lunes, 23 de octubre de 2023

 LA VENGANZA DE LAS AVES


El espacio natural protegido de La Laguna era un oasis de vida en medio de la ciudad. Sus aguas cristalinas albergaban una gran variedad de peces, reptiles y anfibios, y sus orillas eran el hogar de más de 43 especies de aves, algunas de ellas en peligro de extinción. La flora del lugar era también única y diversa, con árboles centenarios que daban sombra y refugio a los animales. La Laguna había permanecido inalterada durante más de 300 años, resistiendo a las presiones urbanísticas y a la contaminación ambiental.

Pero todo eso estaba a punto de cambiar. La patronal se había puesto de acuerdo con el gobierno para proceder a la ampliación del aeropuerto, aunque ello supusiese invadir y destruir el espacio natural protegido. El proyecto era muy lucrativo para ambos, y no les importaba el daño ecológico que causarían. El presidente de la patronal, Don Alberto, era un hombre ambicioso y sin escrúpulos, que solo pensaba en el dinero y el poder. El integrante del gobierno que había tenido más protagonismo en el proyecto era el ministro de Fomento, Don Pedro, un político corrupto y mentiroso, que se había vendido al mejor postor.

Los dos habían planeado un viaje a Madrid para firmar el contrato definitivo con el presidente del gobierno y celebrar su triunfo. Para ello, habían reservado un vuelo privado en el aeropuerto, que estaba situado justo al lado de La Laguna. El día del viaje, llegaron al aeropuerto con sus maletines llenos de documentos y dinero, y se dirigieron a la pista donde les esperaba el avión. El piloto les saludó con una sonrisa y les ayudó a subir al aparato. Don Alberto y Don Pedro se sentaron en los asientos más cómodos y se pusieron los cinturones. El piloto encendió los motores y pidió permiso para despegar.

Lo que no sabían los dos hombres era que las aves de La Laguna habían percibido el peligro que se cernía sobre su hábitat y habían decidido actuar. Para ello, habían formado un numeroso grupo, liderado por un águila real, que había convocado a todas las especies para defender su territorio. Las aves sabían que el avión era el instrumento de su destrucción, y que en él iban los responsables de su desgracia. Así que esperaron pacientemente a que el avión despegara, y cuando lo vieron elevarse por el aire, se lanzaron en picado hacia él.

El piloto no se dio cuenta de la amenaza hasta que fue demasiado tarde. Las aves se metieron entre los motores del avión e hicieron que fallasen. El avión empezó a perder altura y a soltar humo. El piloto intentó recuperar el control, pero fue inútil. El avión se estrelló contra el suelo y explotó en una bola de fuego.

Don Alberto y Don Pedro no tuvieron tiempo ni de gritar. Murieron instantáneamente, junto con el piloto y el copiloto. Las aves se alejaron del lugar del accidente, satisfechas por haber cumplido su misión.

Pero su victoria fue efímera. La acción de las aves sirvió como excusa a la patronal y al gobierno para justificar su plan. Alegaron que tener ese espacio natural cerca del aeropuerto era peligroso para el tráfico aéreo, y que había que eliminarlo cuanto antes. Así que enviaron a un ejército de máquinas y hombres armados para exterminar a las aves y llenar de cemento el espacio protegido.

La Laguna fue borrada del mapa, junto con toda la vida que albergaba. En su lugar, se construyó una nueva pista para el aeropuerto, más grande y moderna. La patronal y el gobierno celebraron su obra con una gran fiesta, donde brindaron por su éxito.

Nadie lloró por La Laguna ni por sus habitantes. Nadie excepto un viejo guardabosques, que había dedicado su vida a cuidar y proteger ese lugar. Él fue el único testigo de la tragedia, y el único que guardó en su memoria el recuerdo de La Laguna. Él fue el único que supo la verdad.

“La vida es demasiado corta para perder el tiempo con gente que no te hace feliz” (Esta obviedad la escribió Laurie Halse Anderson, nacida el 23 de octubre de 1961. Y aún espero que escriba algunas más)

Hoy hubiésemos celebrado su 83 cumpleaños, bueno, lo hubiese celebrado con su chico, no con todos nosotros. I així, a poc a poc, anirem construint un món d'asfalt en el qual ens rostirem a foc lent.


 

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