LOS INDECISOS
Faltaban dos días para las elecciones y el país estaba dividido. Los sondeos daban un empate técnico entre los dos principales partidos, pero había un factor que podía inclinar la balanza: el 30% de indecisos que aún no sabían a quién votar.
Algunos eran personas desencantadas con la política, otros buscaban una opción diferente a las tradicionales, y otros simplemente no se habían informado lo suficiente. Todos ellos recibían constantes llamadas, mensajes y visitas de los candidatos y sus simpatizantes, que intentaban convencerlos con promesas, halagos y amenazas.
Pero los indecisos no se dejaban influir fácilmente. Tenían sus propios criterios y sus propias dudas. Algunos se basaban en el programa electoral, otros en la personalidad del líder, y otros en el voto útil. Algunos se fiaban de las encuestas, otros de las redes sociales, y otros de su intuición. Algunos querían cambiar las cosas, otros mantenerlas como estaban, y otros darles una oportunidad a los nuevos.
El día de las elecciones llegó y los indecisos acudieron a las urnas con su sobre en la mano. Algunos lo habían decidido la noche anterior, otros esa misma mañana, y otros en la cabina de votación. Algunos lo hicieron con ilusión, otros con resignación, y otros con miedo.
Los resultados se fueron conociendo poco a poco y confirmaron lo que se esperaba: un escenario de empate entre los dos grandes bloques. Pero hubo una sorpresa: el 30% de indecisos no se había repartido equitativamente entre las opciones disponibles. Había una fuerza emergente que había captado su atención y su confianza: el Partido de los Indecisos.
El Partido de los Indecisos era una formación política reciente, que se presentaba como una alternativa moderada, plural y dialogante. Su lema era “No somos ni de izquierdas ni de derechas, somos de arriba y abajo”. Su líder era un hombre joven, carismático y sin experiencia previa en la política. Su programa era ambiguo, flexible y adaptable a las circunstancias. Su propuesta era gobernar con consenso, transparencia y participación ciudadana.
El Partido de los Indecisos había conseguido el 15% de los votos, lo que le convertía en la tercera fuerza política del país y en la llave para formar gobierno. Los dos partidos mayoritarios se apresuraron a ofrecerle pactos y concesiones, pero el Partido de los Indecisos no se decantó por ninguno. Dijo que necesitaba tiempo para consultar a sus bases, analizar las propuestas y valorar las ventajas e inconvenientes.
Así pasaron los días, las semanas y los meses. El país seguía sin gobierno y sin rumbo. Los ciudadanos empezaron a impacientarse y a exigir una solución. Los medios de comunicación criticaron la falta de responsabilidad y de liderazgo del Partido de los Indecisos. Los mercados financieros castigaron la incertidumbre y la inestabilidad política.
Pero el Partido de los Indecisos no se movió de su posición. Seguía pidiendo tiempo, argumentando que era mejor no precipitarse y tomar una decisión bien meditada. Seguía defendiendo su papel como garante del equilibrio y del sentido común. Seguía representando a ese 30% de indecisos que habían decidido las elecciones.
"Cualquier verdad es mejor que la duda indefinida" (Arthur Ignatius Conan Doyle, más conocido por Sir Arthur Conan Doyle, nacido el 22 de mayo de 1859 para no ser un indeciso y dejarnos a Sherlock Holmes como su máximo exponente)
Y que cumplas muchos más de los 67 de hoy... aunque ya estés en la habitación cuadrada de al lado. Fins a les enquestes manipulen: el sentit del desvergonyiment inunda les campanyes electorals.
No hay comentarios:
Publicar un comentario