LA FAMA, ESE ASCO INESPERADO
La gloria en internet nunca llega cuando uno la busca. La gente sube videos perfectos, con encuadres milimétricos y bailes coreografiados, y no les hacen ni caso. En cambio, un día te pica la nariz en un semáforo, alguien con un móvil rápido y alma de paparazzi te graba en el acto, y de repente todo el mundo sabe quién eres.
No me preguntes cómo llegó hasta ahí. Quizá fue un motociclista aburrido, o tal vez un algoritmo con malicia infinita. Lo cierto es que una mañana me desperté y mi cara estaba en todas partes.
—"El excavador del semáforo", decían.
Millones de reproducciones. Comentarios en todos los idiomas. Unos me llamaban héroe, otros cerdo. Había teorías. Gente asegurando que era una metáfora de la crisis existencial de la modernidad. Un tipo con gafas redondas y pinta de intelectual escribió en Twitter que mi gesto "desnudaba la hipocresía del asco en la sociedad de consumo".
Yo solo quería olvidarlo.
Pero no. Al tercer día, una marca de pañuelos me ofreció una colaboración. Al quinto, los de una aplicación de citas usaron mi imagen con el eslogan: "Si él pudo encontrar el amor propio, tú también puedes" (denuncié, pero mi abogado se rió y me dijo que no tenía caso).
Para la semana siguiente, ya había memes con mi cara en pinturas renacentistas, en carteles de cine, en monumentos históricos. Un tipo tatuó mi cara en su muslo. Una influencer probó “el reto del moco” en TikTok y, gracias a eso, una secta anti-higiene nació en mi honor.
Lo peor es que me empezaron a reconocer en la calle. No las chicas guapas, no. Los que llevan camisetas con chistes sobre flatulencias y los que debaten sobre teorías conspirativas en Reddit.
Y así, sin quererlo, sin desearlo, sin planearlo, me volví la tendencia del mes. Luego llegó la siguiente desgracia viral: un perro con cara de humano. Y de mí ya nadie habló.
Pero mi jefe sí vio el video. Y desde entonces, en las reuniones, cada vez que me pregunta algo, se rasca la nariz con el dedo índice en el aire, mirándome fijamente.
«El dinero es poder. Y cuando un hombre se convierte en millonario, tiene más poder que una multitud de políticos» (Frank Norris, nacido el 5 de marzo de 1870 y aunque vivió solo 32 años, tuvo tiempo de darse cuenta del valor del dinero y de los políticos… y eso que no conoció a P. Donald Trump)
Y que cumplas muchos más de los 77 de hoy y, tranquila, siempre nos acordaremos de tu canción. De ti es otra cosa.
El record etern
La nit s’estén com un llençol de vellut, i ella camina pels carrers buits d’una ciutat que ja no la reconeix. Els fanals tremolen amb llum cansada, projectant ombres d’ahir.
Una melodia li arriba des de la finestra oberta d’un apartament desconegut. La melodia. La cançó que ell xiuxiuejava quan ballaven descalços al menjador. Els seus ulls s’omplen de la imatge d’aquell temps: les rialles, la llum càlida, l’amor que semblava etern.
Però el passat només existeix en la memòria. I, mentre la música s’esvaeix, ella es pregunta si algun dia podrà oblidar-lo o si, com la nit, el recordarà per sempre.
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