ADHESIÓN INQUEBRANTABLE
En el sur de Europa, donde los secretos son tan comunes como las palomas en las plazas, se encontraba Pedro, el presidente con más carisma que un gato callejero con un sombrero de copa. Su país, un pintoresco rincón de la Unión Europea, era famoso por su paella y su facilidad para proclamarse como democracia consolidada, incluso durante las rebajas de enero.
Pedro, con su sonrisa de anuncio de pasta de dientes y una espalda tan recta que podría servir de regla, había decidido que era hora de reconocer a Palestina, un estado asolado por la guerra y la destrucción. Pero claro, esto no le sentó nada bien a Israel, un estado con más influencia que un influencer en Instagram y con servicios de inteligencia tan eficientes que podrían encontrar el calcetín perdido en tu lavadora.
La trama se espesa como un guiso en manos de abuela cuando Pedro descubre que ha sido espiado por el programa Pegasus, un software tan sigiloso que podría haber sido desarrollado por el mismísimo Houdini. Los tejemanejes de Pedro, que incluían desde cambiar la defensa de los intereses del pueblo saharaui por defender, ahora, la dependencia del Sáhara a Marruecos y una montaña de esqueletos en su armario y en el de su esposa, estaban ahora en manos de Israel.
Con esa munición en sus manos, Israel orquestó un plan maestro. La información comprometedora fue filtrada a Francia y de allí llegó, como un susurro envenenado, a los oídos de Pedro.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó su asesor, un hombre con tantas ojeras que parecía llevar gafas de sol permanentes.
—Lo que mejor sabemos hacer: improvisar —respondió Pedro, ajustándose la corbata con un movimiento tan suave que parecía una caricia.
El presidente, acorralado por las sombras de su pasado, anunció a su nación que era víctima de una conspiración, un ataque despiadado de la ultraderecha que buscaba desestabilizar el país. Con lágrimas en los ojos y la voz temblorosa, declaró que en cinco días tomaría una decisión: dimitir o seguir adelante. Era una jugada maestra, una mezcla entre un cliffhanger de serie de Netflix y la pausa dramática de un concursante de reality show antes de revelar su decisión.
El partido se volcó con Pedro, con adhesiones tan inquebrantables que podrían usarse como pegamento industrial. La ultraderecha, por su parte, estaba más confundida que un GPS en un laberinto.
—Pedro, no puedes irte, eres el único que entiende el wifi del parlamento —suplicaba una anciana con más arrugas que un mapa de carreteras.
—No te preocupes, querida ciudadana, aún tengo un as en la manga —dijo Pedro, con un guiño tan marcado que podría haber enviado señales morse.
Y así Pedro se mantenía en la cuerda floja de la política, balanceándose entre el deber y el drama, mientras Israel observaba desde las sombras, esperando el momento de jugar su próxima carta.
Este relato, querido lector, es un baile de máscaras donde la verdad se disfraza de mentira y la mentira de estrategia. Y en este juego de espejos, solo una cosa es segura: en el mundo del espionaje, el que tiene la información… tiene el poder.
(*) Este relato de ficción está inspirado en hechos reales
"No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas." (Mary Wollstonecraft, del 27 de abril de 1759 cumplió su deseo pero pudo disfrutarlo durante muy pocos años)
Y que cumplas muchos más de los 65 de hoy edad en la que, si has cotizado lo suficiente, podrás olvidarte de las obligaciones de 9 a.m. a 5 p.m.
De 9 a 5
El soroll del tren trencava el silenci de la matinada, un soroll familiar que anunciava l'inici d'un altre dia més en la vida de la Marta. Des de la seva finestra, observava com els edificis s'anaven difuminant en la llunyania mentre el tren s'endinsava en el cor de la ciutat. Un somriure trist li va il·luminar el rostre mentre pensava en la rutina que l'esperava: hores tancades en una oficina grisa, tractant amb clients exigents i somiant amb un futur diferent.
La cançó de Sheena Easton sonava a la seva ment, "9 to 5", una melodia que parlava de la frustració d'un treball monòton i la lluita per trobar la llibertat. La Marta es va identificar amb cada paraula, sentint com la cançó expressava els seus propis sentiments d'inquietud i anhel.
En arribar a la seva estació, la Marta va baixar del tren i es va submergir en la multitud de gent que s'afanyava cap a les seves destinacions. Va respirar fons i va ajustar la seva motxilla, preparant-se per afrontar un dia més en la seva vida de "9 a 5". Però en el fons del seu cor, una petita flama d'esperança s'encenia, alimentada pel somni d'un dia poder trencar amb la rutina i trobar la seva veritable vocació.
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