domingo, 30 de octubre de 2011

Desperdicio


Una vez al año se nos da la oportunidad de volver a nuestro pasado. Solo una hora, pero un espacio de tiempo suficiente para cambiar aquello que no nos ha gustado o repetir aquello con lo que hemos gozado. Sin embargo pasamos la ocasión durmiendo.

lunes, 24 de octubre de 2011

Presente


El cursor no deja de parpadear avisándome de que la hoja permanece en blanco. Lo miro sin verlo esperando que su cadencia me lleve a parir algo que contar. Solo me aparecen ideas inconexas. Pienso que debería escribir sobre la Navidad  a la vez que superpongo de inmediato la opinión contraria. Demasiado pronto para empezar cualquier tema navideño, las cosas deben aparecer cuando les toca, me digo, por su cauce acostumbrado que en este caso es cuando se iluminan las luces de colores de felicitación de “El Corte Inglés”. Adelantarme a “El Corte Inglés” sería como ir contra el orden natural establecido. Tal vez el argumento para escribir  lo encontraría entre mis recuerdos. Ese sería un buen tema pero también lo deshecho rápido. Unir la melancolía de un día lluvioso como el de hoy a la nostalgia de vivencias pasadas –no importa si mejores o peores- dejaría abierta la puerta a la depresión. Y antes que caer en esas profundidades prefiero lanzarme al vacío del presente.

jueves, 20 de octubre de 2011

Lo que nace de un beso (y IV)


Me acerco buscándola, buscando ese centro hacia el que todo señala. Me arrodillo entre sus piernas y contemplo esa mínima oscuridad. Desnudo mi cintura y mis muslos. Compruebo mi excitación, pero no es sólo su cuerpo ni el acto de su entrega: se trata sobre todo del ritual, de ese encuentro con ella y este último ofrecimiento completo. Ella respira con fuerza, su cabello abatido sobre la espalda y la almohada, el rostro hundido en las sábanas. Continúo apretando su carne firme, esas nalgas espléndidas y abiertas, y con los pulgares aparto sus curvas y descubro más el rojo interior. Me tiendo, vibrando de placer, sobre su espalda, apoyando mis manos en la cama, guardando un delicado equilibrio sobre la deliciosa suavidad de su piel. Mi sexo, sin embargo, no busca su interior. No, no se trata de consumar nada. Queda atrapado entre sus glúteos, señalando endurecido hacia la concavidad delicada de su lomo. Sus nalgas se abren como algo tibio que envolviera mi placer. Jadeo, gimo sobre ella con los ojos cubiertos, vivo un instante- el instante exacto en que mi orgasmo escapa-  la fantasía de hacerle el amor, el sexo fingido como nuestro encuentro o nuestros besos y transformo mi masturbación en algo mutuo y ella me ayuda con sus gestos fuertes, la contracción de todo su cuerpo al sentir que la riego con mi placer, sus brazos que sujeto con fuerza de violación, sus espasmos, durante los que crispa las nalgas como si recibiera latigazos. 

Al apartarme, aún jadeante, mi sexo permanece unido a ella por lentas gotas blancas que se derraman sobre su vértice, entre las piernas. Relajo sus nalgas y juego con la caída lenta de la esperma por entre ellas. Ella, silenciosa, manchada, poseída.

Disfrutar teniéndote sin tenerte: eso es el placer eterno.

martes, 18 de octubre de 2011

Lo que nace de un beso (III)


Y por fin llegamos al hotel.

-          Una sola noche –le digo al recepcionista.

La habitación es espaciosa. Corremos las cortinas y nos quedamos contemplando la cama: amplia y sin adornos, apenas un cabezal de esos antiguos de barrotes. Hay una sola mesilla y un jarrón de flores. Lo llena de agua y pone allí las flores que le he regalado. Cuando deja las flores, se desnuda con lentitud pero sin interrumpirse. Es como si continuase manejando las flores: la chaqueta rosada, la falda de suave cremallera, las medias, la celosía blanca y dúctil del portaligas, todo va cayendo sobre la cama con regularidad de nevada, en un silencio turbador. Se arrodilla frente a su propia ropa y, sin apartar las sábanas, se tiende desnuda por completo, bocabajo, el pelo suelto, separando hasta el infinito las piernas.

La contemplo perseverante, así tendida en la cama. Cierro los ojos. Los abro: esa pausa la ha transformado. La visión que ahora tengo de ella es totalmente distinta; su cuerpo parece un símbolo.

No encuentro obscenidad. Hallarla así, en esa posición abierta, las piernas casi hundidas, su última oscuridad iluminada y roja, sin que exista ni violencia ni fuerza. Muy al contrario: una inmensa ternura parece depositada sobre su desnudez, como un velo.

domingo, 16 de octubre de 2011

Lo que nace de un beso (II)

Busco entonces más allá de la media, justo en el extremo del muslo. Introduzco la otra mano por el borde de la falda y la hago subir más hasta alcanzar los arrabales de la piel desnuda. Me deshago en el sabor de su lengua mientras acaricio la carne bajo la falda, el liguero recto y tenso y  la ausencia –deliciosamente evidente- de otra prenda íntima. Todo me excita: no es la caricia en sí, es la presencia de ella, la fantasía que irradia, nuestro propio teatro y su transmutación suave hacia la realidad. No hay amor, ni siquiera un verdadero deseo: pero las consecuencias son iguales.

sábado, 15 de octubre de 2011

¿Quienes somos?


