viernes, 5 de diciembre de 2025

LLAMADA ENCONTRADA

Tenía la cuerda preparada desde hacía días.
No era un arrebato: era un trámite.

La silla cojeaba un poco, igual que yo. Una pata floja, una rodilla hecha polvo. Buen equipo para despedirse del mundo. Me subí despacio, más por costumbre que por miedo. El miedo se me había gastado hacía años, como las suelas de los zapatos.

El silencio del piso era perfecto. Ni vecinos, ni coches, ni noticias. Solo el roce áspero de la cuerda en mi cuello y mi respiración, corta, como si ya estuviera ensayando el último suspiro.

Entonces vibró el teléfono.

No sonó una melodía épica, ni un mensaje del más allá. Solo el zumbido vulgar de siempre, encima de la mesa, junto al cenicero lleno y una carta del banco que no pensaba abrir.

Estuve a punto de ignorarlo. Un segundo más y, literalmente, me daba igual todo.

Pero volvió a vibrar.

—Qué pesados… —murmuré.

Bajé un pie de la silla con la torpeza de quien regresa de un lugar muy lejos. Alcancé el móvil. Número desconocido.

—¿Sí?
—Hola… —la voz dudó—. Creo que eres mi padre. Llevo años buscándote.

No sentí una luz, ni un coro de ángeles, ni ganas de abrazar árboles. Sentí rabia primero, luego un miedo nuevo, y por debajo de todo, muy abajo, algo que crujía y se movía, como una ventana atascada que alguien intenta abrir desde fuera.

Miré la cuerda todavía colgando del techo, balanceándose suave.

—Has llamado en un buen momento —dije al fin—. O en el peor. Ya veremos.

Y me senté, con el móvil pegado a la oreja, a negociar, por primera vez en mucho tiempo, con la posibilidad de quedarme.

«El sueño no es otra cosa que una convención siempre nueva, nacida del sentido común de la realidad.» (Dumitru Găleșanu cumple hoy 70 años  aunque podría soñar en otra edad que bien pudiera ser la real. En cualquier caso, que cumpla muchos más)

Él y su grupo grabaron la canción del vídeo cuando tenía 22 años y soñaba en otra realidad. Hoy cumple 78 y tiene algo más de sentido común. 

Soroll de fons

Ells marxaven cridant consignes; jo només volia arribar a casa.

Però el carrer es va omplir de sirenes i cascos lluents, i algú al meu costat va xiuxiuejar: «Para, nen, escolta aquest soroll».

No eren bales, encara, només por comprimida als pulmons.
Vaig aixecar el mòbil per gravar-ho, pensant que així tot tindria sentit.

Ara, anys després, torno a mirar aquell vídeo i em pregunto, per si serveix d’alguna cosa, de quin bàndol era.


 

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