EL PAÍS DEL ESPERPENTO
Esto ya no es un país: es un meme mal recortado con
fondo de bandera. Un after de ruina y churro rancio. Un hilo de X (antes
Twitter, ahora directamente el váter) donde todos se insultan con faltas de
ortografía y banderitas en el nombre.
Sí, queridos, yo ya no paseo por calles, yo floto entre stories: cada balcón es
un grito, cada fachada una mentira maquillada con gotelé emocional. Lo que
antes eran espejos cóncavos, ahora son filtros de Instagram: todos se estiran
los morros mientras por dentro huelen a salchichón caducado.
Este país es una paella sin arroz, un influencer con el alma hipotecada y el móvil lleno de selfies con ministros corruptos. Aquí el esperpento no se mira: se consume en cuotas.
¿Queréis ver al nuevo hidalgo? No lleva capa: lleva americana slim-fit, reloj de 1.200 euros en la muñeca y un máster regalado por una universidad sin aulas. Se llama asesor, pero su única función es sonreír como idiota mientras la ministra cambia de cartera por quinta vez en seis meses porque, lo único importante, es conservar el sueldo.
Las brujas ya no vuelan en escobas: ahora facturan por sesiones de coaching energético. Dan talleres de 'respiración consciente' a directivos con herpes y traumas laborales, y les cobran 120 pavos por enseñarles a inspirar como si fueran árboles.
Y los ciegos —¡ay, mis ciegos gloriosos!— ya no recitan romances. Ahora programan algoritmos, se compran perros guía por Amazon y tienen más seguidores que yo (eso no es difícil) Eso sí: siguen sin ver lo que importa. Pero no les hace falta. Nadie ve nada. Nadie quiere ver.
El esperpento se ha institucionalizado: hay
ministerios para lo que no existe, consejerías de humo, oficinas donde se
trabaja para justificar que existan otras oficinas donde se trabaja para
justificar que existan otras oficinas. Pirámide invertida sobre una base de
papel mojado y croquetas de máquina de vending.
Aquí seguimos: obedeciendo normas que nadie entiende, votando a partidos que se
odian a sí mismos, llorando en baños públicos mientras suena Melody de fondo. Y
en la base el retrato de Franco ha sido sustituido por un NFT mal animado del
rey emérito guiñando un ojo.
Ya no nos reímos por miedo a que nos denuncien. Ni lloramos por miedo a que nos graven. Así que nos quedamos congelados, con media sonrisa y el móvil en alto. Siempre con el móvil en alto.
Porque, si no se graba, no ha pasado.
Y si ha pasado… mejor que no se note.
«Espanya es una deformación grotesca de la civilización europea» (Hoy viene a cuento Ramón María del Valle-Inclán, nacido el 28 de octubre de 1866 resistiendo hasta el 5 de enero de 1936. Dibujó con maestría el esperpento espanyol y como gallego que era supo irse unos meses antes de la culminación del desastre espanyol, justo después de haber retratado la decadencia moral, política y estética de este país. Vamos, algo parecido a lo de ahora)
Y que cumplas muchos más de los 54 de hoy en compañía de tus amigos que son un oasis en este desierto sin lágrimas.
Paret seca
Va arribar un dia amb una guitarra a mitges i el cor ple de pols. No sabia si volia quedar-se o només tocar un parell d’acords i marxar. Jo, que mai havia estat cap muralla, em vaig deixar seure a sobre.
Diuen que cada persona té algú que la salvarà. Ell venia a salvar-se, però es va confondre de refugi. I jo em vaig quedar penjant, com un eco al desert, esperant que alguna vegada tornés a mirar-me com qui descobreix una finestra en una paret seca.
Però va ser només una cançó mal tocada.
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