Trabajar mal sale caro. Carísimo. Para muestra un botón. A mediados de julio decidí que había llegado la hora de cambiar el colchón de mi cama. Doce años de antigüedad y unos reiterados dolores de espalda me indicaban que había llegado el momento. Me gustan los colchones y, por ende, las camas grandes, esas donde no es posible enfadarte porque no te encuentras con tu pareja y, cuando lo haces, es para algo agradable. Pues bien me compré uno hecho con materiales que prometían rejuvenecer mi espalda y darle descanso a mi espíritu. Escogí el “Premium-Imperial”, vamos el más caro del catálogo que casualmente estaba rebajado un 50% y venía con un regalo, dos almohadas acordes con la categoría del jergón. Como cambiaba algo el tamaño y la textura decidí o me convencieron substituir el somier. No podía ser en una pieza única sino en dos de 90 centímetros de ancho cada una. Al cabo de 10 días trajeron a casa el ansiado colchón con el canapé. Fue a finales de julio a las 15 horas y con un calor asfixiante, así que fueron rápido. Unos días después observo que el borde de una de las piezas del somier está rajada, como si al pasar el cúter de cortar embalajes, lo hubiesen hecho también con la pieza del canapé. Era primeros de agosto, hacía calor y tenía ganas de salir de Barcelona pero el precio que me había costado merecía que me pasase por la tienda donde adquirí colchón y somier para reclamar el cambio.
-Le abro la incidencia y lo envío a almacén para que se lo cambien- me dijo la que días antes me había colocado la mejor pieza de dormir de la tienda.
Abrió la incidencia advirtiéndome que el seguimiento debía hacerlo yo con el almacén que ahora están de vacaciones “y no vuelven hasta el 23 de agosto”. Así lo hice y solícito me apresuré ese día a llamar al almacén donde me indicaron que lo pedían a fábrica y que “cuando lo tuviesen me avisarían para realizar el cambio de la parte del canapé averiado". Ayer vinieron a reemplazarme esa parte de somier y ¡oh, sorpresa! es de diferente color, textura y acabado del otro, del que debía ser su gemelo. Nueva reclamación y a esperar que fábrica me sirva en unos días la nueva parte del canapé con el color, textura y acabados adecuados. A mí no me ha variado el precio por lo que supongo que alguien de la cadena habrá asumido el sobrecoste de los despropósitos. Trabajar mal sale caro, carísimo.
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