EL ÚLTIMO DÍA EN LA TIERRA
Lucas se despertó sobresaltado por el sonido de una alarma. Miró el reloj y vio que marcaba las 6:00 a.m. Se levantó de la cama y se dirigió al baño. Se duchó, se vistió y se preparó para salir. Antes de salir, cogió su teléfono y lo encendió. En la pantalla, un mensaje le heló la sangre:
“ATENCIÓN: SE HA DETECTADO UN ASTEROIDE DE GRAN TAMAÑO EN RUTA DE COLISIÓN CON LA TIERRA. EL IMPACTO SE PRODUCIRÁ EN 24 HORAS. SE RECOMIENDA A LA POBLACIÓN QUE PERMANEZCA EN CALMA Y QUE APROVECHE SU ÚLTIMO DÍA EN LA TIERRA. QUE DIOS NOS BENDIGA A TODOS”.
Lucas no podía creer lo que leía. ¿Un asteroide? ¿El fin del mundo? ¿Su último día en la Tierra? Sintió un nudo en el estómago y un sudor frío en la frente. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a pasar sus últimas horas de vida?
Decidió que no iba a ir a la iglesia. No era muy religioso, y no le apetecía rezar ni confesarse. Tampoco iba a ir al trabajo. No le importaba su jefe, ni sus compañeros, ni sus clientes. No le importaba el dinero, ni los proyectos, ni los plazos. Lo único que le importaba era disfrutar de lo que le quedaba.
Salió de su apartamento y se subió a su coche. Condujo por la ciudad, sin rumbo fijo. Vio pájaros y abejas zumbando, hierba verde, árboles perennes. Respiró el aire fresco, sintió el sol en la cara, escuchó el sonido de la vida. No quiso ver a la gente que le había hecho daño. A su exnovia, que le había engañado con su mejor amigo. A su padre, que le había abandonado cuando era niño. A su profesor, que le había suspendido injustamente. Y a tantos otros que le habían traicionado, humillado o decepcionado.
Lo que sí quiso fue ver a sus seres queridos. A su madre, que le había criado con amor y sacrificio. A su hermana, que le había apoyado en sus momentos difíciles. A su abuela, que le había contado historias maravillosas. A sus amigos, que le habían hecho reír y divertirse. A todos ellos les llamó por teléfono, les dijo que los quería, que los echaba de menos, que los recordaría siempre. Habló, rió, lloró y se despidió de ellos con un fuerte abrazo.
Después, se dirigió al aeropuerto. Quería cumplir su sueño de viajar por el mundo, de conocer lugares exóticos, de vivir aventuras. Sabía que no le daría tiempo a verlo todo, pero al menos quería ver algo. Compró un billete de primera clase, sin importarle el precio. Se subió a un jet privado, sin importarle el lujo. Usó una tarjeta de crédito sin límite, sin importarle el gasto. Voló a París, a Nueva York, a Tokio, a Río de Janeiro. Vio la Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad, el Monte Fuji, el Cristo Redentor. Se sacó fotos, compró recuerdos, probó comidas, bailó ritmos. Se sintió libre, feliz, vivo.
Finalmente, regresó a su ciudad. Quería pasar sus últimos momentos en su hogar, en su lugar de origen, en su tierra natal. Se dirigió a la estación espacial, donde había una nave preparada para despegar. Quería ver el planeta desde el espacio, admirar su belleza, despedirse de él. Se puso un traje espacial, se subió a la nave, se abrochó el cinturón. La nave despegó, se elevó por el cielo, se alejó de la Tierra. Lucas miró por la ventana, vio el mundo azul y verde, sintió una emoción indescriptible. Cerró los ojos, respiró hondo, se preparó para el final.
Si fuera su último día en la Tierra, si fuera su último día…
"La guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos." (Jean Le Rond d'Alembert, nacido el 16 de noviembre de 1717 y ya nos explicó que éramos una especie sin remedio: o nos matábamos o nos engañábamos. Así nos pasamos la vida)
Y que cumplas muchos más de los 42 de hoy y tranquila que hoy tampoco será el último día de la tierra por mucho que algun@s se empeñen en ello. I ara a partir d'avui, benvolguts amics i amigues, a gaudir del que hem votat i, sobretot, del que no hem votat.
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