Son
las siete de la mañana. Me acabo de despertar. O, quizás, no he dormido
en toda la noche al saber que estabas a mi lado. Ayer por la noche quise
saber, ver, cómo te dormías, cómo sería tu entrada en el mundo de los
sueños estando conmigo... Se que tú tampoco querías dormirte esperando
lo mismo que yo, pero te engañé. Te engañé haciéndome el dormido y
esperando que tu te recostases a mi lado abrazándome muy fuerte, como
hacías cuando eras niña con tus muñecos de peluche. No me moví y no veas
el esfuerzo que me costó mantenerme en esa posición y que mi
respiración no se alterase. Finalmente te pudo el cansancio y tus brazos
alrededor de mi cuerpo se fueron relajando. Fue entonces cuando pude
cumplir mi deseo y me incorporé en la cama, a tu lado. Lenta y
sigilosamente. Tenía miedo que notases la ausencia de mi cuerpo entre
tus brazos. Pero, pensé, esa ausencia no iba a ser por mucho tiempo.
Así, aguantando mi cabeza con la mano, te miraba. Te contemplaba. Te
adoraba. Mis ojos brillaban anegados en las lágrimas que me causaba el
inmenso placer de contemplarte así, junto a mí, boca abajo. El pelo te
cubría la cara y tu cuerpo descansaba entre las sábanas, desnudo. O
casi, desnudo, porque bajo las sábanas se adivinaban unas minúsculas
braguitas que guardaban mi puerta de entrada en ti... De esa forma me
pasé... ¡¡ pues no se cuanto tiempo !!. Sólo se que cuando mi mano
empezó a recorrerte la espalda, había algo de claridad en la habitación.
Suave y dulcemente empecé a viajar por tu cuerpo, desde los hombros a
las nalgas, apenas rozándote, sintiendo el leve hormigueo eléctrico de
la piel excitada por la piel. Aún dormías, aunque tu respiración ya no
era tan profunda ni tan pausada. Daba la sensación de que me había
conseguido colar en tu sueño y, en sueños, empezabas a reconocer los
dedos que te acariciaban...
Muy despacito, mis dedos empujaron la sábana que te cubría dejando al descubierto tu cuerpo, perdido, relajado, brillante, hermoso... Y con esa visión noté cómo mi pene iba creciendo poco a poco... Como fluía la sangre en mi interior con sólo contemplarte... Cómo se despertaban mis sentidos al conocer el futuro inmediato... Me acerqué un poco más a ti, sin rozarte. Retiré el pelo de tu nuca y con ello ya tenía el camino franco desde ese lugar hasta tus pies... Y empecé el recorrido con mis labios. Un leve roce en tu nuca... Creo que fue en ese momento cuando adquiriste consciencia de donde estabas, pero esa misma consciencia-inconsciencia hizo que te quedases así, quieta, dejándome hacer a mí. Luchando por permanecer en el sueño, en esa ola de placer que se nos avecinaba. Mis labios recorrieron de punta a punta tu cuerpo. Desde la nuca, pasando por esa vena de tu cuello que indica el camino a seguir por tu espalda, notando como la piel se eriza, responde al estímulo del amor y del placer... Hasta llegar a tus nalgas, redondas, firmes, duras... Y allí me entretuve con mis labios....y con mi boca que quería besarlas... con mis dientes que deseaban mordisquearlas.... con mi lengua que se moría de ganas de colarse entre ellas y alcanzar la fuente que empezaba a brotar muy cerca... Pero quise aprovechar el momento y la oportunidad que tenía ante de mi de poder hacer contigo el motivo de mi placer, y continué el viaje más abajo con el fín de que fuese más duradero. Por tus muslos, detrás de tu rodilla y hasta llegar al talón... Cuando estaba en ese lugar, casi sin darme cuenta, te giraste hasta quedarte boca arriba... Tenías los ojos cerrados y hubiese pensado que estabas dormida si tus pezones erguidos y duros no delatasen que ya estabas viviendo el sueño. No me importaba que siguieses en ese estado de duerme-vela. Es más, el juego me estaba excitando aún más...
