AMOROLOGÍA CLÍNICA
La sala de espera del Instituto de Enfermedades Románticas olía a desinfectante y desilusión. En las sillas de plástico, pacientes de todas las edades sostenían sus fichas médicas con un temblor que podía atribuirse tanto al miedo como a los efectos secundarios del "flechazo crónico". Un póster en la pared mostraba a una pareja sonriente bajo la leyenda: “Detecta los síntomas a tiempo: enamoramiento, idealización y promesas eternas. ¡Consulta a tu médico!”
—Número 37 —llamó una enfermera, ajustándose la mascarilla con un gesto mecánico. Su voz atravesó la atmósfera cargada de murmullos como un bisturí oxidado.
Sofía, una mujer de treinta y tantos, se levantó con la dignidad de quien sabe que su diagnóstico será grave. La acompañaba su hermana menor, Clara, quien revisaba su teléfono con una mezcla de aburrimiento y superioridad.
—¿Segura que necesitas esto? —le susurró Clara mientras caminaban hacia la consulta—. Todo el mundo pasa por esas tonterías. Se llama tener un corazón, no un problema médico.
—Díselo a mi ex —replicó Sofía con los dientes apretados—. O al cerrajero que tuvo que cambiar las cerraduras después de que él me dejara y yo intentara “recuperar lo nuestro” con una palanca.
Clara soltó una risa seca.
El doctor García, un hombre calvo con una bata inmaculada y un cartel en su escritorio que decía “El amor mata más que el tabaco”, las recibió con una sonrisa profesional.
—Buenos días, señora Sofía. ¿Qué la trae por aquí? —preguntó mientras escribía algo en su libreta sin mirarlas.
—Diagnóstico y tratamiento, por favor —dijo Sofía, plantándose en la silla frente a él.
El doctor levantó la vista, ajustándose las gafas.
—¿Desde cuándo experimenta síntomas? —preguntó, y su tono sugería que había oído todo antes.
—Desde hace un año —dijo Sofía, cruzándose de brazos—. Al principio era leve: mariposas en el estómago, insomnio. Pero luego empezó lo peor: idealización, dependencia emocional, y... —bajó la voz—... escribí poesía.
El médico asintió con gravedad.
—Poesía —repitió mientras tomaba notas—. Un caso clásico de amor en fase aguda. ¿Hubo fiebre de publicaciones en redes sociales?
Sofía asintió, avergonzada.
—Incluso hashtags. #PorSiempreNosotros.
Clara no pudo contenerse y estalló en carcajadas.
—¿Es esto una consulta o un show de stand-up? —preguntó, todavía riéndose.
—Es una consulta seria —dijo el doctor, mirándola por encima de las gafas—. Las personas con síntomas avanzados suelen terminar en terapia intensiva emocional. He visto a pacientes arruinarse con regalos costosos, bodas apresuradas, o peor, mudarse juntos antes de los seis meses.
—¿Y qué recomienda, doctor? —preguntó Sofía, ignorando a su hermana.
—Tenemos dos opciones principales: el Tratamiento Matrimonial, que es efectivo en el 50% de los casos pero conlleva efectos secundarios graves, como apatía crónica y conflictos de convivencia; o la Terapia de Desenamoramiento, que incluye sesiones de realidad brutal combinadas con una dieta libre de redes sociales y comedias románticas.
Sofía parecía pensativa.
—¿Y qué pasa si no hago nada?
El doctor suspiró.
—Si no hace nada, puede recaer en otro flechazo. Ya sabe cómo funciona esto: empieza con miradas, mensajes nocturnos... y antes de que se dé cuenta, está comprando muebles con alguien que pronuncia “croissant” como si fuera francés.
Sofía tragó saliva. Clara, mientras tanto, revisaba Tinder.
—Bueno, yo no pienso renunciar al amor —dijo Clara, mirando a su hermana—. Pero si te curas, Sofi, podrías hacerme un favor y guardar mis citas en el calendario. No vaya a ser que también termine aquí.
El doctor García dejó su bolígrafo y miró a ambas.
—Señoras, el amor es una epidemia. Pero recuerden, la inmunidad no es imposible. Solo requiere fuerza de voluntad... y, si es necesario, un abogado matrimonial.
El
cartel en la recepción despedía a los pacientes con una frase contundente:
"El amor es como la gripe. Nadie quiere contagiarse, pero todos acaban
tosiendo alguna vez."
Sofía salió con su receta. Clara, con un nuevo match. El mundo seguía siendo un lugar insano, pero al menos había tratamiento.
«La verdad se encuentra en la simplicidad y no en la multiplicidad y confusión de las cosas» (Tomás de Aquino, nacido el 28 de enero de 1225 optó por “trocear” las cosas y no ponerlas todas en una cajón “ómnibus”)
Y que cumplas muchos más de los 80 de hoy teniendo la creencia que tienes prueba de que te has cruzado con pocos polític@s.
Sóc un creient
Vaig caminar per un carrer ple de dubtes, fins que vaig veure els ulls d'ella, brillants com estels. El món es va fer petit, tot el que havia estat gris va esclatar en colors vius. Un instant, vaig entendre que creure no és un acte de fe, sinó de percepció. D'una manera inexplicable, vaig deixar de buscar respostes, vaig deixar de defensar-me. La felicitat no és una meta, em vaig dir, és un descobriment. I ara, mentre el vent canta, em sé, definitivament, un creient, encara que no sàpiga ben bé en què.

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