LO SIENTO MUCHO, ME HE EQUIVOCADO, NO LO VOLVERÉ A HACER
El primer ser vivo condenado a
morir electrocutado se llamaba Topsy. Fue un 4 de enero de 1903. Era una
elefanta nacida en el sureste asiático e introducida de contrabando en Estados
Unidos, concretamente a un Circo de Coney Island. Por aquello del márqueting,
los estadounidenses decían que era la primera elefanta nacida en EEUU y eso la
convirtió en una estrella circense. Su vida fue de película propia de un astro
del espectáculo, pero lo que si quedó grabado fue su horrible muerte. Aunque era un animal doméstico mató a tres hombres.
La condenaron a muerte sin juicio. Puedo asegurar que Topsy probablemente actuó
en defensa propia. La elefanta se puso totalmente fuera de si cuando su domador,
completamente borracho, le dio a beber güisqui y le quemó la trompa con un puro
encendido. A partir de ese episodio se volvió un animal violento y nadie quería
encargarse de ella por lo que decidieron ahorcarla. Pero ese método no agradó a
la protectora de animales de la época y buscaron otro. Fue entonces cuando terció
un tal Thomas Alva Edison, de oficio inventor, que aconsejó electrocutarla con
corriente alterna, inventada por George Westinghouse. Como ambos andaban a la
greña por ver quién se quedaba con el monopolio eléctrico, con esa ejecución Edison
quería demostrar que la corriente alterna era muy peligrosa. Así que a la pobre
Topsy la calzaron con unas sandalias metálicas, le llenaron el cuerpo de
electrodos y le aplicaron una corriente, alterna eso si, de 6.600 voltios después de su última cena que
consistió en 460 gramos de zanahorias rellenas de cianuro de potasio. Conscientes
de la barbaridad que supuso la muerte de la elefanta, en 2003, le levantaron un
monumento allí donde Topsy inició su carrera circense en Coney Island. En la inscripción
puede leerse: “Lo siento mucho, me he equivocado, no lo volveré a hacer”. Y lo hizo... y lo volverán a hacer. Bárbaros. Asesinos.
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