Los que no somos indignados.
Los que no gritamos.
Los que no estamos parados,  ni quietos.
Los que no somos ni gais, ni lesbianas.
Los que no venimos en patera.
Los que no nos situamos ni a la derecha, ni en el centro, ni a la izquierda.
Los que no robamos, ni estafamos, ni asesinamos.
Los que no salimos en un “reality” televisivo.
Los que no tenemos un día conmemorativo.
Os diré quienes somos: Nadie.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Lo que nace de un beso (I)

 

Su brazo rodea mi cuello tras el respaldo del asiento; la otra me atrae por la nuca con suave entrega. La beso en la comisura de los labios, llenándome de dulzura y sabor a perfume. Descubrimos las lenguas y nos acariciamos con ellas, los alientos se unen en una calidez única y recíproca, que crea como una tercera boca que respirara.

Ha cruzado las piernas, ofreciéndome la dúctil curva  de malla de su muslo derecho por encima, totalmente descubierto. Deposito mi mano sobre esa deslumbrante piel y aprieto hasta sentir que su músculo obedece. Sin embargo no consentimos que esa caricia interrumpa el beso, el abrazo tierno, el ansia descubierta: porque hay un punto tras el cual dos bocas que se humedecen juntas crean un deseo aunque antes no existiera.

martes, 11 de octubre de 2011

¿Se acaba el mundo?

Todos los indicios indican que si, que el Mundo se acaba. La semana pasada murió Steve Jobs, uno de los dioses, y ayer dejó de funcionar mi blackberry . Ir arreglando vuestros asuntos y no dejar nada pendiente.

domingo, 9 de octubre de 2011

El hombre menguante

El endocrino le había dicho que la comida lo iba a matar. Sus niveles de triglicéridos, colesterol y glucosa combinados con su edad, formaban un cóctel que podía ser  letal si no se cuidaba. Como era un hombre muy disciplinado, además de presumido, y no tenía ganas de irse del mundo de los vivos por el momento, decidió ponerse a dieta. Siguió a rajatabla el régimen que le marcó el médico y así fue perdiendo, cinco, diez, quince, veinte quilos en poco más de tres meses. No se daba cuenta que su aspecto iba cambiando. Las personas que lo rodeaban nada le decían pensando que tanta delgadez en tan poco espacio de tiempo se debía a una grave enfermedad. Él creía que el silencio de los demás se debía a que aún lo veían gordo por lo que decidió seguir perdiendo peso. Veinticinco, treinta, cuarenta, cincuenta quilos hasta que llegó un día en que su adelgazamiento lo hizo invisible para las personas. En casa lo dieron por desaparecido y en el trabajo lo despidieron por ausencia injustificada. De nada le servía gritar que él estaba allí; su tono de voz  había decaído tanto como su tamaño haciéndola imperceptible al oído humano.

Sin embargo el hombre no desesperó y optó por adaptarse a su nueva situación. Era aún demasiado grande para codearse con ratas, ardillas y demás fauna y pequeño para gatos, chihuahuas y similares. En un esfuerzo encomiable de adaptación al medio continuó su ayuno perdiendo tres, dos, un quilo, quinientos gramos. De esa manera se hizo un lugar en el mundo de los ratones aprendiendo su manera de comunicarse y sus costumbres. Llegó a tener buenos amigos y no le fue difícil convertirse en su líder. Aunque pequeño, conservaba su cerebro en el que tenían cabida algunos miles de neuronas que le hacían superior a los roedores. Pero su proceso de adelgazamiento no se detuvo y continuó disminuyendo de peso: trescientos, doscientos, cien, cincuenta gramos. Su cuerpo era ahora del tamaño de una mosca,  de hecho tuvo que aclimatarse al universo de los insectos. Incluso fabricó unas alas artificiales para intentar volar. Su vuelo, lanzándose desde lo alto de un taburete, casi acaba en tragedia. Su excesiva pesadez impidió la volada y acabó con sus huesos en el suelo. Suerte que allí había unos algodones que amortiguaron su caída. Gracias a ellos solo se rompió una pierna. Durante su convalecencia tuvo tiempo para reflexionar, decidiendo que su deseo era volar y si para ello tenía que prolongar su dieta lo haría. Perdió veinte, diez, cinco, un gramo, alcanzando las dimensiones de una pulga. Ahora podría volar. Emprendió la ascensión del taburete por la pata sur.

Tan  enfrascado estaba con su ascenso que no la vio llegar. Nunca supo que fue una lenteja la que le cayó encima aplastándolo.

martes, 4 de octubre de 2011

Inexistencia


Qué sensación tan extraña tenía participar en aquél engaño. La farsa era tan simple que rayaba en lo ridículo. Ella construía imaginarias verdades siguiendo los planos que encargaba a aparejadores con disfraz de amistad especial y entendidos en sexo.  Él estaba allí, en un edificio cimentado de falsas realidades,  preguntándose el porqué era absurdo protagonista de una ficción que conocía.  

Tal vez necesitaba aquella apariencia para cubrir su exigente presunción.

Tal vez trataba de llenar el vacío que dejó su último sueño.  

Tal vez pretendía saciar su hambre de sexo.

Tal vez perderse en un mundo banal y sin substancia.

Aunque lo más probable es que él esperase una respuesta a su irracional actitud sabiendo que de Ella, la Vida,  nunca la obtendría. Es el problema que tienen los muertos, que no existen.