FICHAR EL AIRE
Hoy podría haber sido mi primer día de trabajo después de las vacaciones. Lunes y 25 de agosto. He puesto el despertador, he planchado una camisa que no tiene destino y he preparado un táper como si la nevera fuese una máquina de fichar. En el espejo he practicado la sonrisa de pasillo: neutra, eficiente, sin historia.
El problema es de calendario: ¿qué día cuenta como primer día cuando tus vacaciones son permanentes? ¿El primero en que te da vergüenza seguir durmiendo? ¿El primero en que el banco te tutea? ¿El día en que, por instinto, te pones la mochila y sales a la calle como si aún existiera un jefe esperándote con su café frío y su frase de bienvenida que nunca fue tuya?
He bajado a la calle a las ocho en punto. Barcelona bostezaba persianas. En la panadería he pedido un café para llevar y he dicho “voy con prisa”, por deporte. En el metro he buscado la barra del medio, esa donde te balanceas y haces equilibrio de asalariado; nadie me ha reconocido y me ha parecido justo.
Al llegar a la plaza, he consultado el móvil como quien revisa tareas urgentes. Mi agenda estaba limpia, como un mar en domingo. He sentido un vacío con forma de tarjeta de acceso. Entonces he entendido: el primer día de trabajo de los que tenemos vacaciones permanentes es el día en que dejamos de esperar permiso. El día en que te asignas tareas: barrer la tristeza, responderle al miedo, facturar horas de búsqueda, enviar currículums y también abrazos, si hace falta.
He abierto una nota nueva y he escrito: “Alta voluntaria. Departamento de seguir.” Luego he pulsado enter, dos veces, como quien abre una puerta automática. A falta de jefe, me he nombrado encargado del aire. Y he empezado.
«La belleza está en la diferencia. Debemos estar orgullosos de lo que somos.» (Felicitamos al caballero que dijo y/o escribió la frase por varios motivos. El primero de ellos es que nació un 25 de agosto de 1949, el otro es porque es un luchador de la causa de los niñ@s albin@s en el mundo y especialmente en Africa donde se les mata y, en tercer lugar, por recordarnos, con su frase, que la belleza reside en nosotr@s mism@s)
No sé si el caballero del vídeo cumplirá más de los 76 de hoy pero, por los decibelios que le pone a la vida es posible que no llegue a escuchar el diagnóstico médico de su última enfermedad.
Baf d’electricitat
No hay comentarios:
Publicar un comentario