» (Aung San Suu Kyi, nacida el 19 de junio de 1945 para ser premio nobel de la paz en 1991 y a quién podemos aún desearle que viva muchos más de los 80 de hoy)

Y que cumplas muchos más de los 63 de hoy. Ve con cuidado con las fresas que están muy dulces en esta época y si comes muchas te pueden sentar mal, que ya tienes una edad. 

Les primeres vegades

T’has fixat com caminava, oi? Com si trepitgés núvols que només ella veia.
Jo m’estava menjant un entrepà de truita freda rere la columna, mirant de reüll, pensant que si feia un pas més m’esclataria el cor.

Quan va girar el cap, vaig empassar saliva com si fos lava.
Va venir ella. Va parlar ella.
Va ser ella qui em va dir “vine”.

Ara la recordo com qui recorda el primer cop que va tastar una maduixa: amb ganes de repetir-ho tot i sabent que mai seria igual.


 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario