EL ECO DE LOS MUROS
—¿Te das cuenta de que hay más ojos en las murallas que en toda esta plaza? —me dijo ella, señalando una garita que parecía susurrar secretos al mar.
—Eso es porque aquí todo vigila. Hasta el silencio parece estar de guardia —respondí.
No sé si fue el calor, la sal o la manera en que la luz se ensañaba con las cúpulas, pero aquel lugar tenía algo de epifanía domesticada. Como si algún dios hubiese pasado por allí, dejándose olvidado un par de ojos vigilantes en cada esquina.
—¿Subimos por esa calle? Tiene pinta de llevarnos a algún sitio que no sale en el mapa.
—¿Y si nos lleva a nosotros?
No veníamos buscando milagros, solo sombra y un plato decente. Pero en la cuesta de piedra, entre terrazas apretadas y banderines de colores, alguien me llamó por un nombre que ya no usaba.
—¿Has oído eso?
—¿El qué?
—Nada. O todo.
Más arriba, una torre marcaba la hora, el día y tal vez el juicio final. Tres relojes por si uno solo no bastaba para recordarte que el tiempo te pisa los talones aunque vayas descalzo.
—¿Para qué sirven tres relojes?
—Para perderte con precisión.
A los niños les encantaban las barcas pintadas como pájaros.
—¡Mira, papá! Esa tiene ojos. Nos está mirando.
A mí, el murmullo viejo de las piedras, el idioma que no entendía pero intuía: un dialecto de resistencia.
—¿Crees que todo esto aguantaría otra guerra?
—Aguantaría otra vida. Lo que no sé es si la querría.
Al anochecer, desde la otra orilla, la ciudad parecía pedir perdón por haber sido invencible. Iluminada y vulnerable, como quien enseña una herida para que no le dispares más.
—¿Te quedarías a vivir aquí?
—No. Pero me quedaría un poco más.
A veces, pienso que este sitio no existe. Que lo inventé un verano para salvarme.
«Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor» (Salvador Allende, nacido un 26 de junio de 1908 para ser el primer presidente marxista elegido democráticamente. Ya sabemos que eso no lo podían permitir los ‘salvadores de la patria’ cuyo representante, Augusto Pinochet, hizo que lo asesinaran durante el golpe de estado del 11 de setiembre de 1973)
Y que cumplas muchos más de los 82 de hoy aunque no se si te va a dar tiempo a componer una balada tan famosa como la del vídeo.
Bales i malabars
—No et moguis, Bonnie. Ens miren.
Ella somriu, mossega el llavi i es gira com si res, deixant que el vent li pentini la roba robada.
—No et fa por morir? —li xiuxiueja ell, mentre vigila el banc i compta mentalment fins a deu.
—Morir? Em fa més por avorrir-me.
I disparen. A càmera lenta, el món balla: una sirena crida, una persiana cau, un gos borda. I ells corren com dos gats escaldats amb pólvora als talons.
Però aquesta vegada no arriben al cotxe. Aquesta vegada, algú els espera abans.
Quan cau, Clyde li estreny la mà. Quan cau ella, riu.
—T’he dit que no et moguessis, Bonnie.
I l’última bala sona com un petó.
😘
ResponderEliminarSeguro que sí, y más de una!
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