ENSALADA PARA UNO
—¿Entonces sigues con Clara? —preguntó Nico, mientras apartaba el móvil sin bloquearlo, como quien está solo a medias.
—Sí —respondió Julián, sirviéndose una cerveza artesanal con tanto cuidado como si eso le diera más argumentos—. ¿Por qué?
—No sé, tío. Es que me flipa. Lleváis… ¿cuánto? ¿Siete años?
—Ocho —corrigió Julián, sin mirar al camarero que pasaba con hummus de edamame.
—Joder. Yo no aguanto ni una serie más de tres temporadas, imagínate a una persona. ¿No te cansas?
Julián sonrió. Ya se conocía esa canción: el estribillo moderno del “tengo Tinder, luego existo”.
—No es que no me canse. Es que aprendí a no vivir solo de estímulos nuevos.
—¿Estímulos? —Nico soltó una risa de quinoa—. Lo tuyo es como comer ensalada todos los días. Sanísimo, sí… pero, tío, el cuerpo pide otras texturas.
—Y tú vives a base de salsas picantes que no sabes ni pronunciar —dijo Julián—. No se trata de resignación, es otra cosa.
—Dilo claro: miedo. Miedo a perder lo que ya tienes. A mí me pasa lo contrario: me aterra quedarme con lo mismo.
—Eso no es hambre, es ansiedad con WiFi.
Nico alzó su copa de kombucha como quien sella una derrota verbal sin reconocerla.
—Mira, solo digo que lo tuyo no es fidelidad, es carencia de curiosidad. ¿No te entra nunca la duda de cómo sería… otra cama, otra voz, otra espalda?
Julián lo miró un segundo largo, luego volvió a su ensalada —sí, literal, una ensalada de lentejas— y se encogió de hombros.
—Claro que sí. Pero también me da curiosidad saber cómo sería no cagarla por impulso.
—Tío, estás fatal —rió Nico—. Has convertido el amor en una dieta equilibrada.
—Y tú lo has convertido en un delivery que nunca termina de llegar.
Un silencio cómodo se instaló entre ellos. Dos formas de amor enfrentadas como aplicaciones en segundo plano.
—¿Y si algún día te cansas de Clara? —preguntó Nico.
—Entonces lo sabré. Pero al menos no habré confundido el hambre con la gula.
Nico miró su móvil. Ya tenía dos notificaciones nuevas en Tinder.
—Te envidio un poco —dijo.
—Y yo a ti, cuando se me olvida lo que valen las cosas que no se buscan en Google.
«El individuo que se contente con una mujer toda su vida, estaría al margen de las leyes de la naturaleza como aquel que no vive más que de ensaladas» (Guy de Maupassant, nacido el 5 de agosto de 1850 para ser un misógino convicto y confeso, como mi inteligente público habrá deducido de la frase. Yo hubiese añadido "el individuo o individua". De él me quedaría con sus cuentos y con innumerables frases que son para enmarcar)
Hace 33 años que se fue a la habitación de al lado (con 28) pero le dio tiempo a tocar la batería en la canción del vídeo.
Línia cremada
La trucada era d’ahir, però ell va respondre avui.
—Hola, amor —va dir amb aquella veu que només feia servir quan se sentia culpable.
Ella no va penjar. Va mantenir la línia, com qui aguanta una corda que crema. El silenci entre paraules s’omplia de records que encara suaven electricitat.
—No vaig penjar perquè... perquè encara estic aquí, oi?
I ell, a l’altra banda, callava. Potser esperava una altra oportunitat. Potser només volia saber si encara sonava el to de trucada quan pensava en ella.
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