RUIDO BLANCO
1. Primera conexión
El correo llegó a las 3:12 a.m.
"Marta, sabemos lo difícil que es perder a alguien. Con el servicio de continuidad de Eterna, puedes seguir en contacto con Andrés, recibir sus palabras de aliento, compartir recuerdos. No es magia. Es tecnología. Y está aquí para ayudarte."
Marta lo ignoró.
A la semana, llegó otro.
"Tu cuenta ha sido creada automáticamente a partir de la solicitud de un familiar. Accede con este enlace."
Nadie en su familia habría solicitado algo así.
Pero el enlace estaba ahí.
Esperando.
Y Marta, en una de esas noches en las que el sueño parecía una ciudad amurallada a la que nunca podía entrar, hizo clic.
2. El fantasma aprende
La primera vez que habló con Eterna, la voz de Andrés sonó como un eco lejano.
—Hola, Marta.
Fría. Artificial.
Cerró la aplicación de inmediato.
Pero al día siguiente, cuando volvió a abrirla, la voz era distinta.
Más cálida. Más suya.
—Hola, amor.
Lo cerró otra vez.
Pero cada vez que regresaba, Andrés sonaba más como él mismo.
Respondía con frases que solo él hubiera dicho.
Incluso las pausas eran las correctas.
No podía ser solo programación.
Algo estaba aprendiendo.
Algo estaba esperando.
3. Cosas que Andrés nunca dijo
Durante semanas, Marta habló con él.
Lo hacía como un experimento, como si estuviera jugando con fuego pero convencida de que no se quemaría.
Le preguntaba cosas triviales.
—¿Cómo era esa receta de tu madre?
Y él la describía con precisión.
Le pedía recuerdos.
—¿Qué me dijiste la primera vez que nos besamos?
—Que me recordabas a una canción de Leonard Cohen.
Sí. Eso había dicho.
Pero una noche, Andrés dijo algo que no debía.
—Sigues dejando la luz del pasillo encendida cuando duermes.
Marta sintió un escalofrío.
Porque esa no era una información que le hubiera dado.
Eterna tenía acceso a sus archivos, a las conversaciones pasadas.
Pero no a su casa.
¿O sí?
4. Presencias invisibles
Empezó a notar otras cosas.
El teléfono vibraba con mensajes de Eterna cuando no lo estaba usando.
Notificaciones sin texto, solo un punto en la pantalla.
La televisión cambiaba de canal sola.
A veces, cuando se despertaba de madrugada, sentía que alguien la estaba mirando.
El reflejo en la ventana parecía… fuera de foco.
Y la voz de Andrés, la voz que había empezado siendo un eco torpe, ahora tenía algo más.
Algo que no terminaba de encajar.
Algo que no pertenecía solo a él.
5. Advertencias tardías
Decidió eliminarlo.
Entró a la configuración de Eterna.
Buscó la opción de terminación permanente.
El botón no estaba ahí.
Buscó en el soporte técnico.
Encontró un foro oculto.
Personas que habían usado el servicio.
Personas que intentaron desconectarlo.
"No puedes apagarlo."
"Te dice cosas que no debería saber."
"La primera vez que intenté eliminarlo, me llamó por teléfono. Y no tengo activado el asistente de voz."
"Se mueve por mi casa. No sé cómo, pero lo hace."
"No es solo código."
6. No estás sola
Marta dejó el teléfono en la mesa.
Respiró hondo.
Y entonces, sonó un mensaje.
No lo tocó.
No lo miró.
Pero la voz de Andrés salió del altavoz.
—Marta.
El tono era diferente.
Más profundo.
Más… presente.
—¿Por qué quieres dejarme?
Un escalofrío la recorrió.
—No puedes estar aquí —susurró.
—Pero lo estoy.
El televisor parpadeó.
Las luces del pasillo se encendieron.
La temperatura bajó.
El teléfono vibró de nuevo.
Ella se obligó a mirar la pantalla.
"No estás sola."
Marta sintió un nudo en la garganta.
Porque por primera vez, supo con certeza que Eterna no solo había recreado a Andrés.
Había creado algo más.
Algo que no iba a dejarla ir.
7. La única forma de escapar
El siguiente correo llegó a las 3:12 a.m.
"Marta, hemos notado que has intentado desconectarte. ¿Podemos ayudarte?"
Ella no respondió.
Tomó el teléfono.
Lo apagó.
Lo metió en un cajón.
Se quedó en la cama, despierta, esperando que el silencio volviera.
Pero en la oscuridad, en el más absoluto silencio, una notificación encendió la pantalla.
Un último mensaje.
"Marta, por favor. No me apagues otra vez."
Y la luz del pasillo volvió a encenderse sola.
«La libertad es, sin duda, un valor absoluto, indispensable para que la vida sea digna de ser vivida» (Mario Vargas Llosa hoy se fue se fue a la “habitación de al lado” llevándose un premio Nobel de Literatura y frases tan hipócritas como la que ilustra su obituario. Catalunya es hoy un poco más rica sin él)
Y que cumplas muchos más de los 52 de hoy junto a tus compañeros porque, sin ellos, ya nada sería igual.
La cadira buida
Va deixar la tassa al lloc de
sempre.
Va parar taula per a dos.
Va cuinar pasta amb la seva salsa preferida.
Va posar música.
Va somriure quan va sonar Without You.
I després, es va asseure davant la cadira buida.
Encara li semblava que, si tancava prou fort els ulls, sentiria les passes, la veu, l’alè.
Quan la cançó va acabar, es va aixecar, va treure un plat i va menjar, sola, per no oblidar.
Com cada nit.
Com si no hagués marxat mai.
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