lunes, 31 de julio de 2023

 CANSADOS Y HARTOS


El sol poniente pintaba paisajes ámbar y rubí en el café de la esquina, un lugar donde la vida se enredaba en espirales de humo de tabaco y susurros de confidencias. En una mesa apartada, dos hombres -uno cansado y el otro harto- se encontraban frente a frente, sumergidos en el diálogo y la introspección.

El Cansado era un hombre de facciones agotadas, con ojos opacos como un cielo sin estrellas y una postura encorvada que recordaba al sauce llorón en un día de tormenta. A su lado, el Harto era un volcán a punto de erupcionar, con su mirada de acero forjada en la frustración y las manos apretadas como si quisiera estrangular al viento.

"¿Qué ganas con esa actitud?", dijo el Cansado, jugueteando con su taza vacía como si el fondo contuviera las respuestas que tanto ansiaba. "No veo el sentido en tu batalla constante".

El Harto, cuyos dedos habían dejado huella en la madera de la mesa, miró al Cansado con un brillo desafiante. "Y yo no comprendo tu conformismo", replicó, "¿Cómo puedes vivir simplemente existiendo?"

Los ojos del Cansado eran dos pozos profundos de resignación, un océano calmado e inmóvil, que no ofrecía refugio a las olas de la revolución. "No se trata de conformismo", murmuró, "Es cansancio. No quiero mover montañas, solo quiero observarlas en paz".

El Harto era un río desbocado, su furia se derramaba en cascadas de palabras, "¡Pero no puedes simplemente quedarte mirando! El mundo necesita acción, no espectadores".

Las palabras se suspendieron en el aire, como hojas atrapadas en el viento de otoño, cada una portadora de una perspectiva, una verdad. El Cansado veía el mundo como un lienzo ya pintado, un cuadro para contemplar y admirar. El Harto, en cambio, veía un lienzo en blanco, una invitación a empapar los pinceles en los colores del cambio.

La tensión entre ellos era un hilo frágil, una cuerda floja sobre un abismo de incomprensión. Pero a pesar de sus diferencias, ambos compartían un nexo común: el desgaste. El Cansado, agotado por el peso de la inacción, y el Harto, consumido por la lucha constante.

El sol se desvaneció, dejando en su lugar un manto de estrellas, y en la quietud de la noche, los hombres encontraron un entendimiento tácito. A su modo, cada uno estaba luchando, cada uno a su ritmo, cada uno con sus armas. El Cansado y el Harto, dos caras de la misma moneda, dos almas enfrentadas y, a la vez, irremediablemente entrelazadas.

El mundo, por tanto, no es más que el escenario de una danza eterna entre los cansados y los hartos. Una danza de silencios y rugidos, de inacción y acción, de contemplación y revolución. Y aunque parezcan lo mismo, no lo son. Porque los cansados son los que han dejado de bailar, y los hartos son los que, a pesar de todo, no pueden dejar de moverse al ritmo de la música.

“En efecto, un país se considera tanto más desarrollado cuanto más sabias y eficientes son las leyes que impiden al miserable ser demasiado miserable y al poderoso ser demasiado poderoso (Primo Levi, nacido para sufrir el 31 de julio de 1919 y sin embargo fue capaz de ser feliz)

Y que cumplas muchos más de los 59 de hoy siendo el hermano mayor del grupo. Tots a cobert! Treure abrics i mitjons (que no siguin blancs, si us plau) Ve una onada de fred!




 

 

domingo, 30 de julio de 2023

 EL JARDÍN DE LAS APARIENCIAS


En un reino de sombras y susurros, donde los ríos fluían con plata líquida y las montañas eran de cristal, existía un jardín de inigualable belleza y encanto. Este jardín, conocido como el Jardín de las Apariencias, estaba colmado de flores que cambiaban de color con el ánimo del viento y árboles cuyos frutos podían adoptar la forma de los más exquisitos manjares.

En medio de este jardín vivía un joven, Alastair, cuya belleza rivalizaba con la del propio jardín. Pero Alastair, deslumbrado por las apariencias del jardín, se había vuelto un esclavo de las cosas superficiales, satisfecho con los frutos engañosos y los colores cambiantes de las flores.

Un día, una anciana, cuya piel estaba arrugada como un pergamino antiguo y cuyos ojos brillaban con la sabiduría de los siglos, visitó el jardín. Alastair, acostumbrado a la belleza superficial, la despreció en un principio. Pero la anciana, con una sonrisa que parecía la luna en un cielo estrellado, le dijo:

"Hijo mío, este jardín es un espejismo, una ilusión. Lo que ves no es real, solo es un reflejo engañoso de la realidad. Debes renunciar a estas apariencias para encontrar la verdad".

Alastair se rió ante sus palabras, pues para él, la belleza del jardín era lo único que importaba. Pero la anciana, con una paciencia que solo puede tener la eternidad, le respondió:

"La belleza es como una mariposa. Si la persigues, siempre estará fuera de tu alcance. Pero si te sientas en silencio, puede que venga a posarse sobre ti".

Alastair, intrigado por las palabras de la anciana, decidió seguir su consejo. Renunció a los frutos engañosos y a las flores de colores cambiantes, y se sentó en silencio en el jardín. Y con el tiempo, comenzó a ver la verdadera belleza del jardín.

Las flores, aunque no cambiaban de color, eran bellas en su simplicidad. Los frutos, aunque no adoptaban la forma de manjares exquisitos, eran dulces y nutritivos. Y Alastair, liberado de las cadenas de las apariencias, encontró una felicidad y paz que nunca había conocido.

Las cosas no son siempre lo que parecen: en el engañoso jardín de la vida, debemos aprender a renunciar a las apariencias y buscar la verdad que se esconde detrás de ellas. Solo entonces podremos encontrar la verdadera belleza y la verdadera felicidad.

Alastair, liberado finalmente de las cadenas de las apariencias, se convirtió en el guardián del jardín, compartiendo la sabiduría que la anciana le había impartido a todos los que visitaban el Jardín de las Apariencias. Y así, el jardín se convirtió en un lugar de verdad, y no solo de belleza.

"El tirano oprime a sus esclavos y éstos no se vuelven contra él, sino que aplastan a los que tienen debajo" (Emily Brontë, nacida el 30 de julio de 1818 en la cumbre de su carrera tuvo que convertirse en hombre para publicar una obra maestra de la literatura de todos los tiempos: “Cumbres borrascosas”)

Y que cumplas muchos más de los 65 de hoy, justo la edad de jubilación si llevas más de 38 años y medio cotizados... Que casualitat que a Emile Brönte li dediquessin una cançó d'algú que va néixer en el seu mateix dia però 140 anys més tard!