viernes, 31 de enero de 2025

 LA CONSPIRACIÓN DE LOS CUERPOS

Cuando despertó, Diego seguía allí. Su respiración se mezclaba con el murmullo amortiguado de la calefacción, y la manta enredada entre sus piernas apenas cubría el naufragio de su torso. Jimena lo miró en silencio, con la precaución de quien sabe que un movimiento puede cambiar el curso de los acontecimientos.

El reloj en la mesilla de noche marcaba las 07:04. Enero terminaba en viernes. El final de un mes y el final de... ¿demasiado?

Se levantó despacio y caminó hacia la ventana. Afuera, la ciudad despertaba con el mismo frío de los días anteriores. Un coche frenó de golpe. Alguien insultó. Una cafetera silbó en algún apartamento vecino.

Jimena cerró los ojos un momento. Todavía sentía el peso de la noche en el cuerpo, la forma en que Diego había enredado sus piernas en las suyas, su boca dejando un mapa de huidas en su clavícula. Pero dormir juntos era otra cosa. Lo había notado en su respiración, en la forma en que la distancia se diluía sin que ninguno la forzara.

—Dime qué piensas —murmuró Diego, abriendo apenas los ojos.

Jimena sonrió con desgana.

—Que dormir juntos es más íntimo que follar.

Diego se estiró en la cama sin responder. Su brazo izquierdo quedó sobre la almohada, ofreciéndole un espacio que Jimena no ocupó.

—No siempre —dijo él finalmente.

Jimena se volvió a la ventana. Las nubes parecían pesar sobre los edificios.

—No siempre —repitió ella, pensativa. —Pero cuando lo es, da miedo.

Diego se incorporó y la observó con una media sonrisa.

—Que te dé miedo no significa que sea malo.

Jimena ladeó la cabeza y lo miró de reojo.

—O que sea bueno.

Diego suspiró y pasó una mano por su cabello revuelto.

—Siempre hacés esto.

—¿El qué?

—Cuestionar todo.

Jimena lo miró fijamente.

—Tal vez sea la única manera de saber si algo es real.

Diego se levantó y caminó hacia ella. Sus pies descalzos crujieron sobre la madera del suelo. Se detuvo a pocos centímetros y alzó una mano para tocarle el rostro, pero Jimena se apartó un poco.

—Si necesitas pruebas, entonces no lo sentiste —dijo Diego con voz suave, pero firme.

El reloj marcó las 07:11. La lluvia comenzó a golpear el cristal.

Jimena no respondió. Porque sabía que no había respuesta correcta. O tal vez la había, pero ninguno estaba preparado para decirla en voz alta.

«Las personas morales son las más vengativas de la humanidad, emplean su moralidad como la mejor y más sutil arma de venganza» (Lev Shestov, nacido el 31 de enero de 1866 para criticar la moralidad utilizada como un arma de venganza y condena al fuego eterno)

Y que cumplas muchos más de los 44 de hoy siendo tan bailongo como lo eres. Oye y no, no pares el sentimiento.

No puc aturar el sentiment

Una llum intensa omple el carrer, la música s’escapa de cada finestra, descontrolada, com una onada. Ella balla al mig del pas, sense mirar al voltant, deixant que els ritmes la guiïn. Quan el sol es posa, el seu cos sembla flotar. No hi ha barreres, només moviments, només el plaer de sentir. Llavors, un desconegut es para davant seu, somriu i la segueix. Tot el barri sembla unir-se, com una gran coreografia espontània. La ciutat s’omple de música. Ningú vol aturar-ho. El cos parla més que les paraules.


 

 

jueves, 30 de enero de 2025

LA IRA MANIPULADA

En un país que nunca dormía, donde las redes sociales eran el nuevo Parlamento y los influencers los verdaderos ministros, surgió una cuenta llamada "El Justiciero Anónimo". Nadie sabía quién estaba detrás, pero eso no importaba. Su voz era el altavoz de la indignación colectiva, ese fuego que calentaba a todos pero consumía a unos pocos.

Todo comenzó con un video: un político, captado mientras salía de un restaurante caro, riéndose con un grupo de empresarios. "Mientras tú no puedes pagar la luz", decía la descripción. El video se volvió viral en cuestión de horas. Los comentarios explotaron como fuegos artificiales: insultos, memes y llamados a protestas llenaron la red.

