DOMINGO QUE SE ENCOGE
Hoy, domingo 21 de diciembre, el sol ha decidido marcharse antes.
Lo he visto irse por la ventana del salón, como quien recoge el abrigo en mitad de una fiesta y se despide con la mano desde lejos, sin hacer ruido.
He mirado el reloj. No era tan tarde.
He mirado el móvil. Silencio en los grupos.
He mirado mi vida. Ahí ya era más de medianoche.
Pienso que el tiempo se ha vuelto un experto ladrón: entra cada día por la misma puerta, a la misma hora, y aun así fingimos sorpresa cuando descubrimos que el año se ha encogido, que las fotos antiguas sonríen más que las nuevas, que el futuro, por muy brillante que venga, siempre trae un matiz menos intenso que aquel momento que ya no vuelve.
En un arranque de lucidez —o de pánico— escribo en el chat de familia:
“Hoy el sol se pone antes. Aprovechad. El tiempo pasa rápido y, por muy feliz que sea lo que viene, siempre será un poquito menos feliz que lo que ya hemos vivido. No porque el futuro sea peor, sino porque lo pasado ya está a salvo.
Que lo paséis genial. Besos y abrazos.”
Pulso enviar.
Un par de tics azules.
Un corazón.
Un emoji de risa.
Afuera, el sol ya se ha ido.
Dentro, me prometo —otra vez— que mañana empezaré a aprovechar más la vida.
Y sé —otra vez— que esa promesa también envejece en cuanto la pienso.
«La justicia no es ciega: mira exactamente hacia donde le dicen que mire.» (Seicho Matsumoto, nacido el 21 de diciembre de 1909 era escritor de novela policíaca, por tanto sabía de lo que hablaba. Ejemplos, muchos, muchísimos en cualquier país y en cualquier época. Y nosotr@s también sabemos porque miramos a la justicia cada día)
Y, para quién no lo sepa, hoy empieza el invierno. Así lo explicó Antonio Vivaldi.
El violí del fred
El carrer s’estreny sota una capa de gel que grinyola com dents. A la finestra, el radiador fa veure que treballa; jo també. El vent colpeja persianes, desafina antenes, i dins del meu cap un violí corre, s’atura, torna a córrer: persecució d’alguna cosa que no sé anomenar. Baixo a comprar pa i l’aire em mossega les orelles amb educació antiga. A la bossa, el pa s’escalfa com una promesa ridícula. Quan arribo, ja és pedra. I jo, també.

Grácies ❤️
ResponderEliminarDe res!
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