CAFÉ PARA TODOS

Éramos ocho almas solidarias que nos citábamos cada mes para celebrar la vida con una comida. Veníamos de distintos mundos, pero nos unía una misma pasión: el voluntariado. Entre platos y copas, nos contábamos nuestras historias y nuestras ilusiones, nuestras penas y nuestras alegrías. Nos sentíamos parte de una familia.

Pero cuando el postre dio paso al café, la armonía se quebró. Cada uno reclamó su brebaje con una fórmula distinta y caprichosa: café solo, café sólo con hielo, café solo descafeinado, café americano en vaso largo con doble ración de hielo, cortado, cortado descafeinado con hielo, cortado descafeinado de máquina sin azúcar y cortado descafeinado de sobre. Ocho propuestas para un agobiado camarero. Nosotros nos enfrascamos en una absurda disputa. ¿Cómo era posible que no pudiéramos conciliar nuestros gustos en algo tan nimio como el café? ¿Qué nos hacía creer que podríamos acordar un modelo para gobernarnos?

Me invadió una honda tristeza y un amargo desencanto. Me pregunté si nuestro voluntariado era solo una máscara para ocultar nuestro egoísmo, si nos importaban de verdad los demás, si sabíamos escuchar, dialogar y respetar las diferencias. Me pregunté si había esperanza para la humanidad.

Entonces, uno de mis compañeros se levantó y dijo: “Yo invito al café. Pedid lo que queráis”. Los demás le agradecimos el gesto y le sonreímos. Él me guiñó un ojo y me dijo: “No te preocupes. Lo importante es lo que hacemos, no lo que bebemos”. Y yo pensé que quizás tuviera razón. Quizás todavía hubiera esperanza.

 "Después de haber descubierto que la vida no tiene sentido, no nos queda más que hacer que darle un sentido" (Lucián Blaga, nacido el 9 de mayo de 1895: por una letra no le censuraron el apellido. Hubiese sido un sinsentido, por supuesto)

 Y que cumplas muchos más de los 54 de hoy ¡esta es tu noche! Bueno, y la de tod@s. Ja només ens faltaria que ens llevessin la nit. Hauríem de dormir de dia i no hi hauria ni un sol gat marró.