miércoles, 14 de mayo de 2025

 LA INSURRECCIÓN DEL ROLLO

—No lo soporto más, Mari Carmen —dijo Alfredo mientras se abrochaba el cinturón con la solemnidad de quien prepara una declaración de guerra—. Lo has vuelto a poner por debajo.

Mari Carmen dejó de fregar los platos, como quien oye una sirena de evacuación nuclear. Se secó las manos, respiró hondo y entró al baño.

    ¿Otra vez con eso?

—La historia me respalda —replicó Alfredo, señalando con el dedo índice un papel arrugado que había impreso y plastificado: una reproducción ampliada de la patente de 1891. Seth Wheeler les sonreía desde el siglo XIX, como un tatarabuelo de la higiene contemporánea.

—Eso es una opinión —respondió ella, con voz de árbitra en huelga.

    ¡Es un diagrama! ¡Una maldita ilustración oficial! ¡Está en Google Patents! ¡La Biblia del sentido común!

Silencio. Solo el goteo del grifo recordaba que aún existía el tiempo.

—Y además —añadió Alfredo, envalentonado—, es más higiénico. Lo dijo un doctor australiano con nombre de supervillano: Christian Moro. ¿Te suena? Ciencia, Mari Carmen, ciencia.

—Pues a mí me gusta por debajo. Así el gato no lo desenrolla. Y queda más recogido, más zen.

El gato, un persa gris de mirada nihilista, bostezó desde la alfombra como si le trajeran sin cuidado tanto las guerras napoleónicas como la orientación del papel higiénico.

—Te recuerdo —continuó ella, afilando la voz como una cuchilla de afeitar emocional— que en Japón ni usan papel. Tienen inodoros que te saludan, te lavan y te suben la autoestima.

—Eso es porque no han probado un buen Charmin acolchado —replicó él—. ¡El confort no se improvisa!

La discusión escaló. Alfredo fundó un "Comité para la Defensa del Papel Por Encima" en WhatsApp. Mari Carmen respondió con un canal de Telegram llamado “Soberanía Higiénica Doméstica”. En menos de 48 horas, ya había encuestas, memes, una sección de testimonios anónimos y una cumbre prevista en el bidé.

Los vecinos, alarmados por los gritos de “¡Patente del 91!” y “¡Colonialismo higiénico no, gracias!”, llamaron a la policía. Los agentes, tras evaluar la situación, optaron por levantar un acta de mediación con una solución salomónica: doble rollo, uno por encima y otro por debajo. Como si eso calmara algo.

—Esto no ha terminado —susurró Alfredo esa noche, al desenrollar lentamente la hoja del lado correcto.

Mari Carmen, mientras tanto, aplicaba discretamente una pegatina que decía “UNDER LOVER” en el soporte contrario.

El gato orinó en la ducha, como acto de resistencia silenciosa.

Y el papel siguió girando, como el mundo: sin sentido, pero con fe.

 «Si sólo hacemos lo que nos dicen, nunca cambiaremos nada» (Eoin Colfer, nacido el 14 de mayo de 1965 hoy lo felicitamos ya que aún está por aquí y por ser oportuno con su frase… ahora que estamos en la época de cumplir con Hacienda)

Y que cumplas muchos más de los 59 de hoy cantando como lo haces ahora, no como no lo hacías antes que solo bailabas.... aunque bastante bien, por cierto.

El llavi que tremola

Sempre l’esperava al mateix racó del metro. Portava una jaqueta vermella impossible i un caset que rebobinava amb un bolígraf. Quan sonava Girl You Know It’s True, ell feia veure que cantava, mouent els llavis com si el món fos una coreografia i ell, el protagonista. Jo sabia que no era la seva veu. Ni la cançó era seva, ni tampoc el somriure que em regalava entre nota i nota. Però també sabia que, quan callava el Walkman, la ciutat sencera quedava muda. I això, ai… també era veritat.


 

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