CALOR SOFOCANTE DE JUNIO

 

El sol perforaba incluso los débiles visillos de mi ventana. Me removí inquieto en la cama, sudando. El ventilador hacía un ruido molesto pero no conseguía hacer llegar suficiente aire a mis pulmones sedientos. Con un suspiro me levanté, dirigiéndome a la ducha con andar lento, casi arrastrando los pies por la alfombra.

El agua resultó ser sólo tibia. Torcí la llave hasta el máximo intentando conseguir al menos un alivio, aunque sólo conseguí una ducha que caía como una catarata sobre mi cabeza. Frustrado, salí y me envolví con una toalla que de inmediato se adhirió a mi piel húmeda.

Salí al salón con la esperanza de encontrar algo de brisa llegando por la ventana abierta, pero en cambio lo que encontré fue la misma calidez sofocante y húmeda del exterior. Encendí la televisión esperando al menos alguna distracción, pero apenas presté atención al programa. En la pantalla un presentador sonreía ante unas cámaras que mostraban sin esfuerzo su brillo artificial.

Me serví un vaso de agua, pero ni siquiera el agua fresca traía alivio. Me desplomé en el sofá, con la mirada perdida entre las persianas medio cerradas. El calor se había apoderado de cada rincón de la habitación, cada pensamiento de mi mente y de cada palabra de mi relato. El día parecía no querer terminar nunca, un infierno de Junio que se resistía a acabar.

“Hay momentos en la vida en que el silencio se convierte en una falta, y el hablar una obligación. Un deber cívico, un desafío moral, un imperativo categórico del que no podemos escapar“ (Oriana Fallaci, nacida el 29 de juno de 1929, una de las primeras mujeres corresponsal de guerra... murió en la torre de Mannelli mirando el río Arno desde el Puente Vecchio. Era el cuartel general de los partisanos que gobernaba su padre, el grupo de “Justicia y Libertad”)

Y en el mes de junio de 2013 esta era una de las canciones más escuchadas y hoy también en este blog.  I mentrestant ens ha caigut la tempesta: implacable, fugaç i inútil per a acabar amb la nostra set.