LA ORQUESTA SOLISTA INTERPRETA "LA MASTURBACIÓN GUIADA"
Había una vez, en una ciudad lejana y remota, un lugar llamado "El Auditorio de la Íntima Sinfonía". Era un edificio de gran prestigio y elegancia, donde los eventos más exclusivos y refinados solían llevarse a cabo. Pero, a pesar de su reputación, había un evento en particular que atraía a las masas como polillas a una lámpara de noche: La Masturbación Guiada.
Ahora, no piensen en algo vulgar, por favor. La Masturbación Guiada era un evento de la más alta distinción, un espectáculo de arte y coordinación sin igual. Los participantes, conocidos como "solistas", eran cuidadosamente seleccionados y preparados por el maestro de ceremonias, un hombre de bigote espeso y cejas aún más espesas llamado Groucho.
El gran día llegó, y los afortunados solistas hicieron fila en el escenario, todos vestidos con batas de seda y antifaces de encaje. La audiencia, ansiosa y expectante, llenó el auditorio hasta el último rincón. Groucho, con su inconfundible estilo y humor, dirigió a los solistas en una sinfonía de autoplacer.
"Pasemos ahora al movimiento número dos, la sacudida enérgica y apasionada. Pero por favor, señoras y señores, mantengan el ritmo. Esto no es una carrera, es un acto de amor propio", dijo Groucho, llevando a la audiencia a carcajadas.
Los solistas, como una orquesta bien afinada, seguían las instrucciones de Groucho al pie de la letra. Algunos eran más diestros que otros, pero todos compartían la misma pasión y dedicación por su arte. Groucho, siempre atento a los detalles, no dudaba en corregir a aquellos que se desviaban del guion.
"Señorita, por favor, no se distraiga con el joven de la tercera fila. Estamos aquí para amarnos a nosotros mismos, no a los demás", dijo Groucho, arrancando sonrisas cómplices entre los asistentes.
La noche avanzaba, y los solistas se acercaban al clímax de la sinfonía. Groucho, con la maestría de un director experimentado, les guió a través de los últimos compases de la obra, asegurándose de que cada uno alcanzara la cima en el momento adecuado.
Y, cuando la última nota de alabanza al amor propio fue interpretada, el auditorio estalló en aplausos y ovaciones. Los solistas, exhaustos pero satisfechos, salieron del escenario con una mezcla de orgullo y alivio. Groucho, siempre con una sonrisa en los labios, se despidió de la audiencia con una reverencia y un guiño.
"Así concluye nuestra velada, damas y caballeros. Espero que hayan disfrutado de esta lección de amor propio tanto como yo. Y recuerden, si alguna vez se encuentran solos y aburridos, siempre podrán contar con el arte de la masturbación guiada para mantener sus manos ocupadas y sus corazones contentos. ¡Buenas noches!"
Y así, "El Auditorio de la Íntima Sinfonía" cerró sus puertas, dejando a la audiencia con un renovado sentido de aprecio por el arte y la belleza del autoplacer. Y Groucho, una vez más, había demostrado que, al final, el amor propio es la música más hermosa que existe.
"Estoy
dispuesto a recurrir a lo que sea, a someterme a cualquier cosa, por el bien de
todo el pueblo" (Esto lo dijo, en latín por supuesto, Cayo Julio César, nacido el 12 de julio del año 100 a.d.C, por tanto se refería al pueblo romano. Los políticos de ahora no saben latín)
El 12 de julio de 1979 dejó de cumplir años... aunque esta canción la escucharemos y bailaremos durante toda nuestra vida. I aquesta veu era, és i serà inconfusible. No puc dir el mateix d'altres.
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