EL INDIGNADO MÁS INDIGNADO (Y 2ª PARTE)
Manuel estaba sentado en el sofá de su casa, viendo su televisión de 100”. Hoy se cumplían doce años del movimiento ciudadano del 15 de mayo de 2011, que había marcado un antes y un después en su vida.
Aquel día, Manuel había ido a la Puerta del Sol de Madrid a apoyar el movimiento y había acabado siendo el protagonista involuntario de una asamblea histórica. Había expresado su indignación sin límites ni miedos, y había propuesto todas las medidas posibles e imposibles para cambiar el país y el mundo. Su discurso se había hecho viral en las redes sociales y había generado todo tipo de reacciones.
Pero lo más importante es que aquel día había conocido a Laura, la chica del pelo verde y el piercing en la nariz que le había acogido en su grupo y que le había besado al final de la asamblea. Manuel dejó atrás su anónima vida como contable en una compañía de seguros y abandonó su anterior vida en Valencia, incluidos su mujer e hijos.
Ahora Laura se había convertido en su pareja, su compañera y su mejor amiga. Juntos habían seguido participando en el movimiento, en otras luchas sociales y en proyectos alternativos. Habían viajado por el mundo, conociendo otras realidades y otras culturas y, como no, habían formado una familia, con dos hijos preciosos que les llenaban de alegría.
Manuel estaba feliz con su vida, pero también preocupado por el futuro. El país y el mundo habían cambiado mucho en estos doce años, pero no siempre para mejor. Algunas de las propuestas que él había hecho en su discurso se habían cumplido o se habían escuchado. Otras seguían siendo utopías o habían sido olvidadas o traicionadas.
Manuel miró el calendario y vio que era lunes 15 de mayo de 2023. Cambió de canal y vio que estaban emitiendo un reportaje sobre el movimiento del 15 de mayo de 2011. El reportaje hacía un repaso de los orígenes, las reivindicaciones, las acciones y los logros del movimiento, así como de sus dificultades, sus contradicciones y sus fracasos. El reportaje también mostraba testimonios de algunos de los protagonistas del movimiento, entre ellos Manuel.
Manuel se sorprendió al verse a sí mismo en la pantalla, con doce años menos y con una camiseta con el lema "No nos representan". Le parecía increíble que hubiera pasado tanto tiempo y él hubiera sido capaz de hacer lo que hizo. Hoy también muchos ciudadanos llevan camisetas con ese lema y a Manuel le causa una profunda tristeza.
El reportaje le hizo recordar muchas cosas: las acampadas, las asambleas, las manifestaciones, las huelgas, las mareas... También le hizo reflexionar sobre muchas cosas: los cambios políticos, económicos y sociales que se habían producido desde entonces; los avances y los retrocesos que se habían dado en materia de derechos y libertades cuando el partido con el que su movimiento hoy comparte el poder en el gobierno apoyó la “ley mordaza”; los desafíos y las oportunidades que se presentaban para el futuro.
Manuel apagó la televisión y se levantó del sofá. Fue a la cocina y vio a Laura preparando el desayuno. Le dio un beso y le dijo:
- Hola, amor. ¿Sabes qué día es hoy?
- Claro que lo sé - le respondió Laura -. Es nuestro aniversario.
- Sí, eso también - dijo Manuel -. Pero me refería a otro aniversario.
- Ah, sí - dijo Laura -. El del movimiento del 15 de mayo.
- Sí, ese mismo - dijo Manuel -. ¿Te acuerdas de todo lo que pasó aquel día?
- Cómo olvidarlo - dijo Laura -. Fue un día muy intenso y muy especial. Un día que cambió nuestras vidas.
- Y la de muchas otras personas - añadió Manuel -. ¿Crees que valió la pena?
- Pues la verdad es que no lo sé - dijo Laura con sinceridad -. Por un lado, creo que hicimos algo importante y necesario; contribuimos a despertar la conciencia y la participación ciudadana; pusimos en cuestión el sistema y planteamos alternativas. Defendimos la democracia y la dignidad.
