domingo, 28 de diciembre de 2025

Y DIOS CREÓ A LA MUJER

La frase la oí en un televisor viejo, de esos que suenan a tubo y a sentencia. “Y Dios creó a la mujer”, dijo el presentador con voz de misa laica, y yo —con mis más de cincuenta y mis rodillas haciendo huelga— pensé: Dios tenía sentido del humor.

Entró ella en el bar como si no tuviera que pedir permiso a nadie: ni a la luz, ni al humo, ni a los ojos ajenos. Llevaba el pelo todavía húmedo, y ese olor a champú barato que, por alguna razón, siempre promete una vida nueva. Se sentó cerca. El taburete chirrió como una confesión.

Yo intenté leer el periódico. El papel me supo a tinta y a cobardía. Ella dejó el bolso en la barra y, al hacerlo, se le escapó una pulsera que tintineó contra el mármol. Sonido mínimo. Efecto máximo. Me miró.

—¿Se le ha caído esto?

No dijo “gracias” como se dice siempre. Lo dijo como si me estuviera poniendo una mano en el pecho, justo donde uno guarda la fe y los recibos impagados.

—Gracias —repitió—. ¿Tú también crees esas frases?

Yo miré el hielo derritiéndose en mi vaso. Agua que se rinde.

—Depende. Si Dios la creó… se tomó un descanso después. O volvió a empezar. Con más ganas.

Ella sonrió sin pedir disculpas. Y en ese gesto entendí lo único serio: que a veces no te crean para que te expliquen, sino para que te desordenen.

La pulsera volvió a su muñeca. Mi vida, no.

«Envejecer no es divertido; te acerca a la muerte. Pero, visto el mundo desorientado en el que vivimos, me alegro de no tener 20 años ahora.» (Brigitte Bardot se fue hoy para alegrar la vista a más de un@ a la habitación de al lado. Tenía 91 años y una vida que dedicó, como ella decía, a los hombres hasta los 40 años y, después, a los otros animales.)

Y Dios creó a la mujer y le puso el nombre de BB; hoy se fue rumbo a la eternidad de tod@s l@s que soñamos alguna vez con ella. 

Mambo amb els peus nus

La Juliette entra al local com si fos casa seva i, pam, es treu les sabates. El terra és enganxós, gust de rom i pols. La música li puja per les cames i li fa dir “no” sense paraules. Ballen els malucs, ballen les espatlles, i a cada sacsejada s’apaga una regla antiga.

Un home riu massa fort. Un altre s’ennuega de desig i moralina. Ella els mira un segon: “Què?” I continua.

Quan la cançó s’acaba, ningú no sap què aplaudeix: el ball… o la por.


 


 

 

 

 

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