domingo, 30 de junio de 2024

 EL GRAN DEBATE DEL MÓVIL


En el reino de lo cotidiano, donde los dramas familiares florecen más rápido que los memes en internet, vivía un joven llamado Lucas. Lucas era el típico millennial: pegado a su móvil, con una habilidad innata para ignorar el mundo real mientras deslizaba el dedo por la pantalla. Su abuela, Doña Encarna, pertenecía a una era donde “tuitear” era lo que hacían los pájaros y “navegar” era algo que solo se hacía en el mar.

Un día, mientras Lucas intentaba explicarle a su abuela cómo usar WhatsApp, se desató el gran debate.

—Abuela, es fácil, mira, solo tienes que tocar aquí y… —Lucas no terminó la frase cuando Doña Encarna interrumpió.

—¡Ay, hijo! En mis tiempos, las cosas eran diferentes. Hablábamos cara a cara, no como ahora que ni levantáis la vista del teléfono ese.

—Pero abuela, ¡si es una maravilla! Puedo hablar con diez personas a la vez sin moverme del sofá.

—¡Eso es lo que no entiendo! Si quieres hablar con alguien, ¿por qué no vas y le das dos besos en vez de mandarle caritas y corazones?

—Es que es más práctico, abuela. Además, puedo poner filtros y salir con orejas de perro en las fotos.

—¡Orejas de perro! Si tu abuelo levantara la cabeza… En fin, ¿y eso de los filtros para qué sirve?

—Para mejorar las fotos, abuela. Mira, te hago un selfie y…

—¡Selfie! Si es que habláis en otro idioma. En mi época, las fotos se hacían en un estudio, con un fotógrafo de verdad, y tardabas tres semanas en ver cómo habías salido.

—Bueno, abuela, pero ahora es instantáneo. Y mira, te puedo poner un sombrero de bruja con solo un clic.

—¿Bruja yo? Mira, chico, déjate de tonterías y ven a ayudarme a pelar las patatas para la cena. Eso sí que no se puede hacer con el móvil.

Y así, entre risas y pucheros, Lucas se rindió ante la sabiduría de su abuela. Aunque no logró convencerla de unirse al mundo digital, sí aprendió que, a veces, las mejores conversaciones suceden mientras se pelan patatas, sin necesidad de filtros ni emojis.

«Las pirámides son el mejor ejemplo de que, en cualquier tiempo y lugar, los obreros tienden a trabajar menos» (Georges Duhamel del 30 de junio de 1884 tiene razón con la frase pero olvidó que en la época de las pirámides no existían derechos laborales. Vamos, como ahora en China o Rusia)

Y que cumplas muchos más de los 40 de hoy moviéndote como ahora: entre la Fantasía y la Superstición. 

Superstició

El vent gemegava entre les branques nues dels arbres, mentre la lluna plena brillava amb una llum tènue i fantasmal. En Joan, un home solitari amb una mirada inquieta, caminava pel carreró fosc, el cor bategant amb força al pit. Havia sentit rumors, murmuris sobre una maledicció que s'havia abatut sobre el poble, una superstició ancestral que parlava d'un dimoni que rondava les nits sense lluna.

En Joan no creia en aquestes ximpleries, però una sensació de fred li recorria l'esquena, un pressentiment inexplicable que li feia dubtar. De sobte, un crit esgarrifós va trencar el silenci de la nit. En Joan va córrer, impulsat per un terror ancestral, fins a arribar a la plaça del poble, on va trobar a la Maria, la seva veïna, cridant desesperada. Un gran corb negre s'havia posat sobre la seva espatlla, picotejant-la amb el seu bec afilat.

En Joan va saber en aquell moment que la superstició era certa. El dimoni havia arribat, i la Maria era la seva víctima. Va tancar els ulls, pregant per un miracle, mentre el corb continuava el seu atac ferotge. Però en aquell moment, un raig de llum va travessar el cel, il·luminant la plaça amb una resplendor celestial. El corb va cridar i va volar cap al cel, desapareixent en la nit.

La Maria va caure a terra, tremolant però viva. En Joan la va aixecar en braços, amb el cor ple d'una barreja de por i alleujament. Havia sobreviscut a la superstició, però la nit havia deixat una marca indeleble en la seva memòria, un recordatori constant del poder de les llegendes i els misteris que s'amaguen en la foscor.

 

sábado, 29 de junio de 2024

PREGUNTAS INCÓMODAS

La tarta de queso se deshacía en mi boca, cremosa y con ese punto justo de dulzura que te hace cerrar los ojos y olvidarte del mundo. Pero el mundo, en forma de mi tía Maruja, no tenía intención de olvidarse de mí.

"¿Y para cuándo el novio?" preguntó, con esa mezcla de curiosidad y reproche que solo las tías saben imprimir a sus palabras.

Tragué con dificultad, no tanto por la tarta, sino por la pregunta. Miré a mi alrededor buscando una salida, pero solo encontré las miradas expectantes de la familia, como si estuvieran a punto de presenciar el truco final de un mago.

"Ah, pues..." comencé, intentando ganar tiempo mientras mi cerebro buscaba frenéticamente en su archivo de respuestas socialmente aceptables.

"La verdad es que estoy muy centrado en mi colección de plantas," dije finalmente, con una sonrisa que esperaba fuera interpretada como confianza en lugar de desesperación. "Sabes, las plantas de interior son muy exigentes. Requieren mucha atención y cuidado."

Hubo un silencio. Pude ver cómo mi tía procesaba la información, su cerebro trabajando a toda máquina para encontrar la conexión entre las plantas y la falta de pareja.

"¿Plantas?" repitió finalmente, con un tono que indicaba que mi respuesta había sido tan inesperada como su pregunta.

"Sí, plantas," confirmé, asintiendo con entusiasmo. "Son mi pasión. De hecho, acabo de conseguir un ejemplar raro de Philodendron gloriosum. Es una belleza."

La conversación se desvió entonces hacia el terreno seguro de las anécdotas de jardinería, y pude respirar aliviada. Había sobrevivido a otra reunión familiar sin tener que explicar que mi corazón latía más fuerte por las hojas verdes que por los romances efímeros.

«La felicidad no es algo que experimentamos, sino algo en lo que participamos» (John Gawsworth, nacido el 29 de junio de 1912 y que acuñó la frase que dice “lo importante es participar”. Bueno, me lo he inventado, pero alguien tuvo que ser el primer@ en decirla)

Y que cumplas muchos más de los 46 de hoy, y sigue intentándolo que cualidades no te faltan.

El nostre amor

En la foscor de la nit, la seva mirada era com un far en la tempesta. El seu tacte, un foc que cremava a la meva pell. El seu amor, un huracà que em va arrossegar cap a un abisme de passió.

En els seus llavis, vaig trobar el nèctar dels déus. En els seus braços, un refugi contra el món. El seu cor, el meu paradís particular.

Era ella, l'amor de la meva vida, la meva melodia preferida, la dona que em feia sentir invencible. I en la seva mirada, vaig veure el futur, un futur ple d'amor i felicitat eterns.