Pasé
mi lengua por entre los dedos de tus pies, chupándolos, sorbiéndolos
hasta dejarlos completamente bañados de saliba... La delicia de ese
gusto me animó -por si no lo estaba lo suficiente- a continuar el camino
a la inversa... Los labios se pasearon por tus rodillas, tus muslos...
Resistieron, no se cómo, la tentación de meterse entre tus muslos,
rodeando su interior por las ingles, casi descubiertas de tela. Y, desde
ese lugar, pasando por el costado, llegaron hasta tu pecho. Ahí si que
no pude evitar el que mis labios se parasen, justo debajo de tu pecho.
Me encanta tanto el poder abrazar tu pecho con mi boca... Me causa un
placer tan enorme el saborear tus pezones erguidos, tiernos, suaves y
duros a la vez, con mi lengua... Estuve un buen rato lamiendo,
acariciando con mis labios, sorbiendo, chupando. Hasta que noté cómo tu
respiración se agitaba, como tu cuerpo se arqueaba a pequeños impulsos y
cómo tu boca se entreabria. Comprendí que el calor que estabas
sintiendo había resecado tu boca... Y fui en busca de ella... La
encontré con el sabor dulce y fresco de la mañana... Nos regalamos un
largo beso. Nuestras lenguas se enroscaron con esa ternura de los
amantes que quieren que el momento no se acabe nunca. Con el afán de
hacerlo eterno. Te abrazaba y ya me puse muy junto a ti, para que
notases, palpases, acariciases toda la extensión de mi excitación, de la
dureza de mi pene en contacto con tu piel.
Separaste
las piernas menos de un palmo, lo suficiente para invitarme. Ahora,
mientras nos besábamos, eran nuestras manos las que acariciaban nuestro
cuerpo. Bajé mi mano por tu pecho, acariciando tus pezones,
pellizcándolos, suavemente eso si, con mis dedos... Bajando por tu
vientre y llegando hasta tu pubis que se ofrecía generoso. Mis dedos se
entrelazaban con tu vello, peinándolo suavemente, evitando a conciencia
ir más allá, donde termina... Quise que tu deseo llegase al límite. Que
me pidieras, me suplicaras la caricia. Tanto como yo lo estaba deseando
en ese momento en que mi pene no paraba de crecer entre tus manos que lo
acariciaban... Sin poder aguantar un segundo más, te pusiste sobre mi.
Todas las protuberancias de la parte inferior de mi cuerpo fueron
encontrando huecos donde anidar sobre ti. Mis rodillas en tus corvas,
tus nalgas en mis ingles, mi vientre en tu cintura, mi pecho entre tus
omoplatos. Llevé mis manos hacia tus pechos, sintiendo el placer sólido
de la presión suave y glandular de ellos. Descansaste todo el peso sobre
mí y nos abandonamos tácitamente a la exclusividad de nuestro placer
recíproco.
¿
Te has dado cuenta que hacer el amor es como una tregua, un lapso de
tiempo durante el cual pudiéramos aliviar la alienación y encontrar una
comodidad pasajera en la unión de nuestra comunicación física ?. En ese
momento, cuando se hace el amor el lenguaje es elemental y las
cualidades están claras: sí, no; pasión, ternura; dentro, fuera;
agresividad, pasividad, y así sucesivamente a lo largo de toda la
experiencia. Cuando imagino que hago el amor contigo, la disposición de
ánimo que tengo adopta la forma, cuando no la esencia, de una expresión
que comprende la música, incorpora la danza y alcanza la poesía.
