LA CARTA DE LOS CINCUENTA
Era una mañana fría y gris en Madrid. El cielo estaba cubierto de nubes que amenazaban lluvia. En una cafetería cercana al Congreso de los Diputados, un grupo de hombres de edad avanzada se reunía en torno a una mesa. Vestían trajes oscuros y corbatas rojigualdas. Sus rostros reflejaban el descontento y la preocupación. Eran los firmantes de la carta que habían enviado al Rey, al presidente del Gobierno y a los líderes de los partidos políticos, exigiendo la destitución del jefe del Ejecutivo por considerarlo una amenaza para la unidad de España y la Constitución.
-¿Qué habéis hecho, compañeros? –preguntó uno de ellos, el más joven, que acababa de llegar-. ¿No os dais cuenta de que esto es una locura? ¿Qué credibilidad tiene una carta firmada por cincuenta militares jubilados? ¿Qué esperáis conseguir con esto?
-No es una locura, es un acto de patriotismo -replicó otro, el más viejo, que parecía ser el líder del grupo-. Estamos defendiendo los valores que juramos cuando ingresamos en el Ejército. Estamos haciendo lo que nadie se atreve a hacer: denunciar la deriva separatista, populista y comunista que está llevando este Gobierno. Estamos salvando a España de la ruina y el caos.
-¿Salvando a España? ¿O salvando vuestros privilegios? –insistió el primero-. Porque no me negaréis que esto tiene algo que ver con la reforma de las pensiones que quiere aprobar el Gobierno. Una reforma que os afectaría directamente, reduciendo vuestros ingresos y vuestros beneficios. ¿No será que estáis más preocupados por vuestro bolsillo que por el bien común?
-No seas insolente, muchacho -espetó otro-. Nosotros hemos servido a España con honor y sacrificio. Hemos arriesgado nuestra vida por la patria. Hemos luchado contra el terrorismo, contra el golpe de Estado del 23-F, contra las misiones internacionales y contra la amenaza separatista. Hemos defendido la democracia, la libertad y la ley. ¿Qué has hecho tú, aparte de criticar y despreciar a tus mayores?
-He hecho lo que me correspondía, como ciudadano y como militar –respondió el joven-. He respetado la voluntad popular, expresada en las urnas. He acatado las órdenes de mis superiores, que son los representantes legítimos del pueblo. He cumplido con mi deber, sin cuestionar ni desafiar la autoridad civil. He sido leal a la Constitución, que es la norma suprema que rige nuestra convivencia. Y he sido coherente con mis principios, que son los de la democracia, el pluralismo y el diálogo.
-¡Bah, qué sabrás tú de principios! -exclamó otro-. Tú eres de los que se han dejado engañar por las mentiras y las promesas de este Gobierno traidor. Un Gobierno que pacta con los enemigos de España, que cede ante los chantajes de los separatistas, que se alía con los herederos de ETA, que se somete a los dictados de Bruselas, que se vende a los intereses de las multinacionales, que se rinde ante la invasión de los inmigrantes, que se doblega ante la imposición de la ideología de género, que se entrega a la corrupción y al nepotismo. Un Gobierno que está destruyendo España, que está acabando con nuestra historia, nuestra cultura, nuestra identidad, nuestra soberanía, nuestra dignidad.
-¿Y vosotros creéis que con vuestra carta vais a cambiar algo? –preguntó el joven-. ¿Creéis que el presidente del Gobierno va a dimitir? ¿Creéis que los partidos políticos van a apoyaros? ¿Creéis que la sociedad os va a respaldar? ¿Creéis que los medios de comunicación os van a dar la razón? ¿Creéis que el Ejército os va a seguir? ¿Creéis que la Justicia os va a absolver? ¿Creéis que la Historia os va a recordar?
-No lo creemos, lo sabemos -afirmó el viejo-. Porque tenemos la razón, la ley y la fuerza de nuestro lado. Porque somos los herederos de una larga tradición militar que ha defendido a España de sus enemigos, tanto externos como internos. Porque somos los guardianes de la unidad, la integridad y la grandeza de la patria. Porque somos los garantes de la Constitución, la Corona y la bandera. Porque somos los cincuenta, los valientes, los elegidos.
-No, no lo sois -replicó el joven-. Sois los cincuenta, los ilusos, los equivocados. Sois los cincuenta, los anacrónicos, los irrelevantes. Sois los cincuenta, los desleales, los sediciosos. Sois los cincuenta, los ridículos, los patéticos.
Y dicho esto, se levantó de la mesa, cogió su abrigo y se marchó, dejando a los demás con la boca abierta y la mirada perdida. Fuera, la lluvia empezaba a caer.
“No hay salvación para la civilización o incluso la raza humana, excepto a través de una revolución." (Voltairine de Cleyre, aunque pudiera parecerlo por el nombre que tiene, ningún parentesco tiene con Voltaire, además ella es del 17 de noviembre de 1866 y fue la perfecta anarquista)
Nació tal día como hoy pero de 1966. Sólo le dio tiempo para componer un LP (larga duración) y largarse a la habitación de al lado con 31 años. Diuen que hi ha soroll de sabres. Tranquils, són sabres oxidats.
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