martes, 14 de noviembre de 2023

 BORIS I, REY DE ANDORRA


Las montañas de los Pirineos se alzaban majestuosas sobre el diminuto Principado de Andorra, como guardianes de un secreto milenario. Allí, en aquel rincón olvidado de Europa, el tiempo parecía haberse detenido, ajeno a la agitación política que sacudía al resto del continente en aquel año de 1934.

Pero en los estrechos caminos que serpenteaban entre los picos y valles de Andorra, un hombre llamado Borís Skósyrev recorría los humildes pueblos, arengando con promesas de prosperidad y grandeza a los sencillos campesinos. Sus ojos grises centelleaban con ambición mientras relataba, con esa cadencia hipnótica que le caracterizaba, sus planes para transformar el principado en una monarquía moderna y poderosa.

-¡No más pobreza ni hambre! ¡Edificaremos carreteras y escuelas! ¡Andorra se alzará orgullosa bajo mi reinado! -exclamaba Skósyrev, con el fervor de un profeta y la determinación de un conquistador.

Skósyrev era un ruso de treinta y cinco años, alto, rubio y de ojos azules, que se había presentado en Andorra con un pasaporte falso que lo acreditaba como diplomático de la Sociedad de Naciones. Había alquilado una casa en la plaza del Pueblo de Andorra la Vella, la capital del principado, y había empezado a relacionarse con los políticos, los comerciantes y los intelectuales locales, a los que seducía con su carisma, su cultura y sus promesas de modernización y progreso.

El 8 de julio, ante el Consejo General reunido en el Palacio de la Vall, Skósyrev se autoproclamó Rey de Andorra. Incrédulos pero cautivados por sus palabras, los consejeros le otorgaron su aprobación.

-Señores, hoy es un día histórico para Andorra. Hoy nace una nueva era de libertad, justicia y bienestar para nuestro pueblo. Hoy me proclamo vuestro rey, con el nombre de Borís I, y os juro que haré de Andorra una nación respetada y admirada por el mundo entero -declaró Skósyrev, con voz firme y gesto solemne.

Los consejeros, impresionados por su elocuencia y sus promesas, y temerosos de perder su influencia y sus privilegios, le dieron su voto de confianza.

-Viva el rey Borís I -gritaron algunos, mientras otros guardaban silencio o murmuraban entre ellos.

Sin embargo, al otro lado de la frontera, en el obispado español de Seo de Urgel, el obispo Justino Guitart y Vilardebó observaba con recelo la ambición desmedida del extraño monarca eslavo. Como copríncipe de Andorra junto al presidente francés, el obispo tenía autoridad sobre el principado, y no estaba dispuesto a cederla ante un advenedizo que pretendía usurpar el gobierno de Andorra.

-No puedo permitir que ese impostor se burle de la soberanía de este noble pueblo. Debo actuar ya para proteger la tradición y la fe de Andorra -sentenció con gravedad.

Inmediatamente envió una misiva al gobierno republicano español solicitando ayuda. Unos días después, la respuesta llegó a Andorra en forma de cuatro guardias civiles y su sargento. Con diligencia cumplieron la orden de arrestar a Skósyrev y lo condujeron primero a Barcelona, y luego a Madrid para ser juzgado. Finalmente, fue expulsado de España rumbo a Portugal, desvaneciéndose así para siempre el efímero reinado del monarca de los Pirineos.

La mañana del 19 de julio, los guardias civiles irrumpieron en el Palacio de la Vall, donde Skósyrev se encontraba reunido con sus ministros y algunos seguidores. El sargento José Calvo se plantó ante el ruso, y le comunicó que estaba detenido por usurpación de funciones y falsificación de documentos.

-Señor Skósyrev, queda usted arrestado por orden del obispo de Seo de Urgel y copríncipe de Andorra. Debe acompañarnos inmediatamente a España -le dijo el sargento, con voz firme y gesto severo.

Skósyrev, sorprendido y furioso, se negó a aceptar la orden, y se atrincheró en el palacio, proclamando que era el legítimo rey de Andorra, y que no se rendiría.

-¡No reconozco la autoridad del obispo ni de España! ¡Soy el rey Borís I, y defenderé mi trono hasta el final! -gritó Skósyrev, con voz desafiante y gesto altivo.

Los guardias civiles, armados con fusiles y pistolas, rodearon el edificio, y le advirtieron que si no se entregaba, usarían la fuerza. Los consejeros, asustados y arrepentidos, se desmarcaron de Skósyrev, y le pidieron que se fuera.

-Señor Skósyrev, por favor, no nos complique más la situación. Ha sido un error apoyarle. Andorra no necesita un rey, necesita paz y orden -le suplicaron algunos, mientras otros se escondían o huían.

Los habitantes de Andorra la Vella, que habían visto con curiosidad y escepticismo la llegada del ruso, se congregaron en la plaza, y observaron el espectáculo con incredulidad y temor.

-¿Qué está pasando? ¿Quién es ese hombre? ¿Por qué quiere ser rey de Andorra? -se preguntaban unos a otros, sin entender nada.

La situación se tensó, y parecía que iba a estallar un enfrentamiento armado. Pero Skósyrev, que se dio cuenta de que estaba solo y de que no tenía ninguna posibilidad de resistir, optó por la prudencia, y decidió capitular. Salió del palacio, con las manos en alto, y se entregó a los guardias civiles, que lo esposaron y lo metieron en un coche. Los guardias civiles se llevaron también los billetes, los sellos y los documentos falsos de Skósyrev, y los quemaron en una hoguera. El ruso fue trasladado a Barcelona, y luego a Madrid, donde fue juzgado y expulsado a Portugal. Su aventura andorrana había durado solo once días.

"La fortuna puede comprarte lujos, pero no garantiza la felicidad" (Extrañamente o tal vez no, esa frase la dijo Bárbara Hutton nacida rica el 14 de noviembre de 1912 y que fue millonaria en amores. Se cansó de oir –y leer- aquello de ‘pobre niña rica´) 

Y que cumplas muchos más de los 72 de hoy; much@s de nosotr@s vimos la película a la que tu le cantaste. Para no equivocarnos él es Stephen Bishop, no los otros que podrían serlo, pero no. Avui nomès una frase: ¡mare meva quin desgavell!.


 

 

 

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