miércoles, 29 de enero de 2025

 EL FILTRO DEFINITIVO

El día que Marta activó el filtro definitivo, el mundo se ajustó a sus expectativas.

Era una app sencilla, sin alardes. Un fondo blanco, un botón azul, y la promesa de algo que parecía demasiado bueno para ser verdad: “Control absoluto sobre cómo te perciben.”

Al principio, Marta no entendió cómo funcionaba. No había configuraciones, ni tutoriales. Solo un escaneo inicial de su rostro y una pregunta:
"¿Qué quieres ser?"

Marta escribió: “Inolvidable.”

Las primeras horas fueron confusas. No notó ningún cambio mientras caminaba al trabajo. La gente seguía apurada, esquivándola en las esquinas. Pero cuando entró a la oficina, algo en el aire cambió. Las miradas de sus compañeros se posaron en ella, ligeras al principio, luego más intensas, como si algo en su cara o su manera de caminar exigiera atención.

En la sala de reuniones, el director de cuentas se detuvo a media frase para mirarla.

—No sé por qué, pero tengo la sensación de que deberías liderar este proyecto —dijo, señalando la pantalla con los gráficos que Marta había preparado.

Ella asintió, tratando de esconder la sonrisa que le subía por el cuello.

El filtro ajustaba más que su apariencia; ajustaba la percepción misma. A medida que pasaban los días, la gente a su alrededor parecía más receptiva, más interesada en lo que decía. Su voz, que antes parecía perderse en conversaciones ruidosas, ahora resonaba con una claridad inquietante. Las palabras que escogía parecían siempre las correctas, como si el filtro supiera qué querían escuchar los demás antes de que ella hablara.

Sin embargo, había momentos extraños.

Una noche, mientras cenaba con su hermana, notó que algo en la forma en que Sara la miraba era... artificial. Su hermana sonreía demasiado, inclinándose hacia adelante como si no quisiera perderse ni una palabra. Marta sintió un vacío en el pecho, como si el filtro hubiera convertido a Sara en una audiencia perfecta, en lugar de una persona real.

Con el tiempo, Marta comenzó a experimentar con las configuraciones avanzadas. Aunque la app no las mostraba de inmediato, encontró una opción oculta llamada “Realidades alternativas.”

El mundo empezó a moldearse no solo a cómo los demás la veían, sino también a cómo ella deseaba verlo. Las calles parecían más limpias, los colores más vibrantes. Incluso las conversaciones se volvían más interesantes, como si la gente hubiera sido afinada a su frecuencia perfecta.

Pero algo no encajaba. Había momentos en los que sentía que las palabras de los demás eran demasiado precisas, demasiado convenientes. Una tarde, mientras su vecino le hablaba sobre sus flores, Marta notó que las rosas en su jardín parecían brillar con un tono imposible, como si las hubiera imaginado.

—¿Siempre han sido así? —preguntó.

—¿Así cómo? —respondió el vecino, pero su tono parecía vacío, como el eco de una voz que no sabía responder.

El filtro se volvió un refugio. Cada vez que Marta lo desactivaba, el mundo se veía apagado, incoloro, hostil. La gente volvía a ignorarla en las calles, las reuniones de trabajo eran grises, y Sara ya no sonreía tanto durante las cenas.

Un día, decidió apagarlo por completo, solo por unas horas. La sensación fue inmediata: el aire se sentía más pesado, la luz más dura. Incluso su reflejo en el espejo parecía... menos definido.

Intentó hablar con Sara esa noche, buscando algo genuino.
—¿Crees que soy alguien especial? —preguntó.

Sara la miró, confundida.

—¿Por qué preguntas eso? Claro que lo eres.

Pero su tono no tenía la intensidad que Marta había llegado a esperar.

Finalmente, Marta activó el filtro de nuevo, esta vez para siempre. El mundo volvió a ajustarse, suave como un guante hecho a medida. La gente la admiraba, las conversaciones fluían, y su reflejo en el espejo era perfecto, como si el filtro entendiera incluso lo que ella no podía decirse a sí misma.

Sin embargo, en las noches más silenciosas, cuando estaba sola en su apartamento, sentía un vacío que el filtro no podía llenar. El eco de una pregunta sin respuesta: ¿Quién era ella, realmente, detrás de lo que todos veían?

Una madrugada, mientras miraba su rostro en el espejo, Marta deslizó el dedo sobre la pantalla de la app. En lugar de desactivarla, encontró una nueva opción que nunca había visto antes: “Desvinculación permanente.”

La pantalla mostraba un mensaje final:

"El mundo volverá a verte como realmente eres. ¿Estás segura?"

Marta se quedó inmóvil. Sus dedos temblaban. Afuera, la ciudad brillaba con una perfección que ella había construido, pero no sabía si quería destruir.

No sabemos si tocó el botón.

«La bondad es un deseo interior que nos hace querer hacer cosas buenas, incluso si no obtenemos nada a cambio» (Emanuel Swedenborg, nacido el 29 de enero de 1688 para escribir la frase que le ilustra y que nadie se la creyese)

Y que cumplas muchos más de los 44 de hoy y, oye, no merece la pena morirse por conocer a alguien.

L’espera infinita

Cada nit, ella somiava amb aquell desconegut que li omplia els pensaments. Les estrelles li xiuxiuejaven el seu nom, però el vent se l’enduuia abans que pogués entendre-ho. Un dia, al tren, els seus ulls es van trobar. No van dir res, però tot estava dit. Ella va somriure, ell va apartar la mirada. Quan va voler cridar-lo, el tren es va aturar i ell va desaparèixer. Ara, espera a la mateixa estació, convençuda que el desconegut de les estrelles tornarà. I ella mor per conèixer-lo.


 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario