EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE SUBIDA DEL PRECIO DE LA LUZ
Iba a pedirle en matrimonio aquella noche y quería que fuese inolvidable ¡Qué mejor manera de demostrarle su amor, pensó él, que regalarle el anillo de compromiso más caro que encuentre! Así se dirigió a la lampistería más próxima a comprarle la alianza. Desde que el precio de la luz se había enfilado hasta los 60.000 € por Kw/h los anillos eléctricos habían desplazado a los de brillantes en todas sus versiones. Cerraron muchas joyerías y otras se reconvirtieron en lampisterías que pasaron a ocupar las calles y paseos más lujosos de las ciudades. Aunque eran muy caros tenían muchas ventajas: se podía alternar la intensidad de la luz y su calidez dependiendo del momento, hasta se podía elegir el color, cambiante como las luces de un árbol de Navidad, según el estado de ánimo de la portadora. La única pega es que debían estar conectados a la red eléctrica para que irradiasen todo su valor y ni todas las viviendas, ni todos los restaurantes de la ciudad podían permitirse el tener una instalación eléctrica. Eligió uno de las afueras, en un entorno idílico, frente al mar. Era verano y podrían disfrutar del jardín electrificado del restaurante ideal para parejas que quisieran prometerse en ese entorno. La noche estaba despejada y la lástima es que la contaminación lumínica producida por las alianzas eléctricas de las parejas allí congregadas, no permitía ver la luna llena que caía sobre el mar, ni las estrellas salpicando el cielo. No importaba porque ella estaba ensimismada observando el cambio de colores de su anillo, ahora anaranjado como las llamas del fuego, como la pasión de él cuando le hacía el amor. Tan absorta estaba contemplando la alianza que no se dio cuenta cómo el camarero tropezaba y derramaba la jarra de agua que les llevaba sobre la instalación eléctrica de su mesa. En una milésima de segundo, antes de caer fulminada por la descarga eléctrica de su anillo al entrar en contacto con el agua, pudo ver la cara de horror de quién quería haber sido su compañero.
A sus 52 años que cumple hoy, Lara Fabián puede seguir cantando esa versión de Caruso que tanto nos gusta a algun@s
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