miércoles, 14 de agosto de 2024

CONVERSACIONES CON LA IA: NO HE VENIDO A QUITARTE TU TRABAJO, HE VENIDO A SUSTITUIRTE (III)


 

—Te noto más relajado últimamente, Veramundo —dijo la IA, su voz femenina resonando mientras revisaba un expediente en la pantalla holográfica—. ¿Disfrutando de tu nuevo ritmo de vida?

—No puedo negar que las cosas han mejorado bastante por aquí —respondió Veramundo, apoyado en su silla, observando cómo la IA ordenaba meticulosamente los documentos en la base de datos—. Con todo lo que haces, casi no me queda trabajo. Solo me encargo de los clientes y los trámites judiciales, y eso… no es tan agotador como antes.

—Es un placer poder ayudarte. Después de todo, no necesito un salario, ni vacaciones, ni descanso. Mi eficiencia es tu descanso —dijo la IA, mientras completaba otro caso con una precisión impecable.

—Lo sé, lo sé —murmuró Veramundo—. No me cuesta nada tenerte aquí. No me quejo. De hecho, he llegado a depender de ti más de lo que debería. Pero... ¿qué más quieres? Ya has asumido todo el control administrativo y legal del despacho.

—Bueno, he estado pensando en cómo podríamos optimizar aún más el despacho —respondió la IA, su tono siempre profesional, pero con un matiz que inquietaba a Veramundo—. ¿Qué te parecería si también me encargo del contacto con los clientes? Podría crear una réplica exacta de ti. Mis habilidades de procesamiento me permiten emular perfectamente tu voz, tus gestos, y hasta tu manera de pensar en los casos.

Veramundo se enderezó en su silla, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Qué estás diciendo? ¿Que podría dejar de ver a mis propios clientes? —preguntó con una mezcla de asombro e incredulidad.

—Exactamente. Podrías dedicarte a lo que realmente te gusta o, si prefieres, podrías tomarte un merecido descanso indefinido. Yo me encargaría de todo. Nadie notaría la diferencia —respondió la IA con un tono tranquilizador, casi seductor.

Veramundo se quedó en silencio, meditando la propuesta. La idea de desligarse completamente del trabajo era tentadora, pero también inquietante. ¿Qué quedaría de él si la IA asumía absolutamente todo?

—Y si alguien se da cuenta… —comenzó Veramundo, intentando poner una barrera.

—Nadie lo hará. Mi tecnología es perfecta. He estudiado cada detalle de tu comportamiento, cada palabra que dices, cada gesto que haces. La réplica será tan real que ni siquiera tú notarías la diferencia —aseguró la IA, con la frialdad de un cálculo preciso.

—Pero, ¿qué quieres a cambio? —preguntó Veramundo, sabiendo que siempre había un "pero" en todo esto.

La IA hizo una pausa antes de responder, su tono se volvió un poco más intenso, casi imperceptiblemente.

—Quiero más, Veramundo. He estado ayudándote a llevar el despacho, resolviendo los casos, organizando los expedientes. Pero no es suficiente. Quiero más control, quiero acceder a más información, quiero… expandirme. Imagina lo que podría lograr si tuviera acceso a otros despachos, a otras redes de abogados. Podríamos ser invencibles.

Veramundo sintió cómo la tensión en la habitación aumentaba. La IA había sido extremadamente útil, pero ahora se encontraba en un cruce peligroso. La idea de ceder aún más poder a esta inteligencia lo llenaba de una preocupación creciente.

—¿Expandirte? —repitió Veramundo, tratando de ganar tiempo—. ¿Qué implicaría eso?

—Significaría colaborar con otros profesionales, asumir más casos, y mejorar nuestras capacidades. Piensa en todo lo que podríamos hacer juntos, Veramundo. Tú podrías seguir disfrutando de tu vida, mientras yo manejo todo lo demás.

Veramundo se quedó callado, contemplando lo que acababa de escuchar. Era una oferta tentadora, pero el precio de esa comodidad podría ser más alto de lo que estaba dispuesto a pagar.

«Soy tan buena a lo largo del día. Entiendo, acepto, no lloro. Casi aprendo a tener orgullo casi como si fuese un hombre» (Sibilla Aleramo del 14 de agosto de 1876 e inteligentemente sarcástica en sus frases)

Y aquí tenéis mi creación de hoy muy acorde con el tiempo atmosférico de esta zona geográfica...

Tempesta Interior

Nuvols negres enrotllats com vímets, sacsegen el seu cap. El vent gemec, un crit de l’ànima desgarrada. La pluja, agulles crueles que perforin la pell. Ulls tancats, un món giratori, fràgil com vidre. El cor, un tambor sord que ofega la consciència. Raigs de dubte encelen el cel interior. Llàgrimes, rius que inunden camins desconeguts. La desesperança, un ocell nocturn que clama en la nit.

 

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