domingo, 5 de noviembre de 2023

 

LA CARTA DEL MIEDO


Era una mañana fría y gris de noviembre. El cielo estaba cubierto de nubes que amenazaban lluvia. En la calle, el tráfico era intenso y los peatones caminaban apresurados, envueltos en sus abrigos y bufandas. En una de las aceras, había un buzón rojo con el logo de Correos. Junto a él, se encontraba un hombre joven, vestido con un traje azul y una corbata roja. Llevaba en la mano un sobre blanco con el membrete de Hacienda. Era la carta del miedo.

El hombre se llamaba Alberto y era el gerente de una pequeña empresa de informática. Había recibido la carta hacía unos días, pero no había tenido el valor de abrirla. Sabía que podía ser una de esas notificaciones que le arruinarían la vida. Quizás le reclamaban una deuda impagada, o le imponían una multa desorbitada, o le iniciaban una inspección exhaustiva. Cualquiera de esas opciones le supondría un grave problema económico y legal.

Alberto había intentado ignorar la carta, pero no podía dejar de pensar en ella. La llevaba siempre encima, como si fuera una bomba de relojería. Cada vez que la veía, sentía un escalofrío en la espalda y un nudo en el estómago. No podía seguir así. Tenía que enfrentarse a la realidad y abrir la carta.

Se acercó al buzón y sacó una navaja del bolsillo. Cortó con cuidado el sobre y extrajo el papel que había dentro. Lo desplegó con temor y leyó el encabezado:

Estimado contribuyente:

Le comunicamos que hemos detectado una discrepancia entre los datos declarados por usted en el ejercicio fiscal 2022 y los obtenidos por esta Administración mediante el cruce de información con otras fuentes.

Alberto sintió un sudor frío en la frente. ¿Qué habría hecho mal? ¿Se habría equivocado al rellenar algún dato? ¿O habría olvidado incluir algún ingreso o gasto? Intentó recordar cómo había hecho la declaración de la renta, pero no lo tenía claro. Había sido un año complicado para su empresa, con muchos cambios y dificultades. Había contratado a un asesor fiscal para que le ayudara, pero no sabía si se fiaba de él.

Siguió leyendo la carta:

En consecuencia, le requerimos que nos aporte la siguiente documentación:

Facturas emitidas y recibidas durante el ejercicio fiscal 2022.

Extractos bancarios de todas las cuentas corrientes y de ahorro que tenga usted o su empresa.

Contratos laborales y nóminas de todos los trabajadores que haya tenido usted o su empresa.

Justificantes de todas las inversiones y gastos deducibles que haya realizado usted o su empresa.

Alberto no podía creer lo que estaba leyendo. ¿Cómo iba a conseguir toda esa documentación? Era una cantidad enorme de papeles, algunos de los cuales ni siquiera tenía. Además, le daban un plazo muy corto para presentarla: quince días hábiles desde la recepción de la carta.

Alberto miró el sobre y vio la fecha del matasellos: 15 de octubre. Eso significaba que ya habían pasado casi dos semanas desde que le enviaron la carta. Le quedaban solo unos días para cumplir con el requerimiento. Si no lo hacía, se exponía a una sanción económica y a una posible investigación de inspección.

Alberto sintió que le faltaba el aire. Se apoyó en el buzón y respiró profundamente. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a salir de esa situación? Se le ocurrieron varias opciones, pero ninguna le convencía:

Podía intentar conseguir la documentación y enviarla a Hacienda, pero eso le llevaría mucho tiempo y esfuerzo. Además, no estaba seguro de que fuera suficiente para demostrar su inocencia.

Podía ignorar la carta y esperar que Hacienda se olvidara de él, pero eso era muy arriesgado. Tarde o temprano, le llegaría otra notificación más severa y tendría que enfrentarse a las consecuencias.

Podía contactar con su asesor fiscal y pedirle que le ayudara, pero eso implicaba confiar en él. ¿Y si resultaba que era un incompetente o un estafador? ¿Y si había sido él el responsable de la discrepancia?

Podía buscar un abogado especializado en temas fiscales y contratar sus servicios, pero eso suponía un gasto extra que no podía permitirse. Además, no sabía si encontraría uno que fuera bueno y honesto.

Alberto se sentía atrapado en una encrucijada sin salida. No sabía qué hacer ni a quién recurrir. Se sentía solo y desamparado. Se preguntó por qué le había tocado a él recibir la carta del miedo. ¿Qué había hecho para merecerlo? ¿No había pagado religiosamente sus impuestos? ¿No había trabajado duro para sacar adelante su empresa? ¿No había cumplido con sus obligaciones como ciudadano?

Alberto miró al cielo y vio que empezaba a llover. Las gotas caían sobre su cara y se mezclaban con sus lágrimas. Guardó la carta en el sobre y la metió en el bolsillo. Se alejó del buzón y caminó sin rumbo por la calle. No sabía adónde ir ni qué hacer. Solo sabía que tenía miedo. Mucho miedo.

"El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan, demasiado rápido para aquellos que temen, demasiado largo para aquellos que lamentan, demasiado corto para aquellos que celebran. Pero para aquellos que aman, el tiempo es eternidad." (Ella Wheeler Wilcox, de quién hoy celebramos un imposible 173 aniversario fue considerada una escritora de corte pornográfico e inmoral. Ponían el listón muy bajo los censores de la época)

Y que cumplas muchos más de los 64 de hoy y seguro que dentro de nada ya te habrá perdonado. Vingui no us feu els ronses i demà pagar el segon termini de la declaració de l'IRPF... Si no arriba a ser per mi i perquè em llegiu us posen una multa per despistar-vos.




 

 

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