miércoles, 19 de marzo de 2025

LA DUDA ES UN HOTEL SIN CHECK-OUT

—¿Y si se lo decimos? —pregunta ella, cruzando los brazos como quien intenta mantener encerrado algo que lucha por escapar. Sus ojos siguen la trayectoria invisible entre la lámpara y la mancha de humedad del techo, convertida ya en un símbolo de nuestras promesas incumplidas.

—¿Decírselo a quién? ¿A él? ¿A ella? ¿Al terapeuta? —respondo desde la cocina, simulando aún que bebo un café frío que hace rato terminé, porque hasta en la vida real, el teatro siempre continúa.

—A ella, obviamente —aclara con una mueca, porque en nuestra relación las obviedades son mi territorio favorito para el sarcasmo.

—Claro, nada más navideño que un mensaje tipo: “Querida desconocida, queremos informarte de que tu marido, a quien seguramente adoras, es un idiota con certificado oficial”—.

Ella suspira fuerte, como haciendo un inventario de paciencia.

—No es gracioso —dice con esa gravedad que, sin querer, vuelve cómico todo lo que intenta ser solemne.

El asunto no es trivial. No hablamos de una simple infidelidad, sino del espectáculo patético de un tipo casado recopilando números de teléfono durante toda una boda, como un niño en una feria intentando llevarse todos los premios, pero que siempre pierde en la caseta del sentido común.

—Ya lo había visto antes —añado girando inútilmente la cucharilla—. Fue en un evento de la empresa, recuerdo cómo se lanzó sobre la becaria con toda la sutileza de un rinoceronte en una cristalería.

Ella arquea las cejas, incrédula ante el mundo masculino y su infinita capacidad para justificar lo injustificable.

—¿Y nadie dijo nada?

—¿Qué podíamos decir? ¿"Brindemos por la fidelidad y la decencia"? Él siempre tiene un repertorio de excusas: una copa de más, estrés laboral, la influencia astral de Mercurio...

Entonces llega esa pregunta. La que se desliza sobre la mesa con la lentitud incómoda de un gato calculando su salto.

—¿Te gustaría saberlo si fueras ella? —pregunta, clavando esa mirada judicial que ya conoce la sentencia.

La cocina se llena de silencio, tan espeso que podría untarse en tostadas.

—No lo sé —respondo, y noto el gusto amargo de la duda—. Tal vez. Pero si fuéramos sus amigos, probablemente ella ya lo sabría. Estos tipos dejan marcas, aunque luego las intenten borrar con lejía emocional.

Mi mujer se muerde el labio, desmenuzando internamente el dilema ético.

—Si se lo decimos, destruimos su matrimonio. Si no decimos nada, somos cómplices.

—O simples testigos —corrijo, aferrado todavía a la taza vacía—. Testigos mudos, pero testigos.

Ella lanza un suspiro largo, un viento de frustración.

—¿Y eso es suficiente?

—Mira, si un árbol cae en el bosque sin nadie cerca, igual hace ruido. Pero si un idiota estrella su vida contra la pared, quizá no sea nuestra tarea poner subtítulos.

El reloj marca la medianoche. La respuesta no llega. Tal vez nunca llegue. O quizá esté escrita en la mancha de humedad del techo, que sigue creciendo lentamente mientras nosotros dudamos. Porque la incertidumbre es un hotel barato: fácil entrar, casi imposible encontrar la salida. Y aquí estamos, alojados indefinidamente, sin un check-out a la vista.

«Las palabras sin acciones son como flores sin aroma: bellas pero vacías.» (Ashikaga Yoshikatsu, nacido el 19 de marzo de 1434 y traspasado a la habitación de al lado el 16 de agosto de 1443 este joven shogun japonés casi no tuvo tiempo más que para acuñar un par de frases y en esa estuvo lo que se dice sembrado... de flores)

Y que cumplas muchos más de los 79 de hoy aunque, vaticino, que en breve los del vídeo y tu pasaréis a "zombies"

L'estació dels cossos

La Júlia i el Marc es trobaven cada estiu a la cala dels Pins, on es despullaven lentament, entre rialles i vergonya. «És l’estació dels cossos», li deia ell amb veu burleta. Però aquell any, la Júlia no arribà. El sol cremava diferent, i la sorra, buida, era més calenta. Ell esperà hores, fins que entengué que l'estació havia canviat, com canvien les mirades quan ja no es reconeixen. Encara avui, el Marc torna a la cala buscant aquell temps, ignorant que la Júlia fa temps que viu en un altre estiu, en braços d’algú que sí sap estimar-la.

 

 

 

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