En
un movimiento algo impreciso, me puse encima de ti. Dejé caer mi pene
debajo de tus nalgas. Mi glande acarició el borde de los labios de tu
vagina. Su pelo cosquilleo mi piel. Fui bajando mis manos hasta el hueco
de tu tórax y estómago vulnerables. Puse mis palmas sobre tu vientre y
empecé a jugar con mis dedos en tu vagina, arañando y presionando en los
pliegues sensibles. Luego deslicé un dedo dentro, donde la humedad
empieza, y lanzaste un grito sofocado que estremeció todo tu cuerpo. Mi
pene alcanzó el límite máximo de dureza y lo empujé contra la entrada de
tu vagina. Mi pelvis empezó a balancearse, forzando la entrada de mi
pene en la cálida abertura de tu entrepierna. Cuando empezaste a
gimotear, a jadear, me sentí completamente duro. Ahora mi pene se
apoyaba en tu clítoris, excitándole, incitándote. Empezaste a moverte
muy rápido, tratando de atrapar mi pene en tu vagina, pero yo me
escapaba y seguimos el juego. Hasta que me susurraste que te penetrara y
me quedara allí. En tus entrañas... ¿ Te has fijado en la riqueza de
sensaciones que se experimentan en ese momento ? ¿ Verdad qué sabes que
si te eludo cuando parece que vamos a llegar al orgasmo, es símplemente
para que alcances tu máximo nivel de energía ?. Levantaste y aplastaste
tus nalgas contra mí en casi una súplica y las oleadas cálidas que me
recorrieron por dentro aceleraron mis movimientos, confundiendo todas
mis posturas e imágenes. Y cuando ya no pude resistir más la tensión, tu
vagina me atrapó y me hundí en ella con un fuerte grito de
placer-dolor, y empecé a nadar en la deliciosa, cálida y espesa
hondonada de tu cuerpo.
Te
pusiste de rodillas y extendiste el torso, con los brazos apoyados
delante de la cabeza, ofreciéndome tu centro, para que te penetrase a mi
propio ritmo y velocidad. Estabas bien, te notaba bien permaneciendo
quieta, dejando que las sensaciones te inundaran. Hicimos así, el amor
durante casi una hora, pasando por docenas de cambios, algunas veces
aplastándome brutalmente dentro de ti para después acariciarte
suavemente los labios internos en los bordes con la punta del pene; o
balanceándome de un lado a otro, de forma errática, para luego
serenarme, sintiendo la palpitación de mi órgano en lo más profundo,
como un submarino en una gruta a la escucha de sus ecos. Me introduje en
tí con golpes iguales, hasta estallar en tu interior. Me erguí y te
volví a penetrar hacia abajo en pronunciado ángulo y luego me dejé caer
para que hiciésemos el amor desde abajo e irrumpir en el techo de tu
vagina. Hice el amor con tu olor, con tu visión, con tus posibilidades.
Finalmente, te puse sobre tu costado derecho y levantaste una pierna,
contemplando cómo mi pene se hundía en tu entrada...Estabas toda, vello
mojado y calor tembloroso. Tuviste un orgasmo.
Y
cuando me sentí físicamente cansado te pusiste de rodillas, como si
rezaras en la iglesia; doblaste la cintura, poniéndote hacia delante, la
espalda curvada y el vientre colgante, con la vagina dispuesta para la
penetración más profunda, y me entregué a un movimiento sin obstáculos,
moviendo con rapidez mi pelvis, dejando fluir libremente la energía de
todo mi cuerpo, gozando del placer violento de tu vagina cogiendo y
sosteniendo mi pene mientras me deslizaba dentro y fuera de ti....Dejé
que el esperma brotara y se derramara dentro de tí. Di un grito como si
la vida se me fuese en ese instante cuando era la vida lo que venía...
¡¡ que paradoja !!
Poco
a poco fuimos hundiéndonos en la cama, extendiendo el cuerpo, tú sobre
mí, ambos exactamente en la misma postura de antes de empezar a hacer el
amor. Y así, abrazados, fundidos el uno en el otro, nos quedamos en el
cielo que acabábamos de conquistar y del que no queríamos
regresar....Eran las 9 de la mañana...
Caramba Fotins, has tardado en escribir pero lo has recompensado con este extenso y sensual escrito.
ResponderEliminarQué delicioso despertar y amanecer lleno de sensaciones y tan detalladamente descritas!!! Uummmm
Creo que si todos hiciéramos el amor cada mañana tendríamos otra cara al llegar al trabajo ¿no te parece? :)
Que tengas un buen dia!! ;)
Es algo que escribí hace mucho tiempo pero no por ello deja de estar vigente ¿eh? :)
ResponderEliminar¿Hace mucho tiempo lo escribiste y lo publicas ahora? Uummm, ¿recuerdos del pasado que vienen pidiendo paso? :P
ResponderEliminarEl pasado siempre está ahí. No renuncio a él.
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