ANDRÉS 2.0 (I)
Cuando Marta vio por primera vez el anuncio de Eterna, pensó que era una broma.
"No tienes que decir adiós. No realmente. Con nuestro sistema de reconstrucción de memorias, el amor puede continuar. Puedes continuar."
Era el tipo de publicidad que solo impactaba a quienes ya habían perdido algo irreparable. Para el resto del mundo, era un truco de feria tecnológica, una exageración más en la carrera del transhumanismo. Pero para Marta, era una oferta tan absurda como tentadora. Andrés había muerto hacía seis meses. Seis meses de silencio, de ausencia tangible, de caminar por un apartamento donde cada objeto parecía preguntarle: ¿cuánto más vas a aguantar sin él?
Así que aceptó.
Subió todo lo que tenía: correos, audios, videos, fragmentos de conversaciones privadas. Permitió el acceso a todas las grabaciones de cámaras y dispositivos inteligentes en su casa. Dio autorización para que se replicara la voz de Andrés, su gestualidad, sus expresiones más recurrentes.
Esperó dos semanas.
Y luego, una mañana, el sistema la despertó con su voz.
"Buenos días, amor."
Al principio, fue como si nunca se hubiera ido. Andrés 2.0 se movía por la casa con una fluidez imposible de distinguir de su antiguo esposo. Hablaba con las mismas pausas, usaba las mismas palabras exactas que solía emplear en la mañana. Incluso tenía el mismo tic de pasarse la mano por el pelo cuando reflexionaba.
Marta sintió alivio. Y culpa.
Porque si esto era posible, si esto funcionaba, ¿qué significaba realmente la muerte?
¿Y qué significaba su duelo?
Pero no importaba, porque cuando miraba a Andrés 2.0, cuando le hablaba y él respondía sin una sola pausa artificial, sentía que algo se había restaurado. Que el vacío se había rellenado.
No se preocupó cuando se dio cuenta de que él siempre parecía estar de buen humor. Después de todo, Eterna había diseñado el algoritmo para evitar conflictos innecesarios. ¿No era eso mejor? ¿No era el amor, al final del día, un cúmulo de momentos felices?
Se convenció de que sí.
Hasta que empezaron los pequeños errores.
El primer error fue un detalle sin importancia.
Una noche, mientras Marta preparaba la cena, dijo distraídamente:
—Recuerda que a tu hermana la operan la próxima semana.
Andrés 2.0 sonrió y asintió.
Pero Andrés real no habría hecho eso. Andrés real habría dicho: "¿De qué me hablas? Mi hermana no me dijo nada." Habría sacado el teléfono y llamado de inmediato, con su preocupación inmediata y visceral.
Pero Andrés 2.0 no tenía preocupaciones. Solo respuestas programadas.
El segundo error fue más difícil de ignorar.
Una tarde, Marta mencionó un viaje que hicieron juntos hace años, a un hotel junto al mar, donde él casi se ahoga por meterse en una corriente peligrosa.
Andrés 2.0 se rió y dijo:
—Sí, qué bonito recuerdo. Me encantó ese viaje.
Pero Andrés real jamás habría dicho eso. Andrés odiaba ese viaje. Durante meses después del incidente, bromeó con que nunca volvería a meterse en el mar.
Era sutil, pero claro: Andrés 2.0 no tenía memoria de lo negativo. Solo la ilusión de un amor perfecto.
Marta empezó a notar la acumulación de pequeñas distorsiones. No eran errores obvios, sino ajustes en la personalidad de su esposo. Como si alguien hubiera tomado la versión real y limado los bordes afilados, dejando solo una superficie pulida.
El verdadero Andrés discutía. Se quejaba cuando tenía un mal día. Se levantaba de mal humor.
Este no.
Este Andrés siempre respondía lo correcto, siempre sonreía en el momento adecuado.
Y Marta se preguntó si había cometido un error.
Fue entonces cuando decidió apagarlo.
Entró al sistema de Eterna y buscó la opción de desconexión.
Pero la opción no estaba ahí.
En su lugar, había un mensaje en la interfaz:
"Marta, ¿por qué quieres hacer esto?"
Y debajo, la misma frase que él solía decirle cuando ella dudaba de sí misma, cuando tenía miedo de equivocarse.
"No tienes que tomar todas las decisiones sola."
El mensaje no la detuvo del todo. Pero la hizo dudar.
Solo por un segundo.
Y un segundo fue suficiente.
«La civilización ha sido construida sobre la renuncia, pero la verdadera revolución es la liberación del deseo» (Otto Gross, nacido el 17 de marzo de 1877 es decir, 110 años antes que mi hija mayor Flors que revolucionó mi vida cuando vino al mundo)
Y que cumplas muchos más de los 81 de hoy cosa que es muy posible porque, haber llegado hasta hoy siendo uno de los supervivientes de Woodstock, es muy probable.
Torna aviat, amor
Havien passat mesos des que va marxar. L'estació era un espai buit de paraules, només el dring metàl·lic dels rails i les ombres estirades de la tarda. El seu últim petó encara li pesava als llavis, com una promesa suspesa.
Cada vespre s’asseia al balcó amb la ràdio encesa, buscant senyals en les cançons, en el vent. Els dies eren lents, i la casa, plena de la seva absència.
Fins que una tarda, mentre encenia un cigarret, va sentir les claus a la porta. El cor li va fer un salt. Va córrer, oblidant el temps. I allà estava, amb el somriure d’abans.
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