martes, 4 de enero de 2022

 

LO SIENTO MUCHO, ME HE EQUIVOCADO, NO LO VOLVERÉ A HACER

 

El primer ser vivo condenado a morir electrocutado se llamaba Topsy. Fue un 4 de enero de 1903. Era una elefanta nacida en el sureste asiático e introducida de contrabando en Estados Unidos, concretamente a un Circo de Coney Island. Por aquello del márqueting, los estadounidenses decían que era la primera elefanta nacida en EEUU y eso la convirtió en una estrella circense. Su vida fue de película propia de un astro del espectáculo, pero lo que si quedó grabado fue su horrible muerte.  Aunque era un animal doméstico mató a tres hombres. La condenaron a muerte sin juicio. Puedo asegurar que Topsy probablemente actuó en defensa propia. La elefanta se puso totalmente fuera de si cuando su domador, completamente borracho, le dio a beber güisqui y le quemó la trompa con un puro encendido. A partir de ese episodio se volvió un animal violento y nadie quería encargarse de ella por lo que decidieron ahorcarla. Pero ese método no agradó a la protectora de animales de la época y buscaron otro. Fue entonces cuando terció un tal Thomas Alva Edison, de oficio inventor, que aconsejó electrocutarla con corriente alterna, inventada por George Westinghouse. Como ambos andaban a la greña por ver quién se quedaba con el monopolio eléctrico, con esa ejecución Edison quería demostrar que la corriente alterna era muy peligrosa. Así que a la pobre Topsy la calzaron con unas sandalias metálicas, le llenaron el cuerpo de electrodos y le aplicaron una corriente, alterna eso si,  de 6.600 voltios después de su última cena que consistió en 460 gramos de zanahorias rellenas de cianuro de potasio. Conscientes de la barbaridad que supuso la muerte de la elefanta, en 2003, le levantaron un monumento allí donde Topsy inició su carrera circense en Coney Island. En la inscripción puede leerse: “Lo siento mucho, me he equivocado, no lo volveré a hacer”. Y lo hizo... y lo volverán a hacer. Bárbaros. Asesinos.


 

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