viernes, 30 de agosto de 2024

EL ARTE DE CAMINAR HACIA ATRÁS


Hoy me desperté con una idea brillante, una de esas que parecen surgir de la nada, como si un genio travieso me hubiera susurrado al oído mientras dormía. Decidí caminar hacia atrás. No sé por qué, tal vez porque me aburría la rutina o porque quería darle un toque de locura a mi vida. Soy un pionero, pensé, un innovador de la locomoción, como el Steve Jobs de las zapatillas desgastadas.

Al principio, parecía fácil. Solo tenía que poner un pie detrás del otro, nada complicado. Pero la realidad se encargó de recordarme que la gravedad es un bromista experto, siempre dispuesto a hacerme tropezar cuando menos lo espero.

Di mi primer paso hacia atrás con cautela, como si estuviera tratando de escabullirme de una fiesta aburrida sin que nadie lo notara. Pero en lugar de avanzar hacia la puerta, me deslicé hacia lo desconocido. Cada paso que daba hacia atrás se sentía como una pequeña aventura, un viaje al pasado, donde cada baldosa del suelo era una página de un libro que nunca había leído. Sentía el pavimento bajo mis pies de una manera completamente nueva, como si estuviera redescubriendo la tierra firme por primera vez.

El sonido de mis pisadas resonaba de forma extraña, como si el eco intentara atraparme, pero siempre llegaba un segundo tarde. No era solo el suelo lo que se sentía diferente; el aire también parecía más denso, cargado de secretos que solo aquellos lo suficientemente valientes como para no mirar lo que viene podían descubrir.

De repente, una ráfaga de viento golpeó mi rostro. O al menos eso pensé, hasta que me di cuenta de que era el olor del puesto de perritos calientes que acababa de esquivar por los pelos. El aroma me envolvía, tentándome a rendirme, a girar y seguir la ruta convencional como el resto de los mortales. Pero no, yo soy un rebelde, un espíritu indomable, así que seguí caminando hacia atrás, ignorando el llamado del estómago y la lógica.

Mientras continuaba –o retrocedía, dependiendo de cómo se mire–, el mundo empezó a verse diferente. Los sonidos cambiaron, los colores parecían más vivos, y el cielo... el cielo se transformó en una pantalla gigante donde las nubes proyectaban películas mudas que solo yo podía entender. Era como si, al caminar hacia atrás, hubiera desbloqueado un sentido oculto, una puerta a un universo paralelo donde todo tenía más sabor, más olor, más textura.

De repente, sentí una ligera vibración bajo mis pies, algo que nunca habría notado si caminara de frente. Era la acera, riéndose conmigo o de mí, quién sabe. Cada paso que daba atrás era una conversación muda con la ciudad, una danza extraña en la que yo llevaba el ritmo y el pavimento seguía mis pasos, aunque un poco desconcertado.

Y fue entonces cuando me di cuenta: caminar hacia atrás no era solo un ejercicio físico, era un estado mental. Era como si le estuviera diciendo al mundo: “No tengo miedo de retroceder, porque sé que puedo volver a empezar”. Y mientras los demás me miraban con extrañeza, yo sabía la verdad. Ellos caminan hacia adelante porque no conocen otra forma. Pero yo, yo había descubierto el truco: al caminar hacia atrás, me estaba adelantando a todos ellos.

Finalmente, llegué a mi destino, aunque no estaba seguro de cuál era. Pero eso no importaba. Lo que importaba era que había caminado hacia atrás y, en el proceso, había dejado atrás algo más que solo metros de acera. Había dejado atrás las normas, las expectativas y, por un breve instante, había vivido en un mundo donde todo era posible, incluso caminar de espaldas al futuro.

«La objetividad es una cuestión polémica. Pero he tratado de informar procurando mantener el periódico que dirijo al margen de cualquier tipo de lucha y siempre al servicio de un entendimiento inteligente entre todos los españoles» (Horacio Sáenz Guerrero, 21 de noviembre de 1921-30 de agosto de 1999, periodista, director de “La Vanguardia” –cuando era española- hoy lo traigo aquí porque intentó hacer un periodismo honesto y por tener un sobrino, Alberto, que fue un hermano que me regaló la vida ¡Te encuentro a faltar hermano!) 

Y que cumplas muchos más de los 35 de hoy y con buena audición en tus oídos, cosa que conseguirás apartándote de los ambientes ruidosos y chillones.


¡Hey Mama!

"M'agradava seure al balcó i mirar les estrelles amb la meva mare. Em deia que cadascuna era un desig esperant a ser somiat. Ara, quan les veig, em sembla que ella encara és aquí, mirant-les amb mi. Sóc la seva estrella més brillant, intentant fer realitat tots els seus desitjos."

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