CELOS
Tengo celos de ti, ¿por qué negarlo? Tengo celos de ti; celos rabiosos. Celos de la sonrisa de tu boca, celos de las miradas de tus ojos.
Era un día lluvioso y gris, el cielo se había teñido de una melancolía angustiosa. El viento soplaba con fuerza, arrancando de cuajo las hojas de los árboles y arrastrándolas por las desoladas calles del pueblo. La oscuridad se cernía temprano sobre las casas de piedra y las farolas emitían una tenue luz amarillenta que apenas podía atravesar la densa niebla.
En una esquina, resguardado bajo el alero de una vieja casona, un hombre de aspecto demacrado y ojos hundidos se aferraba a su abrigo, temblando de frío y de celos. Sus pensamientos estaban enredados en una maraña de envidia y desdén hacia aquel que había robado la atención de su amada.
Cuando yo no te oigo, ¿cómo hablas? Cuando yo no te veo, ¿cómo miras? Cuando no estoy delante, ¿cómo suenan los aúreos cascabeles de tu risa?
El hombre, sumido en sus pensamientos tortuosos, no se percató de la figura que se aproximaba. Su amada, con el rostro enrojecido por el frío y los ojos llorosos, se detuvo frente a él. Sus labios temblaban, pero no por el frío, sino por el miedo a enfrentarse a la tormenta que se avecinaba.
"¿Por qué te ocultas aquí, en las sombras, espiándome como un ladrón en la noche?", preguntó ella con voz entrecortada.
El hombre no pudo contener la ira que hervía en su interior. "¿Acaso no lo ves?", exclamó. "¡Tengo celos de ti, celos rabiosos! Celos de la sonrisa de tu boca cuando hablas con él, celos de las miradas de tus ojos cuando lo miras. No puedo soportarlo más".
Ella dio un paso atrás, sobresaltada por la furia en su voz. "No entiendes", susurró, "nunca ha habido nadie más que tú en mi corazón. Pero tus celos nos están consumiendo a ambos, y temo que pronto no quede nada de nosotros".
El hombre, dándose cuenta de lo que había dicho, sintió el peso de sus celos aplastándolo. Había dejado que sus miedos y sus inseguridades nublaran su juicio y destruyeran lo que más amaba. Y ahora, en medio de la noche y la tormenta, entendía que debía enfrentar sus demonios antes de que fuera demasiado tarde.
Con un suspiro lleno de arrepentimiento, tomó la mano de su amada y la atrajo hacia sí. "Perdóname", murmuró, besando su frente. "Perdóname por permitir que mis celos nos alejen. Juntos enfrentaremos esta tormenta, y juntos saldremos de ella".
Y así, el hombre y su amada se adentraron en la oscuridad, decididos a luchar contra los celos y las sombras que los acechaban, y a reconstruir su amor, que había sido casi destruido por la tormenta de la envidia.
“Una historia bien inventada no tiene por qué parecerse a la vida real, la vida siempre trata de parecerse a una historia bien inventada” (Isaak Bábel, nacido el 13 de julio de 1894, dada su enemistad con Stalin, el que más mandaba en la URSS por entonces, sólo pudo vivir 46 años en que lo "purgaron" a la habitación de al lado. Como la vida misma, vamos)
Dejó de cantar (y actuar) el 13 de julio de 2013: cambió sus 31 años por un sobredosis de heroína. No pudo luchar contra esa droga con nombre épico. La gelosia sempre porten amb si les nostres inseguretats.
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