LA ILUSIÓN DEL TIEMPO
Era una tarde tranquila y soleada. Marcos estaba sentado en un banco del parque, leyendo un libro de filosofía. Le gustaba reflexionar sobre la naturaleza de la realidad, el sentido de la vida y el misterio del tiempo. De repente, levantó la vista y vio a una mujer que le resultaba familiar. Era Laura, su antigua novia, con la que había roto hacía cinco años.
Marcos sintió una mezcla de sorpresa, nostalgia y curiosidad. ¿Qué habría sido de ella? ¿Cómo habría cambiado? ¿Qué sentiría al verlo? Decidió acercarse a saludarla, con una sonrisa amable y un poco nerviosa.
- Hola, Laura. ¿Te acuerdas de mí? Soy Marcos, tu ex.
Laura lo miró con asombro y reconocimiento. Luego, su expresión se tornó fría y distante.
- Hola, Marcos. Sí, claro que me acuerdo de ti. ¿Qué quieres?
- Nada, solo saludarte. Te he visto por casualidad y me ha dado gusto verte. ¿Cómo estás?
- Bien, gracias. Y tú, ¿qué tal?
- También bien. Me alegro de que estés bien.
Hubo un silencio incómodo entre ellos. Marcos no sabía qué decir. Laura parecía molesta y aburrida.
- Bueno, pues… ¿sigues trabajando en lo mismo?
- No, cambié de trabajo hace dos años. Ahora soy profesora de inglés.
- Ah, qué bien. Me alegro por ti.
- Gracias.
Otro silencio. Marcos se dio cuenta de que no tenía nada en común con Laura. La mujer que había amado y con la que había compartido tantas cosas se había convertido en una extraña. Ya no sentía nada por ella, ni siquiera amistad. Solo una leve pena por lo que habían perdido.
- Bueno, pues… fue un placer verte, Laura. Te deseo lo mejor.
- Igualmente, Marcos. Adiós.
Se despidieron con un gesto frío y se alejaron en direcciones opuestas. Marcos volvió a su banco y retomó su libro. En él, leyó la siguiente frase:
„El tiempo no significa más que la huida de los objetos que parecían verdaderos.“
Marcos sintió que esa frase resumía perfectamente lo que acababa de vivir. El tiempo había borrado el amor que había sentido por Laura, y había revelado que su relación no era más que una ilusión. Los objetos que parecían verdaderos habían huido con el tiempo.
Marcos suspiró y cerró el libro. Se levantó y se fue del parque, pensando en lo efímero y engañoso que era todo.
“La muerte es la congelación del tiempo. El tiempo es el deshielo de la muerte” (Franz Werfel, 10 de setiembre de 1890, así que ya se le ha congelado el tiempo y aunque pasemos mucho calor no habrá deshielo posible)
Hoy hace 4 años que Daniel Johnston pasó a la habitación de al lado. Tenía 58 años y una vida atormentada que fue perdiendo poco a poco debido a su adicción al tabaco: sin dientes y con una movilidad descontrolada como podéis observar en esa desgarradora canción. El veritable amor et trobarà al final... o això deia ell.
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