Los ciudadanos, enfurecidos, salieron a las calles. Algunos llevaron pancartas, otros sartenes para hacer ruido. Las protestas se transmitían en directo desde miles de teléfonos. Cada grito de indignación era amplificado, cada empujón retransmitido al instante. "El Justiciero Anónimo" compartía cada detalle, agregando frases que avivaban las llamas: "¿Hasta cuándo vas a aguantar?", "Es hora de actuar".

Pero lo que nadie sabía era que "El Justiciero Anónimo" no era un ciudadano común, ni siquiera un grupo activista. Era una agencia de marketing contratada por un conglomerado empresarial. Su objetivo no era derrocar al político, sino desviar la atención de una ley que estaban a punto de aprobar, una que les permitiría explotar recursos naturales en áreas protegidas.

En medio de las protestas, Juana, una maestra jubilada, se convirtió en el rostro del movimiento. "Esto no es por mí", decía frente a las cámaras, "es por mis nietos, por su futuro". Las imágenes de Juana llorando bajo la lluvia con una pancarta hecha a mano se volvieron el símbolo de la lucha.

Mientras tanto, en una sala de reuniones con aire acondicionado, los ejecutivos observaban las manifestaciones en pantallas gigantes. Uno de ellos, sonriendo, dijo:

―Perfecto. Nadie está hablando de la ley.

Los días pasaron y las protestas crecieron. Las calles estaban llenas, pero las conversaciones en las redes comenzaron a fragmentarse. "El Justiciero Anónimo" empezó a publicar teorías cada vez más extravagantes: el político no solo era corrupto, sino que también estaba financiando experimentos ilegales. "¡Comparte si estás indignado!", exigían los mensajes.

La indignación, antes una fuerza unificadora, comenzó a fracturarse. Grupos pequeños se peleaban entre sí por cuál era la verdadera causa de lucha. Algunos querían justicia por el político corrupto, otros exigían explicaciones sobre los experimentos inventados, y unos pocos, más escépticos, empezaron a sospechar de "El Justiciero Anónimo".

Un día, Juana fue invitada a un programa de televisión. Le preguntaron qué opinaba de las últimas publicaciones del Justiciero. Juana, con una mirada cansada, respondió:

―Ya no sé qué creer. Empezamos luchando por algo real, pero ahora todo parece un circo.

El comentario de Juana se volvió viral, pero no como ella esperaba. Fue editado, manipulado y convertido en un meme que la ridiculizaba. "Traidora" era la palabra más repetida en los comentarios.

Poco a poco, las protestas se apagaron. La ley fue aprobada sin que nadie lo notara. El político del video original fue destituido, pero no importó: otro igual tomó su lugar. "El Justiciero Anónimo" desapareció, dejando solo un rastro de indignación sin rumbo.

En la última escena, Juana estaba sola en su casa, mirando la televisión. En las noticias, un presentador hablaba sobre el éxito económico de las nuevas explotaciones mineras. Cambió de canal y encontró un anuncio de un nuevo teléfono inteligente. La voz del comercial decía:

―Innovación que cambia vidas.

Juana suspiró, apagó el televisor y miró por la ventana. Afuera, las calles estaban vacías. Por primera vez en meses, no había nadie gritando.

«Para nosotros, la democracia es una cuestión de dignidad humana. Y la dignidad humana es la libertad política, el derecho a expresar libremente la opinión y el derecho a criticar y formar opiniones» (Olof Palme, nacido el 30 de enero de 1927 para ser asesinado en extrañas circunstancias por decir verdades incómodas y practicarlas) 

Hoy hubiese cumplido 83 años pero el corazón -y los médicos que lo operaron- le jugaron una mala pasada a los 76.

Cors trencats

Els cors, com ocells ferits, busquen un cel on volar junts. En la nit fosca, cada batec és un crit silenciós, una melodia d'esperança. Les ferides cicatritzen amb el temps, però la memòria de l'amor perdut roman com una cicatriu daurada. I en cada nou alba, la fe renaix, la creença que dos cors poden tornar a ballar junts, al ritme d'una cançó oblidada.