sábado, 16 de septiembre de 2023

 EL DERECHO A VIVIR EN PAZ


El sol se ocultaba tras las montañas, tiñendo el cielo de rojo sangre. En el Estadio Chile, miles de prisioneros yacían hacinados en las gradas, esperando su destino. Entre ellos, un hombre de cabello oscuro y barba canosa, vestido con una camisa a cuadros y un pantalón vaquero. Era Víctor Jara, el cantautor que había puesto voz a las esperanzas y los sueños de un pueblo. El mismo que había entonado su guitarra en el funeral de Pablo Neruda, el poeta que había muerto de tristeza al ver caer la democracia. El mismo que había resistido junto a Salvador Allende, el presidente socialista que había sido derrocado por un golpe militar liderado por el general Augusto Pinochet.

Víctor Jara había sido detenido el 12 de septiembre, cuando se encontraba en la Universidad Técnica del Estado, donde trabajaba como profesor y director de teatro. Junto a otros compañeros, había intentado defender la institución de los ataques de los soldados, pero fue en vano. Fue trasladado al Estadio Chile, donde lo sometieron a brutales torturas. Le rompieron las manos a culatazos, le quemaron con cigarrillos, le golpearon con palos y cadenas. Le arrancaron las uñas y le cortaron los dedos. Le insultaron, le escupieron, le humillaron. Pero no lograron quebrar su espíritu.

Víctor Jara seguía cantando, con voz firme y clara, las canciones que hablaban de la dignidad y la libertad del pueblo chileno. Canciones como “Te recuerdo Amanda”, “El derecho de vivir en paz”, “Plegaria a un labrador” o “Venceremos”. Canciones que eran como himnos para los demás prisioneros, que se unían a su voz con emoción y coraje. Canciones que eran como puñales para los militares, que se enfurecían con su desafío.

- ¡Cállate, comunista de mierda! - le gritó un oficial, apuntándole con una pistola en la sien.

- No me callo, porque nací cantando al sol - le respondió Víctor Jara, citando una frase de César Vallejo.

- ¡Te voy a matar, perro! - le amenazó el oficial, apretando el gatillo.

Un disparo resonó en el estadio. El cuerpo de Víctor Jara se desplomó sobre el suelo. Su sangre se mezcló con la tierra. Su alma se elevó al cielo. Su voz se quedó en el aire.

Así murió Víctor Jara, el 16 de septiembre de 1973. Asesinado por la dictadura del general Pinochet. Pero no fue el fin de su historia. Fue el comienzo de su leyenda.

Su música siguió sonando en Chile y en el mundo. Su ejemplo siguió inspirando a generaciones de artistas y luchadores sociales. Su memoria siguió reclamando justicia y verdad.

Hoy, el Estadio Chile lleva su nombre.

Hoy, sus asesinos están condenados o procesados.

Hoy, su voz sigue viva en el corazón de su pueblo.

Víctor Jara no murió. Víctor Jara vive.

Todo el que manda es tirano a los ojos de todos los que quisieran mandar. Regla general: en el poder se invoca siempre el orden; en la oposición se invoca siempre la libertad” (Manuel Tamayo y Baus, del que hoy celebramos su 194 aniversario fue un hombre cambiante políticamente hablando; por eso a veces habló de orden y otras, de libertad)

Y que cumplas muchos más de los treinta y todos de hoy cantando versiones de otr@s que a mi me gustan más que el original.  Bona nit i bons somnis.





 

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