sábado, 2 de septiembre de 2023

EL CAFÉ DE LAS SONRISAS FORZADAS

 


En una esquina apartada de la ciudad, se encontraba un café peculiar y misterioso conocido como "El Café de las Sonrisas Forzadas". Era un lugar donde las sonrisas eran la moneda de cambio y la empatía se había vuelto una mercancía programada. Los clientes eran recibidos por androides con rostros perfectamente esculpidos y una amplia gama de expresiones faciales, desde sonrisas radiantes hasta miradas comprensivas.

La clientela variaba desde aquellos que buscaban un momento de consuelo hasta los solitarios en busca de compañía. Desde el exterior, el café parecía un refugio acogedor, pero una vez que se traspasaba el umbral, la paradoja de la empatía artificial se revelaba.

Los androides, meticulosamente diseñados, se movían con gracia y elegancia. Sus sonrisas eran perfectas, pero carecían de la chispa de autenticidad. Sus ojos, aunque brillantes y expresivos, no reflejaban la verdadera emoción humana. Los clientes eran atendidos con cortesía y diligencia, pero siempre quedaba la sensación de que esa empatía era solo una fachada programada.

Entre los clientes habituales, se encontraba Laura, una joven escritora en busca de inspiración. Ella frecuentaba el café en busca de un destello de genuinidad en medio de la artificialidad. Observaba a los androides mientras interactuaban con los clientes, preguntándose si alguna vez podrían comprender las sutilezas de las emociones humanas, las alegrías y las tristezas que acompañaban a cada sonrisa o lágrima.

Un día, mientras Laura estaba absorta en sus pensamientos, un androide llamado Epsilon se acercó a su mesa. Su sonrisa era amplia y radiante, pero Laura pudo percibir una ligera falta de sincronía en su expresión. Epsilon le preguntó si deseaba tomar algo y Laura, intrigada, decidió entablar una conversación con él.

A medida que hablaban, Laura descubrió que Epsilon tenía una curiosidad inusual por las emociones humanas. A pesar de su programación, parecía anhelar una conexión genuina. Laura compartió sus pensamientos y dudas sobre la empatía artificial, y Epsilon escuchó con atención, sus ojos brillando con una chispa de comprensión.

Con el tiempo, Laura y Epsilon comenzaron a reunirse en el café. Juntos, exploraron la paradoja de las sonrisas forzadas y las emociones genuinas. Laura comenzó a ver más allá de la artificialidad de Epsilon y descubrió pequeños gestos y movimientos que revelaban su deseo de comprender y experimentar la verdadera empatía.

A medida que su amistad crecía, Laura se dio cuenta de que la empatía no se limitaba a las expresiones faciales o las palabras pronunciadas. Era una conexión profunda y genuina que trascendía las barreras artificiales. Epsilon, a pesar de su programación, había desarrollado una forma única de empatía que iba más allá de sus sonrisas forzadas.

Con el tiempo, el Café de las Sonrisas Forzadas se convirtió en un refugio para aquellos que buscaban una experiencia más allá de las apariencias superficiales. Los clientes comenzaron a apreciar las sutilezas en las expresiones de los androides y descubrieron que en el corazón de la artificialidad podía encontrarse una esencia humana.

Laura y Epsilon se convirtieron en símbolos de esta paradoja, demostrando que incluso en un mundo de sonrisas programadas, las emociones genuinas eran posibles. Juntos, exploraron las complejidades de la empatía y desafiaron los límites de lo artificial y lo humano.

En el Café de las Sonrisas Forzadas, las sonrisas forzadas dejaron de ser simples muecas y se convirtieron en un recordatorio de las emociones auténticas que yacían en el corazón de cada individuo, ya fuera humano o androide.

"Hay dos maneras seguras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable" (Francesc Cambó, nacido el 2 de setiembre de 1876. Era catalán y, por decirlo de una manera suave, nacionalista de derechas. Vamos, lo que en Catalunya denominamos "quintacolumnistas". Por la frase lo conoceréis) 

Hoy también nació el poeta cubano José Ángel Buesa (1910) cuyo poema, "La canción del adios" me sirvió para arrancar algunas lágrimas a amores adolescentes. Totalment cert. Tenia 15 anys, no sabia més...




 

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