LA LLAMADA
El inexorable paso del tiempo parecía haberse acelerado para él. El cáncer, cruel y voraz, consumía su esencia, y los médicos, impotentes, solo podían ofrecerle paliativos. Sin embargo, su espíritu indomable se negaba a rendirse. Anhelaba apurar cada día, gozar de las pequeñas delicias que le brindaba la vida. Pero, sobre todo, ansiaba la compañía de ella, su esposa, su cómplice, su alma gemela.
Ella, fiel y diligente, lo acompañaba en cada instante, acariciando suavemente su desgastado cuerpo, otorgándole alivio, amándolo con una devoción inquebrantable. Ella era su razón de ser, su bálsamo en los momentos más oscuros. Fue ella quien, con su sabiduría, le inculcó la fe en un paraíso, un lugar de reencuentro donde el dolor y el sufrimiento quedaban desterrados. Le enseñó que, llegado el momento, un ser supremo los llamaría, y que debían estar preparados para responder a esa llamada.
Confiaba plenamente en ella y en su fe, pero también experimentaba un miedo atroz. El temor de abandonarla, de perderla para siempre en la vastedad del infinito. Temía que la llamada no llegara o que sus oídos no fueran capaces de percibirla. Temía que el edén no existiese o que sus pecados le impidiesen ingresar a ese anhelado lugar de dicha eterna.
Una noche, mientras yacía sumido en un profundo sueño, una corriente recorrió su ser. Una placidez indescriptible y una luminosidad gloriosa lo invadieron, y una voz suave y melodiosa susurró en su oído:
- Está bien, mi amor, está bien, aunque hayas tenido que caer. Está bien, mi amor, está bien. Todos estamos simplemente esperando la llamada.
Sus ojos se abrieron de par en par y se encontraron con la mirada amorosa de su compañera. Ella, con ternura infinita, tomó su mano y pronunció las palabras que tanto ansiaba escuchar:
- Te amo con toda mi alma, mi eterno amor. Ha llegado el momento. Nos están llamando. Seremos uno para siempre.
Una sonrisa de serenidad y plenitud se dibujó en los labios del moribundo, y su corazón, en lugar de latir con temor, se llenó de amor. El miedo, que hasta entonces había sido su sombra ineludible, se desvaneció y dejó paso a la esperanza. Se levantó de su lecho, abrazó con fuerza a su amada y juntos, sin titubear, traspasaron el umbral que separaba este mundo del siguiente. Tomados de la mano, se adentraron en la resplandeciente luz que los esperaba, conscientes de que, por fin, su amor sería eterno.
“La tolerància és la virtut que sorgeix de la comprensió que l'ésser humà és imperfecte." “La tolerancia es la virtud que surge de la comprensión de que el ser humano es imperfecto." (Ramón Trías Fargas, nacido el 27 de diciembre de 1922, potser un dels millors polítics catalans de tots els temps. Es va marxar a l’any 1989 exercint la seva professió de polític.)
Y que tardes mucho tiempo en recibir la llamada, no van a ser los 71 de hoy, pero bueno, unos poquillos más. I avui agrair a David Knopfler que m'hagi prestat la seva cançó per a inspirar-me el relat. Per cert no fa falta dir que és el germà de ningú; té la seva pròpia personalitat.
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