- Sí, eso es cierto - reconoció Manuel -. Pero por otro lado, creo que no conseguimos mucho. El sistema se adaptó y se reforzó y las alternativas se diluyeron. La democracia y la dignidad siguieron siendo vulneradas.
- Sí, eso también es cierto - admitió Laura -. Pero no podemos rendirnos ni conformarnos. Tenemos que seguir siendo críticos y activos, seguir luchando y soñando.
- Tienes razón - dijo Manuel -. No podemos perder la esperanza ni la ilusión. Tenemos que seguir siendo indignados e indignadas.
Se abrazaron y se besaron con ternura. Luego se fueron al Congreso de los Diputados a otra de aquellas tediosas sesiones de control al gobierno del que formaban parte.
Manuel y Laura eran diputados por el partido Podemos, que había surgido del movimiento del 15 de mayo y que ahora gobernaba en coalición con el PSOE. Habían sido elegidos por sus bases en unas primarias abiertas y participativas, y habían prometido ser fieles a sus principios y a sus electores.
Pero no era fácil cumplir con esa promesa. La realidad política era compleja y exigía pactos, negociaciones y renuncias. El poder tenía sus tentaciones y sus presiones. Los medios de comunicación tenían sus intereses y sus manipulaciones. Los ciudadanos tenían sus demandas y sus decepciones.
Manuel y Laura se sentían frustrados e impotentes. Muchas veces se preguntaban si estaban haciendo lo correcto o si se estaban traicionando a sí mismos o a los demás. Incluso se planteaban si debían seguir en el Congreso o volver a la calle. Pero eso era todo: un planteamiento.
Hoy era uno de esos días en los que tenían dudas y remordimientos. Hoy era uno de esos días en los que recordaban con nostalgia el espíritu del 15 de mayo. Hoy era uno de esos días en los que se enfrentaban a varios conflictos:
- Debían votar una ley que beneficiaba a los bancos y a las grandes empresas. Su partido les había pedido que apoyaran la ley como parte del acuerdo de gobierno con el PSOE, pero ellos sabían que eso iba en contra de lo que habían defendido en el movimiento del 15 de mayo.
- Debían denunciar unos casos de corrupción y de abuso de poder que se habían dado en su propio partido y en el partido con el que gobernaban. Habían recibido unas pruebas irrefutables de unos periodistas amigos suyos, pero sabían que eso podía provocar una crisis de gobierno y una pérdida de credibilidad de su proyecto político.
- Debían seguir el contacto y la colaboración con los movimientos sociales y ciudadanos que les habían apoyado y que les exigían más compromiso y coherencia. Habían recibido una invitación para participar en una manifestación contra la ley mordaza, pero sabían que eso podía generar un conflicto con sus socios de gobierno y con sus votantes.
- Debían mantener o modificar sus principios y sus valores ante las presiones y las amenazas que recibían de los poderes fácticos y de los medios de comunicación. Habían recibido unas llamadas intimidatorias de unos empresarios influyentes y unas noticias difamatorias de unos periódicos hostiles, pero sabían que eso podía afectar a su seguridad y a su reputación.
Manuel y Laura se miraron a los ojos y se dieron la mano. Sabían que tenían que tomar unas decisiones difíciles y arriesgadas. Sabían que tenían que asumir las consecuencias de sus actos. Sabían que tenían que ser fieles a sí mismos y a los demás.
Y sabían que no estaban solos. Se tenían el uno al otro. Se apoyaban y se comprendían. Eran una unidad de destino en lo universal.
Así que respiraron hondo y entraron al Congreso. Estaban dispuestos a hacer lo que fuese por conservar el poder que tenían y seguir diciendo que ellos eran unos indignados e indignadas.
«No te aflijas si la vida no ha coronado todas tus esperanzas: piensa para consolarte que tampoco ha justificado tus temores» (Friedrich Rückert dijo esto o, lo que es lo mismo, el que no se consuela es porque no quiere. Hoy hubiese sido su cumpleaños número 235)
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