EL DÍA QUE EL MUNDO VOLVIÓ A LA EDAD DE PIEDRA
Había una vez, en un 19 de julio de 2024, un mundo moderno lleno de dispositivos tecnológicos y gadgets sofisticados, donde cada tarea humana, por insignificante que fuera, dependía de un sistema operativo omnipresente: Microsoft Windows. Desde los ordenadores de la NASA hasta el microondas de la tía Clara, todo funcionaba con Windows. Hasta que, ese fatídico día, una actualización defectuosa del software de seguridad CrowdStrike decidió que era el momento perfecto para jugar al Jenga digital con la Humanidad.
Las 08:00 a.m. de ese día comenzó como cualquier otra. Los niños estaban intentando desayunar mientras miraban sus tabletas, los padres revisaban sus correos electrónicos en sus laptops, y los gatos, en su infinita sabiduría, observaban desde las alturas sabiendo que algo caótico estaba por suceder. De repente, una notificación apareció en todas las pantallas: "Actualización de seguridad de CrowdStrike en progreso. No apague su equipo."
"Claro", pensaron todos, "solo una actualización más". Pero esta actualización tenía un pequeño error. Bueno, quizás no tan pequeño. Más bien un error que desencadenó el Apocalipsis Tecnológico. Las pantallas comenzaron a parpadear, los ventiladores de los ordenadores sonaron como aviones despegando, y luego, el silencio. Las máquinas se apagaron. Todas.
En las oficinas, la gente miraba incrédula sus monitores negros. En las casas, el Wi-Fi dejó de funcionar y con él, cualquier esperanza de distracción digital. Incluso el Smart Toaster de Juan, que estaba en medio de tostar el pan perfecto, decidió que era un buen momento para tomarse unas vacaciones.
Las calles se llenaron de personas con una expresión compartida de pánico y confusión. ¿Qué se suponía que hicieran ahora? Sin correos electrónicos, sin redes sociales, sin memes para aligerar la situación. Había algo increíblemente humillante en darse cuenta de que el conocimiento colectivo de la humanidad sobre la vida pre-digital se había evaporado junto con la electricidad.
La señora Margarita, la abuela de la esquina, sacó su máquina de escribir y se convirtió en la estrella del barrio. Su conocimiento sobre cómo escribir cartas sin la ayuda de un procesador de texto se volvió invaluable. La gente hacía fila para pedirle que redactara mensajes importantes, desde notas de amor hasta renuncias. Las cartas eran entregadas a pie por adolescentes que ahora tenían que recordar cómo llegar a las casas sin Google Maps.
El joven Pedro, de apenas 20 años, intentó buscar en una enciclopedia cómo arreglar su computadora. Tardó media hora en encontrar la letra "C" y otra hora en darse cuenta de que, efectivamente, no tenía idea de cómo funcionaba un libro. Su madre, riendo, le enseñó que las enciclopedias no tenían un botón de búsqueda y que la sabiduría venía con un poco de paciencia y lectura.
En las ciudades, las reuniones se realizaron en plazas y parques. El aire estaba lleno de conversaciones reales, no de mensajes de texto. La gente redescubrió el arte de hablar cara a cara, aunque al principio, el contacto visual prolongado resultó incómodo para muchos.
El caos duró unos días, pero en esos días, la Humanidad encontró un humor inesperado en la situación. Las historias de intentos fallidos de encender hornos manualmente, o de niños descubriendo que los libros de papel no eran tabletas defectuosas, se convirtieron en leyendas urbanas.
Finalmente, Microsoft y CrowdStrike lograron arreglar el desastre que habían creado. Las máquinas volvieron a la vida, los correos electrónicos se inundaron de mensajes acumulados, y el Smart Toaster de Juan decidió terminar su obra maestra de tostada. Pero algo había cambiado. La gente comenzó a valorar más los momentos sin tecnología. Los fines de semana sin pantallas se convirtieron en algo común, y las máquinas de escribir encontraron un lugar especial en muchos hogares.
Así, de un error tecnológico monumental, surgió una Humanidad que, aunque había vuelto temporalmente a la Edad de Piedra, redescubrió la piedra angular de la interacción humana: la conexión real. Y, por supuesto, nunca olvidaron hacer copias de seguridad manuales de sus recuerdos más importantes, en papel, por si acaso.
«En todas las razas, en todas las naciones y en todos los climas, en todos los periodos de la historia, siempre hay un grupo de jóvenes patriotas con ojos ansiosos que se proponen seriamente corregir los errores cometidos contra su raza o su nación o… el arte o la autoexpresión» (Alice Dunbar-Nelson, nacida el 19 de julio de 1875 para ser una luchadora de los derechos de los negros estadounidenses… y aún seguimos así añorando personas como ella)
Y que cumplas muchos más de los 77 de hoy y tengas tiempo para explicarnos la leyenda de ese Hotel donde puedes entrar pero nunca se puede salir.
Hotel California
L'hostal era estrany, sense entrada ni sortida. Els clients, atrapats en un bucle sense fi. Salons pintats de colors estridents amagaven secrets inquietants. L'aire, viciat per l'hedonisme desbocat. Cap dels hostes desitjava marxar, ben al contrari, tots volien quedar-se a assistir eternament als excessos inacabables. Però l'hostalera els advertia, aquí podeu sortir-ne quan vulgueu, però mai en podreu marxar.
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