EL ARTE DE LO EFÍMERO: PEDOS A 1000 DÓLARES
Las luces del plató parpadeaban con la intensidad de una discoteca malograda. El presentador, un hombre de sonrisa astuta, ajustó su chaqueta y giró su mirada al centro del escenario, donde se encontraba ella: la influencer del momento, la reina del aire comprimido, la emperatriz de lo efímero.
—Bienvenidos, damas y caballeros —anunció el presentador con la voz impostada de quien sabe que el circo no tiene fin—. Hoy tenemos a Stephanie Matto, la mujer que ha encontrado una manera singular de vender lo que todos producimos, pero nadie imaginó vender.
Stephanie sonrió. Llevaba el cabello rubio recogido en un moño casual y la confianza de alguien que sabe que su éxito desconcierta a los demás. Alzó la mano y agitó un frasco transparente lleno de nubes invisibles.
—La gente paga mil dólares por cada uno —dijo con la tranquilidad de quien vende algo típico como pan recién horneado—. Es un pedacito de mi esencia.
El público sollozaba entre risitas. Algunos se esforzaban por contener la risa, mientras otros simplemente no sabían si tomárselo en serio. El presentador la miró, levantando una ceja.
—¿Cómo descubriste que esto podía ser un negocio? —inquiró mientras los focos hacían brillar su frente perlada de sudor.
—Fue algo muy natural —respondió Stephanie sin parpadear—. Al principio era un chiste, una ocurrencia. Luego alguien en redes sociales dijo que pagaría. Y luego, de repente, ya era un negocio. Los pedidos empezaron a llegar como moscas al pastel.
El presentador sonrió y se giró hacia la cámara, como si compartiera una broma privada con millones de espectadores.
—Esto me recuerda algo, amigos. Dejad de estudiar esas absurdas carreras como ingeniería y empezad a sacarle provecho a todo lo que sale de vuestro cuerpo. ¡Ahí está el futuro!
Stephanie siguió sonriendo, sin perder un ápice de la calma. ¿Qué importaba que la sociedad se tambalease entre lo absurdo y lo ridículo? Ella tenía un negocio, y en la era del contenido viral, la realidad ya no importaba demasiado.
—Pero, Stephanie —el presentador bajó el tono, intentando darle una pátina de seriedad—, ¿te has detenido a pensar en cómo afecta esto a la percepción que la gente tiene de ti?
Ella giró el frasco entre sus dedos y se encogió de hombros.
—La percepción es humo —replicó, más serena de lo que cualquiera podría haber esperado—. Mañana seré otra cosa. Todos lo seremos. Hoy vendo pedos, mañana quizá vendan mi historia. Y cuando eso pase, ya habré pasado a la siguiente moda.
El presentador asintió, como si hubiera captado una verdad profunda que se escurría entre el sarcasmo y la seriedad. Luego se volvió hacia la cámara una vez más, con una sonrisa torcida.
—Damas y caballeros, ya lo saben: el arte de lo efímero tiene nombre y apellidos. Y mil dólares el frasco.
El público aplaudió. Algunos reían, otros miraban incrédulos, y unos pocos aplaudían con admiración genuina. Stephanie observó todo con calma, como si el mundo fuera solo una gran vitrina y ella estuviera dentro, sonriendo, vendiendo lo intangible.
Las luces del plató se apagaron poco a poco, pero en las redes, los comentarios ya se multiplicaban como fuego en la maleza. La realidad y el absurdo, una vez más, caminaban de la mano en el gran show de la humanidad.
«Se ahogó en palabras que no podían enseñarle a nadar» (Marilyn French, nacida el 21 de noviembre de 1929, aprendió a nadar desde muy pequeña; os recomiendo que hagáis los mismo)
Y que cumplas muchos más de los 59 de hoy, cosa que conseguirás si no te acercas mucho a lavabos como los del vídeo.
Silenci trencat
La calma ho embolcallava tot. El carrer era un desert tranquil, els pardals s'adormien damunt les branques, i els veïns somiaven amb mar plana. Un sospir se li escapava, i llavors, bum! Un petó inesperat esclatà. Tot el món va girar com un huracà. Cotxes bocinaven, gossos bordaven, els colors es tornaven elèctrics. Era l'amor, era el soroll que ningú esperava, el crit del cor quan es deixa anar. Però després, tan ràpid com va arribar, va tornar la quietud. El silenci l'embolcallà de nou, com si res hagués passat. Només quedava aquell somriure ximple als llavis.
Excelente
ResponderEliminarY totalmente cierto... Gracias!!
ResponderEliminarMolt bo
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